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agosto 29, 2023

Así ha sido la militancia de las dos guerrilleras que hoy negocian la paz por el ELN


Isabel Torres y María Consuelo Tapias hablan de la vida en la guerra, de la maternidad, de los retos de negociar la paz y explican por qué no están de acuerdo en negociar una agenda de género en los diálogos con ese grupo armado.

Isabel Torres y María Consuelo Tapias* ingresaron a las filas del Ejército de Liberación Nacional siendo adolescentes. Las dos vivían en zonas del país con presencia histórica de esa guerrilla y provienen de familias campesinas y muy católicas. Las dos manifiestan haberse ido a la guerra por la persecución de las fuerzas de seguridad que las tenían en la mira por su trabajo en las comunidades y su cercanía a la organización. Las dos fueron madres mientras estaban en la guerra, se duelen por estar lejos de sus hijas y sueñan con terminar sus carreras universitarias. Las dos hacen parte de la delegación del ELN que negocia con representantes del gobierno de Gustavo Petro.

Consuelo es la más antigua en estas labores como negociadora. Entró a hacer parte de la delegación en 2016, cuando comenzaron los diálogos con el gobierno de Juan Manuel Santos. Fue elegida en una asamblea del frente Darío Ramírez Castro, que opera en el sur de Bolívar, y luego su nombre fue aprobado en un pleno ampliado de la Dirección Nacional de esa guerrilla. Isabel entró al equipo un año más tarde y su elección fue similar, aunque pertenecía a una estructura del Catatumbo, el frente de guerra nororiental. Su encargo fue más específico: hacer parte de la subcomisión que acordó, con delegados de la fuerza pública, las bases del cese al fuego de 101 días que estuvo vigente entre septiembre de 2017 y enero de 2018.

Tras cuatro años de encierro y aislamiento en La Habana, Cuba, las dos volvieron a sus tareas en la negociación. Isabel está ahora en Caracas haciendo parte de las deliberaciones del cuarto ciclo de diálogos que empezó el 14 de agosto. Consuelo se quedó en Colombia en labores del Consejo Nacional de Participación para avanzar en el cronograma de los 25 encuentros nacionales y regionales que deben realizarse en los próximos seis meses con miras a diseñar el modelo de la participación de la sociedad en el proceso.

En esta conversación con Colombia+20 las dos hablaron sin tapujos de su experiencia como negociadoras, compararon los dos procesos de diálogo en los que han participado y revelaron algunos detalles de la militancia de las mujeres en la guerrilla del ELN.

¿Cómo ingresa al ELN?

Consuelo Tapias: Me relaciono con el ELN desde que era estudiante de secundaria, a los 16 años. Realizaba actividades políticas, hacía parte de un colectivo que hacía teatro. Ingreso a la estructura guerrillera armada como tal en 2001, lo hice de manera forzada por la persecución contra nosotros. Hubo compañeros desaparecidos, otros que fueron a la cárcel y los que quedamos nos fuimos a la guerrilla. Allá seguí preparándome y haciendo periodismo en el sistema de emisoras Patria Libre, que nació en 1991 y que es regional. Estuve como 10 años y allá investigaba, hacía reportes, noticias, cubría eventos, teníamos espacios culturales. Hay más o menos cinco emisoras funcionando, tenemos periódicos y revistas impresas y digitales (Insurrección).

Isabel Torres: Ingresé a los 17 años. Trabajaba en la administración pública, era la secretaria del tesorero de mi pueblo y tenía mucho relacionamiento con la población, participaba en los procesos de las vicarías sociales de las iglesias. En el 2005 hubo la segunda arremetida paramilitar en el Catatumbo y hubo desplazamientos, asesinatos selectivos, amenazas, me sentía muy vulnerable y dije aquí me va a pasar algo y decidí ingresar a la guerrilla. Yo vivía en un lugar donde las guerrillas controlaban el territorio, estaban el ELN, las FARC y el EPL y todos los que estábamos de ese lado, pues éramos guerrilleros. Me fui al ELN porque me gustaba como se relacionaba con la gente. Las FARC eran muy estrictos en la forma como imponían las normas. Me incorporé a una compañía, luego vino la segunda fase de la seguridad democrática, que fue muy fuerte; me formé como operadora de radio y cosas así más técnicas y de ahí empecé a escalar.

¿Qué porcentaje de mujeres había en el ELN cuando ingresaron?

Isabel: En la escuadra había como 18 o 20 mujeres de un total de unas 120 personas. Varias mujeres estaban en el mando y por eso no me sentí desprotegida. En mi caso me exigían mucho, me decían “usted no puede ser floja, tiene que echar pa’delante”. Al principio fue duro eso de la formación y el trabajo militar.

Consuelo: Yo llegué con una experiencia más en la parte política y la seguí desarrollando en la formación de los guerrilleros. Igual pasé por escuelas de combatientes, escuelas de mandos. En la estructura donde ingresé había más o menos 30 mujeres de unos 120. Había tres mujeres que comandaban la estructura, fue acogedor y muchas mujeres jóvenes siguieron ingresando. Siempre se nos exige más, es un sello muy machista de la sociedad colombiana del que no escapa ninguna guerrilla. En mi caso no tengo una experiencia negativa, porque cuando ingresé había escasez de mandos y al poco tiempo empecé a asumir responsabilidades y a comandar hombres. En ningún momento viví eso de que un hombre no cumpliera una orden o cosas que a lo mejor otras compañeras sí tuvieron que enfrentar. En el ELN no hay mujeres en la Dirección Nacional porque las balas no las han dejado llegar, han sido asesinadas.

Isabel: Yo vengo de un frente que tiene una particularidad y es que siempre ha tenido mujeres en su comandancia. De allí han salido muchas compañeras para la Dirección Nacional. En otras estructuras o frentes hay muchas mujeres en la conducción, con mucho reconocimiento, ellas nos han allanado el camino y no es novedad.

¿Qué ha sido lo más difícil de ser guerrillera con mando?

Isabel: Lo más difícil fue combinar la maternidad con el compromiso revolucionario. La organización intentó dejarme en un espacio fuera del brazo armado para que pudiera estar con mi hija sin dejar el compromiso revolucionario, pero la situación de seguridad me obligó a entregar mi hija e ingresar otra vez. Si me quedaba, en cualquier momento me iban a capturar, a desaparecer o me iban a quitar la niña. Fue una decisión muy dura, pero la tuve que afrontar y aún no se lo he explicado bien a ella. No quería perder mi compromiso de militante.

¿Qué las motiva a ser madres si están en la guerra?

Isabel: Buena pregunta, todavía me la estoy haciendo. En ese momento pensé que podía hacer las dos cosas, pensé que tenía más clandestinidad, pero no. Estaba muy boleteada y no medí los niveles de seguridad. No quería que mi hija me viera uniformada ni con armas. Hoy no tenemos contacto, porque nunca nos dejan de perseguir ni hacer inteligencia. Yo no sé dónde va a parar este proceso.

Consuelo: Lo más difícil es no tener un contacto permanente con mi familia, por los niveles de persecución. Yo tomé una decisión radical de no estar en contacto con mi hija.

¿Cómo cuidar un embarazo en medio de la guerra?

Consuelo: Uno no se separa del frente de guerra para ser mamá. Depende del embarazo, si es problemático le toca estar en otro lugar para tener cuidados; si es normal, uno puede estar en el frente hasta los 7 u 8 meses. Algunas no pueden salir porque las condiciones no lo permiten y tienen el bebé ahí, hay médicos.

¿No está prohibido tener hijos?

Consuelo: No. La mayoría deciden ser madres. Yo creo que es una decisión muy consciente de cada una, la mayoría tenemos uno y máximo dos, por las condiciones, pero tampoco perdemos el derecho de ser madres.

Isabel: La decisión de la planificación, de la maternidad y de la pareja es de cada mujer. Los jefes no se meten mucho en eso. Si yo tengo un embarazo, lo reporto a mi comandante. La primera pregunta que hace es: “¿Usted lo quiere tener?”. Dependiendo de la respuesta, se hace el procedimiento. Si yo digo que sí, la organización brinda la atención médica, económica y el acompañamiento, todo para que yo tenga ese hijo.

En el monte, en medio de la guerra, no es fácil cargar bebés, ¿qué hacen?

Isabel: La segunda pregunta que hace el comandante es: “¿Tiene dónde ubicar a su hijo, cuenta con apoyo?”. Si digo que no lo tengo, la misma organización en las bases busca una familia que lo proteja y le dé la seguridad y la atención que necesita. También se encargan de los niños y de la educación, en la medida de lo posible.

¿Qué retos enfrenta por ser negociadora?

Consuelo: Uno deja de hacer una confrontación militar para ir a la mesa a llevar una confrontación política. Pero es lo mismo, vas a luchar y tienes que armar una estrategia. Eso se hace todos los días y todos los días hay que estar evaluando y analizando y renovando esa estrategia. Y todos lo que estamos en la delegación participamos.

Isabel: La guerra sigue, el escenario de confrontación cambia. Los objetivos son los mismos. Lo que hicimos fue actualizarnos, porque hay gente que lleva 30 años en negociaciones y yo fui casi la última. En la mesa éramos tres mujeres (Silvana Guerrero se ausentó hace un ciclo) y hay cuatro más en la gestoría y equipos técnicos. Todas participamos en los debates para armar las estrategias.

Estos escenarios son muy masculinos, ¿es fácil escuchar a las mujeres?

Consuelo: El diseño que llevamos en la anterior mesa con Juan Manuel Santos y ahora en este gobierno con Gustavo Petro hemos trabajado por comisiones de trabajo para el tema de participación, para el tema humanitario, para el cese al fuego, para lo de comunicación, y para pedagogía y en esas comisiones hay debates y nosotras participamos, ahí se defienden posiciones y todas las mujeres de ambas delegaciones participamos.

Isabel: Hay una diferencia en el tema de la delegación del ELN, porque tenemos trabajos internos colectivos previos. Así el vocero sea un hombre, la decisión es colectiva. En las comisiones se forma el debate y si yo no estoy de acuerdo con lo que el vocero dice, entonces abre el espacio democrático otra vez.

¿Por qué no hay más mujeres en la delegación?

Consuelo: No es fácil que una estructura separe mujeres de la responsabilidad de mando por nuestra particularidad de ser clandestinas, hay muchas con nivel de responsabilidad alto y al sacarlas a ellas de eso es difícil para no romper la proyección que las compañeras llevan.

¿Qué ha sido lo más difícil de ejercer su papel como negociaciadoras?

Consuelo: Lo más difícil fue cuando el presidente (Iván) Duque dio por terminado el proceso y levantó las órdenes de captura para la delegación. Hubo mucha incertidumbre, porque en estos procesos juegan mucho las relaciones de los Estados. No sabíamos qué iba a pasar en Cuba. Fue un momento crítico.

Isabel: Lo más difícil fue intentar una dinámica de trabajo y de estudio mientras estábamos encerrados en una isla, intentamos darnos moral entre nosotros durante los cuatro años. Luego vino la pandemia y fue peor. A medida que presionaban a Cuba, ellos nos restringían más. Algunos pensaron que nosotros no íbamos a seguir y que esta sería una delegación distinta.

Es cierto. ¿Por qué siguieron en la delegación?

Consuelo: Todos nos presentamos al Comando Central y presentamos la renuncia. Nos dijeron que entendían el asunto, pero que hacer una delegación totalmente nueva podría ser un revés, nos pidieron que nos quedáramos y nos ratificaron en un pleno nacional. Solo uno dijo que no.

¿Qué diferencias hay entre negociar con el gobierno Santos y negociar con el gobierno Petro?

Consuelo: Durante el gobierno Santos teníamos una realidad política distinta, era otro momento. Ahora estamos ante un gobierno que no es de derecha. Petro tiene ideas de izquierda, pero el gobierno como tal no es de izquierda, ilusos seríamos si creemos que porque Petro tiene ideas de izquierda el gobierno lo es. Es un gobierno que da garantías distintas y que ha facilitado que la negociación en la mesa vaya más rápido.

Isabel: Juan Manuel Santos tenía el control de los poderes, toda la derecha tenía los poderes. La composición de esa delegación era representación de la derecha, por eso en temas tan sustanciales como las acciones humanitarias casi no se avanzó. El cese al fuego fue gracias al Papa. Todo lo que se conseguía era como arañando. Un logro importante fue la participación de la sociedad con esas audiencias en Tocancipá. El proceso de hoy tiene algo bueno que no se tuvo en 2017 y es que la comunidad internacional se vinculó al proceso. La ONU y las iglesias hacen parte del Mecanismo de Monitoreo y Verificación y conforman el Comité Nacional de Participación. Otra cosa importante es la ampliación de las gestorías sociales. Ya se está hablando de ampliarlas y de crear la figura de los promotores de paz para que participen otros compañeros presos políticos. Otra diferencia es que durante la negociación anterior había un llamado de la sociedad, de los sectores populares y políticos que pedían que esa mesa no se fuera a caer y ellos la ayudaban a sostener. La diferencia con este gobierno es que esos sectores políticos y populares hoy se sienten parte del gobierno y están ahí y se sienten representados ahí y se sienten parte de la mesa.

¿Hay una agenda de género en esta negociación?

Isabel: El diseño de la agenda ha sido distinta. La mitad de los puntos son para la participación de la sociedad civil y ahí van a participar las mujeres. No vamos a firmar un acuerdo sobre género porque no nos corresponde. Debe salir del acuerdo social que salga de la participación. Uno de esos 15 eventos es para las mujeres. La sociedad y las mujeres son las que deben decir qué transformar, no los guerrilleros ni el Gobierno. Hubo una primera reunión donde se habló de cómo sería la participación de la mujer, en el ciclo 1, cuando no había acuerdo de agenda y llegaron las negociadoras del Gobierno con la intención de crear una subcomisión de género y les dijimos que no y luego nos hallaron la razón. La situación de la violencia de las mujeres en Colombia no pasa por los temas de género, es un tema que tiene que ver con el modelo económico, con el modelo de justicia, con el modelo político y la política de seguridad. No es un asunto exclusivo de las víctimas, su dimensión es mucho más amplia.

Las mujeres que han participado en negociaciones de paz dicen que es más facil negociar cuando hay mujeres en la contraparte, ¿qué dicen uestedes?

Consuelo: Yo creo que sí, cuando las que tenemos que negocias somos mujeres la cosa fluye más. Entre nosotras no hay un ego haciendo barrera, no hay afán de protagonismo, de quién vence a quien. El objetivo es acordar algo, que el asunto sea viable, entonces no nos dedicamos al pulso político, sino que cooperamos para que fluya.

Isabel: En la negociación anterior del cese al fuego no tuve mujeres en la contraparte, estaban los generales, eran solo militares. Era fuerte, eran discusiones acaloradas. Ahora también, pero fue diferente. En la negociación del cese al fuego de ahora yo era la única mujer del ELN, del gobierno había tres, pero la vocería la tenían los hombres, aún así las mujeres se pararon en los temas que se tenían que parar, como en el de acciones específicas o priorizar territorios para la veeduría social. En la firma de los protocolos había una mujer por cada parte, pero había decisión política de que debía salir un acuerdo. Sí ayuda mucho que seamos mujeres. Somos prácticas y ejecutivas, no nos enredamos tanto.

Consuelo: En ambas mesas (la de Santos y la de Petro) hemos visto mayor grado de entendimiento entre mujeres. Nosotras hablamos de los hijos, somos solidarias. Nos prestamos el maquillaje (risas) hasta nos cuidamos en la puerta del baño. Nos identificamos con lo difícil que es mantener varios roles en la sociedad.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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