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noviembre 4, 2021

Las radios comunitarias tienen mucho poder para proteger el liderazgo social


Junto a líderes y periodistas del Cauca, Montes de María, Bogotá y Soacha creamos Onda Líderes, una serie radial que explora cómo estas emisoras cubren el liderazgo social y cómo su periodismo consciente puede disminuir el riesgo para quienes ejercen el derecho a defender derechos.

Las radios comunitarias son el espacio comunicativo más valioso en las regiones de Colombia y muchas veces el único. Con tres décadas de historia en nuestro país, han servido para promover la democracia, la participación y los derechos fundamentales en los lugares donde el acceso a información, educación y promoción cultural son un privilegio. A su vez, las radios comunitarias acortan las distancias geográficas entre los centros de poder y las regiones, y entre los centros de poder y los barrios de ciudades con altos niveles de desigualdad, como Bogotá.

No obstante, la falta de financiación y de capacitación, la precariedad en su infraestructura, la censura y los obstáculos puestos por grupos armados y por el mismo Gobierno han afectado su funcionamiento.

Según una investigación de los departamentos de Comunicación Social y de Ciencia Política de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (Bogotá), hay 188 municipios colombianos en silencio (sin ninguna radio) y 85 con escasa información local. Lo mismo constata el proyecto ‘El País del Silencio’, de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Según su reporte, durante los dos gobiernos del expresidente Juan Manuel Santos, el número de emisoras comunitarias autorizadas decreció en un 7%, mientras el número de emisoras comerciales aumentó en un 6%. En el mismo periodo, el gobierno otorgó 46 licencias a radios comunitarias, mientras que 91 emisoras de este tipo salieron del aire.

En un litigio realizado entre 2005 y 2006, y apoyado por la National Endowment for Democracy (NED), Dejusticia documentó cómo durante más de 15 años el Ministerio de Comunicaciones se negó a abrir una convocatoria pública para la concesión de licencias para la prestación del servicio de radiodifusión sonora comunitaria en Bogotá. Casi dos décadas después, las licencias existen, pero la situación que atraviesan esos medios es penosa.

María Jacinta Lizarazo, pionera de la radio comunitaria en la capital colombiana, explica que las emisoras comunitarias sufren de una desatención estatal frontal y peligrosa para su supervivencia. “Al gobierno le importan muy poco. En la pandemia prefieren aportar a las empresas privadas que a este tipo de medios. En Bogotá, donde hay tanta competencia de medios, es aún más duro. La gente que trabaja en Vientos Estéreo (una de las emisoras de Bogotá) ha hecho allí su proyecto de vida. Pero, aun así, los directivos están pensando en dar un paso al costado”.Te puede interesar

Si bien los artículos 20, 30 y 70 de la Constitución Política de Colombia dejan claro que, “como ciudadanos, los miembros de las comunidades marginadas tienen derecho a expresar sus ideas y opiniones a través de los medios de comunicación en igualdad de oportunidades”, muchos son los obstáculos que estas poblaciones tienen para hacerlo valer. El estado de las radios comunitarias que existen en Colombia en precario. Estas iniciativas reciben cada vez menos recursos estatales para cumplir su tarea de informar a las regiones, y en su mayoría no hay logrado encontrar un modelo de negocios sostenible para garantizar su supervivencia.

Onda Líderes

Entretanto, el país atraviesa un momento crítico. Los líderes y lideresas sociales que defienden los derechos a la paz, la vida, la participación, la tierra y el medio ambiente sano son blanco de amenazas y agresiones. Los medios de comunicación nacionales e internacionales reportan cifras e historias escalofriantes, pero ¿y qué pasa con el relato de los medios de comunicación comunitarios que conviven con esas realidades en sus territorios?, ¿qué pueden hacer desde sus espacios para prevenir los riesgos a los que se enfrentan los defensores?

Las radios comunitarias son el espacio comunicativo más valioso en las regiones de Colombia y muchas veces el único. Con tres décadas de historia en nuestro país, han servido para promover la democracia, la participación y los derechos fundamentales en los lugares donde el acceso a información, educación y promoción cultural son un privilegio. A su vez, las radios comunitarias acortan las distancias geográficas entre los centros de poder y las regiones, y entre los centros de poder y los barrios de ciudades con altos niveles de desigualdad, como Bogotá.

No obstante, la falta de financiación y de capacitación, la precariedad en su infraestructura, la censura y los obstáculos puestos por grupos armados y por el mismo Gobierno han afectado su funcionamiento.

Según una investigación de los departamentos de Comunicación Social y de Ciencia Política de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (Bogotá), hay 188 municipios colombianos en silencio (sin ninguna radio) y 85 con escasa información local. Lo mismo constata el proyecto ‘El País del Silencio’, de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Según su reporte, durante los dos gobiernos del expresidente Juan Manuel Santos, el número de emisoras comunitarias autorizadas decreció en un 7%, mientras el número de emisoras comerciales aumentó en un 6%. En el mismo periodo, el gobierno otorgó 46 licencias a radios comunitarias, mientras que 91 emisoras de este tipo salieron del aire.

En un litigio realizado entre 2005 y 2006, y apoyado por la National Endowment for Democracy (NED), Dejusticia documentó cómo durante más de 15 años el Ministerio de Comunicaciones se negó a abrir una convocatoria pública para la concesión de licencias para la prestación del servicio de radiodifusión sonora comunitaria en Bogotá. Casi dos décadas después, las licencias existen, pero la situación que atraviesan esos medios es penosa.

María Jacinta Lizarazo, pionera de la radio comunitaria en la capital colombiana, explica que las emisoras comunitarias sufren de una desatención estatal frontal y peligrosa para su supervivencia. “Al gobierno le importan muy poco. En la pandemia prefieren aportar a las empresas privadas que a este tipo de medios. En Bogotá, donde hay tanta competencia de medios, es aún más duro. La gente que trabaja en Vientos Estéreo (una de las emisoras de Bogotá) ha hecho allí su proyecto de vida. Pero, aun así, los directivos están pensando en dar un paso al costado”.

Si bien los artículos 20, 30 y 70 de la Constitución Política de Colombia dejan claro que, “como ciudadanos, los miembros de las comunidades marginadas tienen derecho a expresar sus ideas y opiniones a través de los medios de comunicación en igualdad de oportunidades”, muchos son los obstáculos que estas poblaciones tienen para hacerlo valer. El estado de las radios comunitarias que existen en Colombia en precario. Estas iniciativas reciben cada vez menos recursos estatales para cumplir su tarea de informar a las regiones, y en su mayoría no hay logrado encontrar un modelo de negocios sostenible para garantizar su supervivencia.

Onda Líderes

Entretanto, el país atraviesa un momento crítico. Los líderes y lideresas sociales que defienden los derechos a la paz, la vida, la participación, la tierra y el medio ambiente sano son blanco de amenazas y agresiones. Los medios de comunicación nacionales e internacionales reportan cifras e historias escalofriantes, pero ¿y qué pasa con el relato de los medios de comunicación comunitarios que conviven con esas realidades en sus territorios?, ¿qué pueden hacer desde sus espacios para prevenir los riesgos a los que se enfrentan los defensores?

Escuche el episodio que le da inicio a esta seria aquí:https://widget.spreaker.com/player?episode_id=47299068&theme=light&playlist=false&playlist-continuous=false&chapters-image=true&episode_image_position=right&hide-logo=false&hide-likes=false&hide-comments=false&hide-sharing=false&hide-download=true

FUENTE: EL ESPECTADOR


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