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junio 9, 2022

Sororidad de cartón


La solidaridad femenina actúa como al niño pequeño con el que nos obligaron a jugar y lo recibimos como un participante de “cartón”, puede participar, anotar o perder puntos, pero es irrelevante al momento de definir un ganador en el juego; existe, pero no cuenta como algo real.


La solidaridad femenina actúa como al niño pequeño con el que nos obligaron a jugar y lo recibimos como un participante de “cartón”, puede participar, anotar o perder puntos, pero es irrelevante al momento de definir un ganador en el juego; existe, pero no cuenta como algo real.

A mediados de los años 70 llegó a Colombia el primer atisbo del movimiento feminista como respuesta a la necesidad de la inclusión de las mujeres a la opinión política, social, económica y demás factores que sólo se podían comentar en la intimidad, fortaleciendo aun más su corriente ideológica entre los años 80 y 90. En la actualidad, el feminismo ha recibido mayor atención y protagonismo, expandiendo su consigna de “solidaridad femenina” por diferentes canales, logrando triunfar con la viralización que promueven las redes sociales.

La premisa de estar por y para otra mujer suena encantador y poderoso, porque sería la victoria para todas aquellas que lucharon para abolir la inequidad entre hombres y mujeres y estuvieron dispuestas a exponer sus vidas por el cambio y transformación que ahora disfruta esta generación. Lastimosamente nos enfrentamos a otra realidad, nos derrumbamos ante un panorama desalentador de desmotivación, agresión y vulneración de la dignidad de una mujer a otra.

Por mencionar algunos casos en los que hemos traicionado los principios feministas, podemos rememorar como a inicios de este año, las influenciadoras Yina Calderón y Andrea Valdiri se enfrascaron en una contienda digital para criticar mutuamente sus apariencias físicas, mencionando de manera despectiva quien estaba “gorda” o “mal operada”. O también el desafortunado episodio de violencia que presuntamente se desató entre la hija de la cantante Marbelle y una vecina, en la que la segunda al parecer terminó dirigiéndose a un centro médico de urgencias y que le generó una incapacidad, sólo por el uso de un tapabocas.

En redes sociales también, por lo menos una vez, hemos evidenciado algún caso en el que una mujer exprese abiertamente sus problemas de autoestima, en estas publicaciones muy seguramente nos encontramos con interacciones de otras mujeres alentándole y recalcándole que, de cualquier forma, es una mujer fuerte y hermosa, pero si esta situación es al contrario y una mujer demuestra ser segura, tener amor propio y ser libre de cosas tan simples como mostrar tranquilidad con su apariencia física, vemos algunos comentarios de burla, reproche e incluso de enfado, ante el hecho de que esa mujer “se crea demasiado para lo que es”.

Pero ¿por qué nos violentamos las unas a las otras?, Emily Gordon en su columna de opinión “¿Por qué las mujeres competimos entre nosotras?” expuso una situación personal en la que sufrió de aislamiento por su apariencia física, y al igual que yo, se propuso a encontrar el origen de estos comportamientos que nos alejan de los principios feministas que tanto deberíamos defender, encontrándose con un estudio publicado por The Royal Society “¿Utilizan las hembras humanas la agresión indirecta como estrategia de competencia intrasexual?”, en donde se concluyó que algunas mujeres son agresivas con otras, con el objetivo de destacar y resaltar sobre las otras y así verse más atractivas para los demás.

Para que el movimiento triunfe y no sólo exista, sino que también actúe, creo que es necesario un trabajo de construcción de carácter individual, en el que nos podamos considerar seres grandes sin tener que minimizar a otra, a erradicar la necesidad de aprobación masculina que nos hace enfrentarnos por conquistar al mayor número de espectadores, a reconocer la diversidad de físicos y a respetar las libertades de las demás.

FUENTE: https://alponiente.com/


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