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octubre 10, 2022

Excombatientes de Farc llegaron a colegio en Montes de María para hacer memoria


En San Juan Nepomuceno, Bolívar, estudiantes y futuros docentes se encontraron con artistas y reincorporados de las extintas Farc para compartir vivencias. La pedagogía de paz se toma las aulas de una región golpeada por el conflicto armado.

El profesor Edgardo Romero dice que vivió encerrado cinco años, a finales de los años 90, cuando la guerra llegó como un torbellino a los Montes de María y no respetó ni siquiera a las instituciones educativas. Romero dejó de ir a la finca de su padre, no volvió a frecuentar billares ni sitios públicos, y asegura que se la pasaba encerrado en su casa por miedo a las amenazas.

Hace más de veinte años que Romero dicta clases de Ciencias Sociales en la Escuela Normal de San Juan Nepomuceno, Bolívar, más conocida como la Normal de los Montes de María, donde se forman estudiantes que además de hacer su bachillerato pueden optar por el título de normalistas para empezar una carrera como docentes. La “Escuela”, como le dicen aquí, ha formado a centenares de profesores para la región Caribe.

En 1997, los paramilitares desaparecieron a Atilio Vásquez Suárez, rector de esta institución; en 2001, la rectora Pura Álvarez de Bustillo sufrió la misma desgracia. En esos años circuló una lista donde eran amenazados 35 profesores de la Normal, entre los que se encontraba Edgardo Romero. “Cuando regresamos a la Escuela a trabajar nuestra única arma fue producir pedagogía y cultura de paz”, cuenta hoy, recordando las presiones y amenazas de los grupos armados: “Las circunstancias nos llevaron a eso”.

Salvatore Mancuso asumió la responsabilidad de las Autodefensas por el crimen del profe Atilio, como llamaban sus colegas al rector desaparecido. Precisamente en la Escuela Normal de San Juan Nepomuceno se llevó a cabo, el 6 y 7 de octubre, el más reciente encuentro del proyecto “Construyendo país desde las aulas”, iniciativa de Colombia+20 de El Espectador con apoyo de la Embajada de Alemania, en alianza con el Instituto Colombo Alemán para la Paz (CAPAZ) y la Universidad Pedagógica Nacional.

Esta iniciativa, en palabras de Johanna Huepa, coordinadora de la licenciatura en Educación Comunitaria de la Universidad Pedagógica Nacional y una de las gestoras del proceso, “se articula con la propuesta anterior”, que fue realizada en colegios de Bogotá durante 2020 y 2021: “Se busca que puedan entrar en diálogo diversas realidades, colegios de Bogotá que son muy distintos entre sí, y en este caso una escuela normal que forma maestros en una región muy impactada por la violencia, que tiene una trayectoria en generar propuestas de memoria”, aseguró.

Al igual que en algunos de los encuentros anteriores, hubo integrantes del Colectivo Quinta con Quinta Crew, un grupo de artistas de Cúcuta que se dedica al trabajo comunitario con jóvenes en zonas marginales de Norte de Santander y el Caribe, quienes compartieron con los jóvenes su experiencia como colectivo, además de ofrecer a los asistentes talleres de rap, danza y tejidos.

A este encuentro asistieron dos integrantes del Colectivo Miradas, un grupo en el que participan excombatientes de las Farc en proceso de reincorporación junto a personas ajenas a esa guerrilla, que se han encontrado por sus intereses mutuos en la fotografía artística y documental.

Bastó que los dos miembros del Colectivo Miradas, Marcos Guevara y Alaín Cuadro, se presentaran diciendo que eran excombatientes de las Farc para detonar en los jóvenes todo un repertorio de preguntas, dudas, apreciaciones y opiniones sobre el conflicto armado, que irrumpieron en el aula, cautivada por el diálogo. Muchos de estos jóvenes son hijos de víctimas o victimarios del conflicto armado, que azotó con particular violencia la región de los Montes de María, entre los departamentos de Bolívar y Sucre.

“Juzgamos por las cosas malas que se han hecho”, dijo Luisa, estudiante de grado once: “Hay que entender las cosas detrás de esos antecedentes. Perdonar no significa que no haya sucedido, pero las personas tienen derecho a reconstruir su vida”.

A su vez, otro de sus compañeros hizo una pregunta que parecía más dirigida a sí mismo que a los reincorporados presentes en la sala: “Si somos racionales, ¿por qué se siguen dando los conflictos?”. Nadie pudo contestar con precisión su inquietud, pero alguien apuntó que la guerra enloquece, hace perder el sentido de la vida.

¿Cómo fue cambiar la vida? ¿Qué los llevó a meterse a los grupos armados? ¿Qué transformación buscaban? ¿Cuáles eran las causas?, fueron algunas de las muchas dudas que los estudiantes formularon a Marcos y Alaín.

Daniel, otro joven de grado once, planteó una de las más sugestivas: “¿Hubiera valido la pena morir por sus ideales y haber sido consumido por el olvido?”. La respuesta de Marcos Guevara fue concisa: “Eso tiene unos costos. Te pueden matar en el camino”.

“En principio la idea es que este proyecto sea un referente de experiencias pedagógicas para otras instituciones, que se potencie desde las secretarías de educación a nivel regional y nacional”, comenta Johanna Huepa, quien hace un llamado a “articular medios de comunicación, instituciones educativas y universitarias” para que se propicien espacios de pedagogía de paz.

El profesor Edgardo Romero celebró este espacio, que, según él, es la continuidad de un largo proceso que se ha desarrollado en la Escuela: “Los talleres van a reforzar toda esta propuesta que realizamos con estudiantes. Tenemos un capítulo que se llama La pedagogía de la memoria en la enseñanza de las ciencias sociales, para trabajar sobre temas del conflicto. Con ellos trabajamos la caja de herramientas del Centro Nacional de Memoria Histórica”.

En 2005, Romero fue galardonado con el Premio Compartir, por su trabajo de llevar contenidos sobre paz y reconciliación a las aulas; además, hizo parte de un proceso formativo impulsado por el gobierno alemán, lo que le ha permitido dictar cursos sobre pedagogía de paz en varias partes del país.

“Tenemos chicos que tienen experiencias del conflicto. Se arman espacios de diálogo, de debate. A veces las discusiones son fuertes, pero hemos aprendido unos protocolos para trabajar esas temáticas, unos rituales de cierre para que no se revictimice ni se desborde el hecho. Hay casos en donde los chicos han contado a nivel personal a través de su historia de vida”, concluye el profesor Romero.

Preguntas incómodas, pero pertinentes

Wilson Zabala, futuro normalista oriundo de Montería, quien además de estudiar en la Escuela impulsa varios proyectos y colectivos en San Juan, preguntó a los reincorporados la que parecía la más obvia de las inquietudes: ¿qué se siente pasar de las armas a tomar fotografías?

La respuesta vino de Marcos Guevara, que se enroló en las filas de la guerrilla en los días en que comenzaba el proceso de paz y dictó cursos en campamentos de la Serranía del Perijá: “Yo nunca hice algo que no quisiera”, explicó, asegurando que dejar las armas le permitió conocer “otras herramientas para construir país. La fotografía es una herramienta que me ayuda a conocer el país. Me ha permitido llegar a lugares y espacios como este, donde jamás hubiera podido llegar”, dijo precisando detalles de su experiencia en el monte: “Todo es como un relojito. No hay nada al azar, siempre estás bajo órdenes. No puedes decidir si caminas o no, te toca caminar. En la vida civil nadie te dice qué tienes que hacer”.

Jorge Botello “Aiman”, del Colectivo Quinta con Quinta, contó cómo en su trabajo con comunidades y víctimas se han encontrado con realidades desgarradoras, donde la guerra impacta todos los aspectos de la vida cotidiana: “La primera vez que fuimos a hacer un grafiti al Catatumbo los niños salieron corriendo cuando vieron los aerosoles”, aseguró, hasta que sus compañeros entendieron la razón: “El aerosol era el símbolo inicial de la violencia, pues cuando llega el grupo armado lo primero que hace es poner sus grafitis”.

Al final el espacio terminó convertido en un poderoso intercambio de talleres, donde los integrantes del Colectivo Miradas enseñaron algunas pautas para tomar fotografías, mientras que los miembros de Quinta con Quinta hicieron actividades de danza, tejidos y composición de hip hop, que terminaron en una mezcla de saberes en donde los estudiantes combinaron sus conocimientos artísticos con el vallenato y las décimas con los ritmos urbanos, que fueron expuestos en una mezcla cultural en el coliseo de la institución.

¿Qué los llevó a meterse en los grupos armados y cómo fue su paso por ellos?

Alaín Cuadro, excombatiente: Mi padre era obrero, mi madre manicurista. Un día un tío se tuvo que ir corriendo, nos enteramos que él estaba en la guerrilla. En ese tiempo existía el F2 del Ejército, ellos intentaron desaparecerlo. A toda hora había miedo en el ambiente, a mí he hacían seguimiento constantemente cuando entré a la Universidad. Esa fue mi mayor motivación para irme a la guerrilla. Fue un proceso muy formativo, yo me mantuve en las ciudades, mis labores eran de inteligencia, de observación, de análisis. Por eso conocí mucha gente en la región Caribe, lo que me facilita ahora ir a los territorios, conozco gente por todos lados.

¿Cuál era la causa por la que luchaban? ¿Qué buscaban?

Marcos Guevara, excombatiente: Cuando llegué a los Montes de María acá no había presencia del Estado, era sólo una presencia militar. No había agua, no había energía, no había nada, y tu veías a los guerrilleros diciéndole a los campesinos que había que organizarse para cambiar ese tipo de cosas. Yo leí sobre la guerrilla y eso me llenó de razones para decir que había que transformar el país, tomar las armas para transformar el país, no tuve otras herramientas. Por eso el conflicto en Colombia se agudizó mucho, porque los muchachos no tienen herramientas y muchos terminan en los grupos armados: no tienen un colectivo, una organización que llegue y les brinde otras herramientas.

Aura, estudiante: ¿Cómo sientes el impacto del conflicto que dejó millones de víctimas?

Marcos Guevara, excombatiente: No se trata de quien tuvo o quien no tuvo la razón, ¿era necesaria tanta sangre en Colombia? Eso no era necesario, la Comisión de la Verdad precisamente trata de contarle al país cuáles fueron esas razones, sus relatos no justifican, pero si cuentan cómo fueron los otros.

¿Cómo transformar la realidad con el arte?

Jorge Botello “Aiman”, Colectivo Quinta con Quinta: Una idea empieza a impactar la realidad que no existía antes sino en la imaginación. Si ni siquiera somos capaces de imaginarnos un país distinto, nunca va a cambiar en la realidad. Las soluciones no vienen desde afuera. Subestimamos los sueños.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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