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julio 26, 2022

EL INFORME FINAL DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD Y EL VOLUMEN SOBRE LAS MUJERES


El Informe Final de la Comisión de la Verdad se presentó el pasado 28 de junio, luego de cuatro años de investigación y diálogo sobre cerca de 60 años de conflicto armado en Colombia. La Comisión es fruto del acuerdo de paz firmado entre el gobierno colombiano y las Farc-EP en 2016. Se creó mediante el Acto Legislativo 01 de 2017 y el Decreto 588 de 2017 y es, junto con la Jurisdicción Especial para la Paz y la Unidad para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, una de las tres instituciones que componen el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición.

Tiene por objetivos el esclarecimiento, esto es, explicar los principales patrones de violencia que se dieron en el marco de la guerra; el reconocimiento de responsabilidades y de los impactos del conflicto armado en las víctimas, la promoción de la convivencia en los territorios y el fomento de garantías de no repetición de los hechos victimizantes.

El Informe consta de 10 volúmenes, incluida una declaración:

1. Hallazgos y recomendaciones: contiene la declaración, además de una primera parte con la síntesis de 11 temas que fueron investigados por la Comisión y una segunda parte con las recomendaciones que la Comisión le hace al país para avanzar en la construcción de paz.

2. No matarás: corresponde al relato histórico de la guerra.

3. Hasta la guerra tiene límites: presenta las violaciones de los derechos humanos, las

infracciones al derecho internacional humanitario y las responsabilidades sobre estos hechos.

4. Colombia adentro: relata qué ocurrió en las regiones y con el campesinado.

5. Sufrir la guerra y rehacer la vida: revela los impactos sufridos durante la guerra por todas las víctimas.

6. Cuando los pájaros no cantaban: ejercicio testimonial y coral para hacer visible los

impactos que tuvo el conflicto en sectores y grupos humanos que sufrieron de manera diferenciada la guerra.

7. Étnico: hace un aporte a la verdad de los pueblos indígenas, afrodescendientes, negros, raizales, palenqueros y Rom.

8. Mi cuerpo es mi verdad: visibiliza la experiencia de las mujeres y de las personas Lgbtiq+ en los distintos momentos de la guerra, particularmente las violencias sexuales enfrentadas.

9. No es un mal menor: recoge la experiencia de los niños, niñas y adolescentes en la guerra.

10. La Colombia fuera de Colombia: visibiliza el millón de personas exiliadas a causa del conflicto armado.

El informe hace énfasis en que el impacto de la guerra no ha sido igual para todos los grupos poblacionales ni ha tenido los mismos efectos en los diferentes territorios. Las mujeres son el grupo más afectado, puesto que, de acuerdo con la Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas (2022), de las 9.310.377 de víctimas del conflicto armado interno en Colombia, la mayoría son mujeres: 50.2% frente al 49.7% de hombres.

Como se observa, un gran número de mujeres fueron víctimas del conflicto, sin ser ellas quienes hacían la guerra mayoritariamente. Parafraseando a Ann Tickner (2019) estas realidades desmontan el imaginario de que las guerras se libran para proteger a las mujeres, puesto que son ellas quienes encabezan las cifras de civiles afectados por los conflictos armados, tanto en su etapa álgida como en momentos posteriores a esta. La seguridad física de las mujeres se ve amenazada de manera general en sociedades militarizadas, donde la incidencia de las violencias basadas en género es a menudo más alta.

Por esta razón, las siguientes líneas sintetizan algunos de los principales hallazgos del octavo volumen del Informe, específicamente sobre los efectos diferenciados que han vivido las mujeres en el marco de la guerra.

Siguiendo a Alejandra Miller, comisionada, economista y líder del movimiento feminista en Colombia, el volumen busca explicar por qué ocurrió lo que aconteció con las mujeres, por qué les sucedió a esas mujeres en específico y por qué sufrieron unas formas de violencia particulares. Lo hace a través de tres elementos fundamentales: 1. el cuestionamiento sobre qué nos pasó; 2. la búsqueda de explicaciones a por qué nos pasó y; 3. da cuenta de la resiliencia de las mujeres en el marco de la guerra.

Llegados a este punto es relevante señalar que esta Comisión es la primera en el mundo en ampliar las reflexiones sobre las violencias sexuales (hace referencias a 13 tipos distintos y no solo a la violación) e incluye también las violencias reproductivas. En primer lugar, Miller resalta que el 92% de las víctimas y sobrevivientes de violencias sexuales y reproductivas son mujeres. Esto denota una cultura patriarcal que libra la guerra en los cuerpos femeninos, convirtiéndolos en trofeo, lo que nos recuerda las reflexiones de Enloe (1990) sobre la importancia de entender el funcionamiento del género en nuestras sociedades para poder comprender cómo funciona el poder en las mismas.

En segundo lugar, el control territorial se ejerce también desde los cuerpos. El control sobre los cuerpos y la vida de las mujeres sostiene Miller, resulta más efectivo para controlar y vaciar los territorios. Por ejemplo, en los casos de desplazamiento forzado, las mujeres se desplazan con sus familias y con todas las personas a su cargo, lo que genera un vaciamiento del territorio y facilita el despojo de tierras. En regiones como el Caribe colombiano, la violencia sexual o la amenaza de esta fue muy marcada y se convirtió en un instrumento para despojar tierras.

En tercer lugar, la comisionada señala las violencias silenciadas históricamente, por ejemplo, las sufridas por mujeres en situación de prostitución quienes fueron usadas como agentes de inteligencia por diferentes actores para obtener información de los contrarios. Asimismo, la violencia ejercida contra las mujeres que se desempeñan en la política. Acá se incluyen lideresas, alcaldesas, concejalas y diputadas, entre otras, que además de ser cuestionadas constantemente por ser mujeres y por ende “no saber de política”, también fueron perseguidas, amenazadas, amedrentadas y secuestradas.

Esto no solo busca invalidar la autoridad política femenina, sino que castiga a las mujeres que deciden participar en la política. A través de esto se ensancha la brecha de participación de las mujeres en los territorios y, además, hace que muchas no vuelvan al escenario público por los altos costos derivados de esta actividad no solo para ellas sino también para sus familias.

En cuanto a los responsables, se identifica a los paramilitares como actores predominantes en el uso de la violencia sexual como estrategia de guerra para el despojo, específicamente grupos de los bloques del Caribe y del Sur del país. En los patrones analizados se observa que ni las guerrillas ni la fuerza pública usaron la violencia sexual como estrategia de guerra, pero sí la emplearon en diversos casos o miraron para otro lado generando impunidad cuando se presentaron casos.

Cuando se pasa a las explicaciones, Miller menciona la correlación de tres elementos que se refuerzan entre sí: el patriarcado, el mandato de las masculinidades guerreras y la histórica desprotección a las mujeres por parte del Estado. Las mujeres han sido víctimas y supervivientes de distintas violencias perpetradas por diferentes actores tanto en tiempos de paz como de guerra, pero el conflicto armado exacerba y hace más crueles las violencias contra las mujeres. Igualmente, en estos contextos se da mayor valor a la masculinidad autoritaria y agresiva, donde el más fuerte es el más armado y misógino. Tampoco podemos perder de vista que nuestra sociedad es desigual para hombres y mujeres en términos de recursos, de participación social y política, de acceso al trabajo, de retribución salarial, lo que fomenta una feminización de la pobreza. Aunque hay que reconocer que se ha avanzado en el cierre de esta brecha, el conflicto armado profundiza los márgenes de inequidad con base en el género.

A pesar de los múltiples efectos diferenciados que la guerra ha traído para las mujeres, el volumen recalca la resistencia de las mujeres. Miller concluye que han sido ellas quienes han cuidado la vida, los territorios, las comunidades y sus familias en medio de la violencia. Las mujeres le arrebataron muchos de sus hijos a la guerra, buscaron a los desaparecidos, enterraron a propios y ajenos, trabajaron sobre la soberanía alimentaria en las regiones, sobrevivieron el desplazamiento, resistieron en los territorios y han sido el eje de la reconstrucción de las comunidades. Muchas mujeres han convertido sus experiencias personales en experiencias colectivas, recordándonos que el cambio en Colombia sin las mujeres no es posible.

FUENTE: LA SILLA VACIA


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