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marzo 8, 2023

Un 8 de marzo en tiempos de cambio


¿qué podría significar ese 8 de marzo de 2023 en plena discusión sobre la paz total?

Está ampliamente superada esta extraña idea de algunos sectores de que el 8 de marzo ya no tiene significado para las mujeres del mundo entero. Esta noción circula incluso entre personas que están informadas, escuchan y consultan redes, y aun entre algunos sectores feministas.

Y sí, es cierto, hemos ganado mucha visibilidad en todos los aspectos de la vida social, de la acción pública, de la planeación nacional, urbana e institucional y de los enfoques de la comunicación. Y sin embargo, sigue siendo imperativo contar con un día en el que se reflexione sobre avances, retrasos y prioridades, sin olvidar nunca referirse a la histórica y tan larga lucha de las mujeres que nos precedieron y su significado para una ciudadanía plena para ellas.

Ahora bien, ¿qué podría significar ese 8 de marzo de 2023 en plena discusión sobre la paz total? Pues mucho, porque la paz nunca tendrá el mismo valor, el mismo significado para las mujeres que para los hombres. La paz para las mujeres no puede ser únicamente la solución, que se le da a la violencia política. Va mucho más allá: es la paz también en el acontecer cotidiano de las mujeres, es decir, en el patio de atrás. Hoy se habla mucho de las incidencias de los violentos en el campo de batalla, pero poco se habla de lo cotidiano.

No podemos bajar la guardia porque es justamente en estos tiempos de cambio cuando necesitamos hacernos sentir, levantando la voz y movilizándonos.

Otra pregunta que no podemos obviar en el contexto actual: ¿qué hacer ante esta pandemia de violencias de género? Quiero nombrar particularmente los feminicidios, que, mal contados, son, hoy por hoy, casi uno diario y que, desde hace tiempo, deberían representar una prioridad del Estado de primera importancia. Y claro, ligado a ese asunto, las mujeres necesitan hoy una justicia veloz y reparativa.

En cuanto a los porcentajes de mujeres en los distintos Congresos de América Latina –porcentajes iguales o mayores a los 40 % como Perú, Argentina, Costa Rica, Bolivia y Granada e incluso Uruguay con 50 %,– no puedo obviar referirme a nuestra pobre cifra de 29 % de mujeres en el Congreso. Este dato no representa ninguna victoria, como muchos y muchas ya lo estaban afirmando: es todavía el reflejo de que en Colombia el universo de la política sigue siendo un universo masculino que resiste con fuerza. Sigo impresionada por la dificultad que tienen los hombres cuando, en política, deben ceder algún espacio a las mujeres.

Nombraré también la importancia de incidir en las maneras de nombrar y de nombrarse. Sí, nuevas palabras que se instalan poco a poco en nuestro diario vocabulario: saludar con “todas, todos y todes”, hablar de la población trans, de nuevos calificativos como transfóbica, transfóbico, referirse a personas no binarias, debatir sobre el tema de la subrogación de vientre, referirse al poliamor, o a las triejas, que significa que las personas que ostenten la calidad de compañeras o compañeros permanentes pueden ser dos o más, reconociendo así nuevas tipologías de familia, entre muchos otros nuevos conceptos que reflejan profundos cambios societales y culturales.

No podemos bajar la guardia porque es justamente en estos tiempos de cambio cuando necesitamos hacernos sentir, levantando la voz y movilizándonos con el fin de que se merme esta eterna deuda que tiene el Estado con las mujeres colombianas, aquellas mujeres que no han dejado de aportar a la economía con su dedicación sin reparo al fluir de la vida, y hoy con su participación y sus aportes a las grandes reformas propuestas por el gobierno actual.

FLORENCE THOMAS

FUENTE: EL TIEMPO


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