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mayo 9, 2024

Mujeres icónicas que contribuyeron en la victoria aliada durante la Segunda Guerra Mundial


La chófer y secretaria de Eisenhower, Kay Summersby, las conocidas como ‘Mujeres de Bletchley Park’, que participaron activamente en el descifrado de Enigma, o la propia Eleanor Roosevelt jugaron un papel protagonista en la definitiva victoria frente a las potencias del Eje

Con el paso del tiempo, la consideración del papel de la mujer en la Segunda Guerra Mundial ha pasado de ser accesorio a ocupar el verdadero lugar que merece. Este reconocimiento ha permitido conocer el alcance y trascendencia de su participación en el desenlace de la contienda.

Eleanor Roosevelt con la Declaración de Derechos del Hombre
Eleanor Roosevelt con una versión en castellano de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1949. Foto: Getty.

Por ideales, patriotismo o en el cumplimiento de su deber, mujeres de las naciones aliadas participaron en importantes operaciones militares o sostuvieron con su trabajo y esfuerzo lo que se vino en denominar el frente interno para que la moral no desfalleciera y se mantuviera el esfuerzo de guerra. Sin embargo, sus opiniones y presencia fueron excluidas del proceso de toma de las grandes decisiones políticas y militares de la contienda.

Kay Summersby: la confidente de Eisenhower

En este mundo herméticamente masculino, la excepción más conocida la representó Kay Summersby, que oficialmente sirvió como chófer y secretaria personal del general Eisenhower. En este sentido, tuvieron que transcurrir varias décadas hasta que se conoció el verdadero alcance de su influencia en las decisiones tomadas por el que fue comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa.

Eisenhower y Kay Summersby
Eisenhower y Kay Summersby en un jeep en Alemania en 1945, cerca del Nido del Águila de Hitler. Foto: AGE.

Kathleen Helen Summersby nació el 23 de noviembre de 1908 en Ballydehob, un pintoresco pueblo costero irlandés situado en el condado de Cork. Kay era la mayor de cuatro hermanos nacidos en el seno del matrimonio formado por Donald Florence MacCarthy-Morrogh, un oficial retirado del ejército británico, y su esposa Vera Mary Hutchinson, una mujer de distinguida ascendencia galesa. Desde muy joven, Kay destacó por su belleza, pero ya entonces siempre quiso demostrar que su valía iba mucho más allá de su aspecto físico

Decidida a convertirse en una mujer independiente, se trasladó muy joven a vivir a Londres. Sin embargo, sus expectativas se vieron un tanto frustradas al llegar a la gran ciudad. A principios de la década de 1930, los encantos femeninos todavía prevalecían por encima de otras cuestiones a la hora de valorar profesionalmente a una mujer y la joven solo encontró trabajo como modelo y extra de cine, aunque sus aspiraciones fueran mucho más allá.

En 1936, Kay se casó con Gordon Thomas Summersby, un hombre de oscuro pasado que había ejercido de boxeador y tahúr en timbas ilegales antes de encontrar un empleo de contable y servir como oficial en el ejército. El matrimonio nunca llegó a funcionar y la pareja se divorció poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su mala experiencia conyugal, Kay decidió mantener el apellido de su primer esposo, que conservó durante el resto de su vida.

Cuando Gran Bretaña entró en la contienda, Kay no dudó en alistarse en el Cuerpo de Transporte Mecanizado, unidad auxiliar en la que estaba permitido que pudieran servir las mujeres, la misma en la que al final de la guerra también se enroló, como conductora de ambulancias, una joven princesa que unos pocos años más tarde se convertiría en la reina Isabel II de Inglaterra.

La princesa Isabel conduciendo una ambulancia durante su servicio en la ATS
La entonces princesa Isabel conduciendo una ambulancia durante su servicio en la A.T.S. Foto: Getty.

Durante la Batalla de Inglaterra, Kay adquirió fama como experta y hábil conductora que sabía moverse entre las calles de Londres al volante de una ambulancia para asistir a las víctimas de los bombardeos alemanes. Tras su esforzada actuación durante los raids aéreos sobre la capital británica y la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Kay fue seleccionada junto con otras compañeras para trabajar como conductoras de los altos mandos militares norteamericanos que iban llegando al Reino Unido.

En mayo de 1942, el entonces general de división Dwight Eisenhower recaló en Londres para ponerse al frente de las fuerzas expedicionarias de los Estados Unidos en Europa. Fue en esas fechas cuando Kay Summersby fue escogida por su experiencia para servir como su chófer personal y acompañarle en todos sus desplazamientos. Los comentarios machistas de aquellos días insinuaron que la belleza de Kay había sido el factor determinante que había influido decisivamente en su elección. Al margen de esta polémica, lo cierto es que Eisenhower había llegado a Europa con ideas renovadoras respecto a la participación de la mujer en la contienda. Desde un primer momento ordenó su incorporación de pleno derecho en las fuerzas armadas para desempeñar puestos administrativos en los cuarteles generales, al contrario de lo que opinaban otros mandos aliados, entre ellos el misógino general Montgomery, que rechazaba categóricamente la presencia femenina en los lugares donde se decidía la marcha de la guerra.

En el plano personal, Kay había intentado rehacer su vida al lado del teniente coronel Richard Arnold, un oficial norteamericano con el que se comprometió antes de que él partiera a combatir en la campaña del Norte de África. Sin embargo, su relación se vio truncada trágicamente cuando Arnold murió en acto de servicio. Por aquel entonces, la relación de Eisenhower con su esposa Mamie Geneva Doud no atravesaba por su mejor momento. Distanciados desde la muerte en 1921 de su hijo primogénito, el estallido de la Segunda Guerra Mundial interpuso entre ellos una separación física que ahondó una brecha que parecía destinada a convertirse en ruptura definitiva. Descrita por algunos historiadores como una mujer de rígidas costumbres, amargada por el fallecimiento de su hijo, Mamie se negó expresamente a acompañar a su esposo a Europa.

Dwight D. Eisenhower
El general Dwight D. Eisenhower posando para la portada de la revista Life, en abril de 1945. Foto: Getty.

De chófer a secretaria

Ike, sobrenombre por el que Eisenhower fue popularmente conocido, tuvo que afrontar en soledad la toma de una serie de decisiones que iban a influir en el resultado final de la guerra en Europa. En esos dramáticos momentos siempre tuvo a su lado la presencia inseparable de Kay Summersby, que no tardaría en asumir también el trabajo de secretaria personal del general. En las imágenes tomadas en aquellos días, Summersby aparece junto a Eisenhower en un discreto segundo plano durante los encuentros mantenidos con personalidades de la talla de Churchill.

Aquellos mandos y oficiales que compartieron al lado de Eisenhower los episodios más complicados de la guerra recordaron a Kay Summersby como la mujer que se convirtió en la confidente del comandante supremo aliado. Fue ella la única que vio llorar al general después de despedir a los paracaidistas que iban a ser la punta de lanza en Normandía durante el Día D. En el transcurso de una cena oficial, Eisenhower le confesó a un sorprendido Churchill que «…no tenía secretos con Kay», a la que tenía sentada a su lado. También fue la única mujer presente en la ceremonia que escenificó la rendición alemana en mayo de 1945, aunque su imagen fue eliminada premeditadamente de la foto que dejó constancia del acto.

El controvertido general Patton declaró en una ocasión que el comandante supremo se volvía muy desagradable y presumido en presencia de su chófer y secretaria; el general Omar Bradley, compañero de juventud de Eisenhower durante la etapa que compartieron como cadetes en la Academia de West Point, se refirió a Kay como «la sombra de Ike». Mientras Eisenhower tenía que hacer frente a las tensiones derivadas del mando, fue Summersby la que ejerció de anfitriona durante los viajes y en las reuniones en el cuartel general aliado, desempeñando una brillante labor que en muchos casos sirvió para limar asperezas y acercar posturas entre egos masculinos que no podían disimular sus diferencias.

No es de extrañar que esta intimidad profesional alentase los comentarios malintencionados que se encargaron de difundir el rumor sobre una posible relación sentimental entre ellos. Según aseguran algunas fuentes, antes del fin de la guerra en Europa, Eisenhower habría dirigido varias cartas al presidente Truman pidiéndole permiso para divorciarse de su esposa y poder casarse con Kay Summersby. Truman habría consultado el tema con el general George Marshall, Jefe del Estado Mayor del Ejército y superior inmediato del planificador del desembarco de Normandía, que se opuso a esa posibilidad alegando el perjuicio que podría suponer para la imagen pública de las fuerzas armadas. Posteriormente, Truman habría destruido esas cartas comprometedoras.

La victoria aliada sobre el nazismo marcó el inicio del distanciamiento entre Ike y su leal confidente femenina. Eisenhower regresó a los Estados Unidos y se concentró en su carrera política. Nunca más volvería a hablar sobre ella en público, relegándola a un olvido autoimpuesto en el que no había lugar para los recuerdos. Kay Summersby intentó rehacer su vida al lado de Reginald H. Morgan, un corredor de bolsa de Wall Street con el que se casó en 1952 y del que se divorciaría 6 años después. Al margen de las especulaciones alentadas por sospechas y rumores, lo cierto es que los secretos y confidencias que Ike compartió con Kay posiblemente nunca serán conocidos.

Las mujeres de Bletchley Park

De la misma forma que durante el transcurso de la contienda las mujeres fueron excluidas del proceso de toma de decisiones políticas y militares, su brillante participación en los trabajos que se desarrollaron en las instalaciones de Bletchley Park para descifrar los códigos encriptados de las comunicaciones alemanas fue eclipsada por los éxitos del equipo dirigido por el matemático Alan Turing y, posteriormente, ocultada por el secreto oficial.

Alan Turing, el brillante matemático británico que decantó la Segunda Guerra Mundial
Según algunos historiadores, el trabajo de Alan Turing habría acortado dos años la duración de la Segunda Guerra Mundial, salvando alrededor de catorce millones de vidas. Foto: Album.

Bletchley Park, una recargada mansión de estilo victoriano a 80 kilómetros de Londres, fue el lugar elegido en la segunda mitad de la década de los años 30 del siglo XX para albergar la Escuela de Cifrado y Comunicaciones Secretas del Gobierno. La residencia había sido comprada con dinero de su propio bolsillo por Hugh Sinclair, jefe del MI6, el Servicio Secreto de Inteligencia Exterior, con el propósito de contar con unas instalaciones adecuadas para que los especialistas en comunicaciones cifradas pudieran desplegar su actividad contra las nuevas amenazas estratégicas a las que se enfrentaba Gran Bretaña en esos años convulsos.

A la hora de reclutar a la plantilla de especialistas que iban a trabajar en Bletchley Park se recurrió a candidatos masculinos con perfil académico y que hubieran estudiado en las universidades más prestigiosas del país. Sin embargo, al estallar la guerra y ante las necesidades de ampliar el personal para atender el ingente trabajo de análisis de información encriptada hubo que recurrir a contratar mujeres con estudios superiores en matemáticas, física e ingeniería. A partir de entonces, su número no dejó de crecer, hasta constituir un 75% del personal destinado en Bletchley Park. Se calcula que en total fueron cerca de 8.000 las mujeres que trabajaron en sus dependencias, de las cuales más de la mitad pertenecían a las fuerzas armadas británicas.

Trabajo de mujeres como criptógrafas
El trabajo de las mujeres como criptógrafas fue decisivo para descifrar comunicados alemanes. En la imagen, en Bletchley Park, centro de inteligencia de las fuerzas británicas. Foto: Getty.

Las mujeres no fueron muy bien recibidas por la mayoría de sus colegas masculinos, que las consideraban incapaces para un trabajo que exigía un considerable esfuerzo intelectual. A pesar de que muchas eran tituladas universitarias, al principio fueron relegadas a tareas administrativas y menores. La intervención decisiva de Max Newman, un destacado matemático de Cambridge, hizo que se produjera un cambio en la actitud machista de sus colegas. Él estaba al frente de la que era conocida como Newmanry, una de las secciones de Bletchley Park encargada de desarrollar y emplear métodos mecánicos en el criptoanálisis mediante las computadoras Colossus, con las que los británicos podían leer las comunicaciones cifradas alemanas. 

Max Newman formó un cohesionado equipo integrado por Donald Michie, un destacado especialista en inteligencia artificial, dos ingenieros y 16 mujeres del WRNS (Women’s Royal Naval Service, «Real Servicio Naval Femenino»). En un principio Newman fue de los científicos que se mostró reacio a la incorporación de las mujeres, pero cuando descubrió las brillantes capacidades demostradas por las «Wrens», nombre por el que eran conocidas sus colaboradoras femeninas, defendió ante sus superiores y el resto de compañeros masculinos el valor y la importancia de su trabajo.

Miembro del Servicio Real Naval de Mujeres
Un miembro del Servicio Real Naval de Mujeres, sección femenina de la Royal Navy, cambiando una llanta, en 1941. Foto: Getty.

Se afirma que la labor desarrollada en Bletchley Park sirvió para acortar la guerra entre dos y cuatro años. En este sentido, las mujeres allí destinadas jugaron un papel decisivo y entre las miles que prestaron servicio para que así fuera destacaron algunos nombres. Ann Mitchell se había graduado en matemáticas por la Universidad de Oxford y en 1943 fue reclutada por el Foreign Office para formar parte del equipo liderado por Alan Turing que estaba trabajando para descifrar los códigos de la máquina Enigma. Durante décadas ocultó a todos, incluida su familia, su participación en el proyecto, mientras su marido era considerado un héroe por haber participado en el desembarco de Normandía.

Mavis Batey estudió alemán en el University College de Londres y convertida en experta lingüista desarrolló una serie de técnicas que permitieron descubrir patrones en los especialistas alemanes que redactaban las comunicaciones encriptadas. Algunos de los mensajes descifrados por Mavis sirvieron para salvar miles de vidas de soldados aliados. Jane Fawcett, una joven de clase alta que se había formado como bailarina de ballet clásico, empezó a trabajar en Bletchley Park con apenas 18 años. Destinada al Hut 6 («Cuarto 6»), pasó largas jornadas de trabajo encerrada allí dentro junto a otras compañeras mientras descifraban las comunicaciones del enemigo. En aquel cuarto en penumbra, mal ventilado y sin apenas calefacción, interceptó un mensaje que reveló la posición del acorazado alemán Bismarck y permitió a la Royal Navy poder hundirlo.

Entre las mujeres que trabajaron en Bletchley Park, Joan Clarke es posiblemente una de las más conocidas. Matemática formada en Cambridge, formó parte del reducido equipo de colaboradores que trabajó al lado de Alan Turing descifrando Enigma. En el Hut 8 se convirtió en la única mujer experta en «banburismus», inquietante nombre por el que fue conocido el proceso criptoanalítico desarrollado por Turing que se servía de probabilidad condicional secuencial para determinar cuál podía ser la configuración posible utilizada por una máquina Enigma a la hora de encriptar un mensaje. Gracias a su trabajo y al del resto del equipo, los británicos consiguieron reducir drásticamente el número de buques hundidos por los submarinos alemanes.

Joan Clarke
Joan Clarke, la única mujer experta en «banburismus», el proceso criptoanalítico desarrollado por Turing. Foto: ASC.

El trabajo de Joan Clarke en el Hut 8, del que llegaría a ser subdirectora, despertó la admiración de sus compañeros varones. Sin embargo, su condición femenina le impidió ascender dentro de la jerarquía de Bletchley Park. El impresionante esfuerzo intelectual que se le exigía como banburista tampoco fue debidamente recompensado económicamente y Clarke cobraba bastante menos que algunos hombres que realizaban trabajos de nivel inferior.

Eleanor Roosevelt: a la sombra del presidente

La esposa del presidente Franklin D. Roosevelt y sobrina de Theodore Roosevelt, el vehemente presidente que llevó a la práctica la política del «Gran Garrote» en las relaciones exteriores norteamericanas, siempre dio muestras de una fuerte personalidad forjada durante una infancia marcada por la muerte temprana de sus padres. Tras su matrimonio con el joven y prometedor político que acabaría siendo presidente, fue ella la que le animó a seguir adelante en su carrera cuando contrajo la poliomielitis que le ató a una silla de ruedas para el resto de su vida. Las constantes infidelidades de su marido supusieron una humillación personal que acabó con su matrimonio, aunque las presiones de su entorno impidieran el divorcio de la pareja. 

Franklin D. Roosevelt
Franklin D. Roosevelt fotografiado por Leon Perskie en agosto de 1944. Foto: ASC.

En todo caso, Eleanor nunca estuvo dispuesta a aceptar el papel decorativo que se les tenía reservado a las primeras damas de los presidentes norteamericanos. Destacada activista en materia de derechos civiles y de justicia social, era temida por sus declaraciones públicas en las que no tenía pelos en la lengua a la hora de denunciar los abusos contra las minorías y la situación de exclusión social en la que vivían.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Eleanor manifestó su intención de viajar a Europa como voluntaria de la Cruz Roja, deseo del que fue disuadida ante el riesgo de que pudiera ser hecha prisionera en el transcurso de los combates. Mientras los vientos de guerra soplaban hacia los Estados Unidos, defendió la incorporación activa de la mujer y de los afroamericanos en puestos tradicionalmente ocupados por hombres blancos ante la posibilidad inminente de que el país se involucrase en la contienda.

Con las tropas norteamericanas combatiendo por todo el mundo, Eleanor Roosevelt emprendió extenuantes giras en las que recorrió los frentes de guerra de Europa y el Pacífico para interesarse por el bienestar de los soldados. Dentro de Estados Unidos, protagonizó campañas para fomentar la compra de bonos de guerra, defendió la adopción de medidas sociales en beneficio de las mujeres que trabajaban en la industria de guerra y mostró un apoyo decidido a las unidades militares afroamericanas para que se integrasen plenamente en las fuerzas armadas. Sin embargo, esta frenética actividad no fue bien vista por algunos rivales políticos de su marido y ciertos sectores sociales, que criticaron abiertamente que la primera dama, al fin y al cabo un mero título honorífico, interviniese en cuestiones del Gobierno y gastase recursos públicos en las iniciativas en las que estaba implicada. 

Eleanor Roosevelt visitando el campo de Zeilsheim en Alemania
Eleanor Roosevelt destacó por su intensa labor social y política durante y después de la guerra. En la imagen, visitando el campo de Zeilsheim, en Alemania en 1945. Foto: Getty.

A pesar del fracaso de su matrimonio, del que públicamente no se podía hablar, y del evidente distanciamiento conyugal entre el presidente y su esposa, que les llevó a vivir separados, la relación entre ambos siempre fue fluida y cordial. Con el paso del tiempo se convirtieron en una pareja de amigos y colegas políticos que se ayudaban mutuamente en sus respectivos intereses. Sin embargo, este afecto mutuo no consiguió cerrar viejas heridas y en una ocasión Eleanor manifestó que podía olvidar pero no perdonar. Cuando a partir de 1943 el estado de salud del presidente Roosevelt empeoró ostensiblemente, Eleanor rechazó la invitación de su marido para convivir de nuevo juntos en la Casa Blanca. 

Conforme avanzaba la contienda y se veía próxima la derrota de alemanes y japoneses, Roosevelt defendió en las conferencias de Teherán y Yalta el consenso que había mantenido unidos a los aliados frente al enemigo común, esfuerzo que consumió sus últimas energías. Firme defensor de la creación de una Organización de las Naciones Unidas que velase por la paz en el mundo, su muerte el 12 de abril de 1945 le impidió ver hecho realidad uno de sus proyectos más ambiciosos.

El presidente Harry S. Truman heredó la aspiración de su antecesor y desde un primer momento tuvo claro que Eleanor Roosevelt era la persona idónea para ocupar el puesto de representante de los Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En abril de 1946, se convirtió en la primera presidenta de la recién creada Comisión de Derechos Humanos de este organismo internacional. Un año más tarde, participó en los acalorados debates en torno a la aplicación del que fue conocido como Plan Morgenthau, propuesta que defendía la desindustrialización y partición de Alemania, en los que tomó partido por su aplicación más estricta. Al margen de esta polémica, Eleanor Roosevelt jugó posteriormente un papel destacado en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En la década siguiente, Eleanor mantuvo una intensa vida pública que la llevó a estar presente en algunos de los acontecimientos políticos más importantes de su país. Considerada como la mujer más influyente de su tiempo, falleció el 7 de noviembre de 1962 a la edad de 78 años y sus restos reposan junto a los de su marido en una tumba erigida en el jardín de rosas de la residencia familiar en Springwood.

FUENTE: MUY INTERESANTE


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