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septiembre 10, 2021

“La universidad debe ser centro de pensamiento, no parte de la confrontación”


Franklin Carreño, exmiliciano de las Farc e infiltrado en la Universidad del Magdalena, habla de la penetración de la insurgencia y los paramilitares en esa institución, además de los casos emblemáticos en los que hasta hoy se sigue atribuyendo responsabilidad al entonces rector, Carlos Caicedo, hoy gobernador del departamento.

“Muchos estudiantes cayeron y no tenían ningún vínculo con la insurgencia armada, cayeron por pensar diferente”. Con esas palabras, Franklin Carreño, exmiembro de las Farc en el Magdalena, inició su intervención en el pasado encuentro de la Comisión de la Verdad sobre el conflicto en las universidades. Carreño, conocido en las Farc como Emiliano Zapata, integró la red urbana de esa guerrilla en Santa Marta desde la Universidad del Magdalena. Dice que nunca portó un fusil y desde ese centro educativo ejecutó trabajo clandestino y político.

En esta entrevista, el hoy funcionario de la secretaría de Movilidad de Santa Marta, entregó detalles sobre la penetración de las Farc en la Universidad del Magdalena y contó la parte de la verdad que conoce sobre los casos emblemáticos de los profesores Julio Otero y Roque Morelli, y el estudiante Hugo Maduro, asesinados por el paramilitarismo entre 2000 y 2002. Hasta hoy, una línea de investigación abierta sugiere que el entonces rector, Carlos Caicedo, actual gobernador del departamento, fue el determinador de esos homicidios por tratarse de miembros de la universidad críticos de su gestión. Carreño negó los supuestos vínculos de Caicedo en esos crímenes, que conoció de primera mano, y sostuvo que no fueron nunca guerrilleros, sino que fueron asesinados por la estigmatización de los paramilitares de Hernán Giraldo y el Estado hacia los líderes y miembros de la izquierda.

¿Cómo era la presencia de las Farc en la U. del Magdalena a finales de los años 90 y principios del 2000?

La Universidad del Magdalena era para las Farc, como todas las universidades públicas, el espacio político deliberativo donde se discutía la política en Colombia. Nosotros, como miembros del Partido Comunista Clandestino, teníamos estructuras al interior de las universidades, que les llamábamos células. Hacíamos presencia en el activismo político, propagandístico. Pero no se puede decir, nunca, que las universidades públicas las convertimos en un escenario de guerra; ahí no se planificaba absolutamente ningún tipo de acción bélica o de guerra.

¿En el marco de ese trabajo organizativo se reclutaron estudiantes para las Farc?

Era un proceso que poco a poco se iba haciendo. En un contexto donde había paramilitarismo en la Costa y en la universidad no era fácil decir “vente para las Farc y haz parte nuestra”, eso no es así. A través de las ideas uno iba de pronto ganándose un compañero, ya sea como apoyo, como simpatizante o militante, que era como la primera fase para poder ingresar a las células que se construían y ese era el trabajo organizativo. Pero básicamente estábamos ya con algunos compañeros con los que ya había confianza y estábamos debidamente organizados.Te puede interesar

En la Comisión dijo que, en ese contexto de presencia de las Farc y de los paramilitares, muchos estudiantes cayeron, a pesar de no estar involucrados en la confrontación. ¿Reconoce su responsabilidad en esas muertes?

La responsabilidad no sería material. No fuimos los perpetradores de esos homicidios. Simplemente por el hecho del proselitismo político, muchos de pronto eran amigos y participaban en las marchas, en los mítines. Y esas marchas eran infiltradas por la inteligencia militar, los organismos de seguridad y los paramilitares. Entonces estos muchachos eran activistas, eran beligerantes, tiraban sus discursos en las marchas, eran fotografiados y después les hacían un seguimiento y terminaban ultimados o desaparecidos. Algunos sabían, por la confianza, que yo era miembro de las Farc y éramos amigos, compañeros, y una que otra vez uno le pasaba una lectura, una revista, pero siempre teníamos el cuidado de pronto de darle militancia hasta cuando no estuviésemos seguros de que estaba convencido de que quería ser parte de la organización.

¿Tiene ejemplo de esos casos?

Hugo Maduro. Él fue estigmatizado por los paramilitares y asesinado por ellos por supuestamente pertenecer a la guerrilla. Eso era totalmente falso. Hugo Elías Maduro Rodríguez fue un estudiante de Economía de la Universidad del Magdalena y hacía parte de los activistas estudiantiles. Desde finales de los 80 y durante los 90, estuvo vinculado a la universidad durante quince años. Su crimen fue perpetrado en su propia residencia por paramilitares el 16 de mayo de 2000 y por ese hecho fueron condenados Gelmet Sait Hincapié de la Cruz y Luis Carlos López Castro.

En la versión libre que dio Hernán Giraldo, cabecilla del frente Resistencia Tayrona, el 20 de noviembre de 2007, cinco meses antes de ser extraditado, dijo: “Hugo Maduro era un estudiante perteneciente a la juventud comunista que estaba adelantando gestiones de la guerrilla en la ciudad de Santa Marta. Lo que olía a guerrilla había que darlo de baja. La orden del asesinato la dio Giovanni Ordóñez, Monoleche, y la ejecutó El Paisita”. En 1996, Hugo Maduro fue capturado como miembro del Eln, pero él no pertenecía a ninguna estructura guerrillera, ni del Eln ni de las Farc, y eso hay que decirlo. Sencillamente fue estigmatizado por ser un activista. Esa información falsa de Hugo Maduro sería desmentida después por la intervención de su abogado José Humberto Torres, del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. Quien consiguió ese abogado fue Carlos Caicedo.

¿15 años siendo estudiante de Economía?

Hugo era un estudiante de una extracción muy pobre y para él la universidad era un modo de vida. Era un estudiante con una vida bastante desordenada, tomaba trago y, como siempre andaba metido en el activismo, le prestaba poca atención a lo académico. Perdía materias, se retiraba, volvía. Hugo era amigo mío y de otro compañero que era responsable de la estructura del Eln. Él sabía que nosotros éramos parte de una organización político militar armada. Pero nunca quisimos darle la militancia a Hugo por su vida desordenada, decía cosas que no eran. De hecho, una de las razones por las cuales lo pudieron haber matado obedece a este episodio: en 2000, las Farc le hicieron un atentado a Hernán Giraldo en la zona de Guachaca, en la finca de Machete Pelado, en una operación que logró penetrar su bastión y en la que murió un primo de él. Esa fue una de las pocas acciones que las Farc reivindicó. A mí me enviaron un comunicado para que lo repartiera en Santa Marta, en el que se daba el parte de guerra. Yo entregué ese comunicado para que se pusiera en diferentes partes. Hugo Maduro tuvo acceso a ese comunicado y comenzó a repartirlo sin la mayor prevención. Seguramente esa situación llegó a oídos de paramilitares y eso pudo haberle ocasionado la muerte, y por eso Hernán Giraldo en sus versiones lo vincula a las Farc.

El homicidio de Maduro se ha vinculado a los del vicerrector Julio Otero y al decano Roque Morelli. ¿Qué sabe de la versión que vincula como determinador de esos homicidios a Carlos Caicedo?

El único que había mencionado la gestión de Caicedo fue Hugo Maduro en una audiencia del año 2000 de la Procuraduría. La denuncia fue porque él se había posesionado como rector sin título, pero esa era una investigación que ya la habían iniciado profesores de la universidad desde 1997 y por la que Caicedo fue sancionado unos días. No se puede hablar de Caicedo como determinador o con relaciones con paramilitares, porque de hecho en ese momento eran públicamente conocidas las diferencias que tenía él con el gobernador del momento, Trino Luna, relacionado con paramilitares. A Julio Otero los paramilitares lo asesinaron por su pertenencia a la izquierda. Él venía de Barrancabermeja, llegó a Santa Marta, se vinculó a la universidad como auxiliar de laboratorio, luego se hizo profesional, fue nombrado docente y así fue haciendo su carrera. Cuando llegó Carlos Caicedo a la universidad, fue él quien le dio la oportunidad y lo promovió hasta vicerrector académico.

Por otro lado, Roque Morelli fue de la Juventud Comunista, fue revolucionario desde muy joven. En ese momento había un activista social que fue Marcos Sánchez, abogado, que fue candidato por la Unión Patriótica al Concejo y fue asesinado. Sí puedo asegurar que Marcos Sánchez perteneció a las Farc. De hecho, dentro del frente 19 había una estructura que se llamaba Marcos Sánchez en honor a él. Roque Morelli estuvo mucho tiempo con Sánchez y en ese proceso de estigmatización los paramilitares todo lo que les oliera a guerrilla o comunismo era enseguida objetivo militar. Él era parte de su equipo, nunca hubo un choque entre Julio Otero y Caicedo. Morelli había tenido que salir exiliado a Bogotá porque fue amenazado y después regresó a Santa Marta en la administración de Carlos Caicedo, quien lo metió como docente y lo promovió a decano de la Facultad de Educación. En el marco de los diálogos de paz del Caguán, Morelli y Otero pertenecieron a la Red de Universidades por la Paz, que enviaba delegaciones para que participaran en el proceso de diálogo. Ellos lideraron ese proceso.

¿Y las declaraciones de exparamilitares que vinculan a Caicedo con esos crímenes?

En todas esas versiones de paramilitares yo me he enfocado en lo que han dicho los jefes de esas organizaciones: Hernán Giraldo y José Gélvez Albarracín, el Canoso, que era el responsable político en Santa Marta. Ellos han negado la participación de Carlos Caicedo en esos crímenes, que se han atribuido ellos. El clan de los Rojas también ha dicho lo mismo.

Con el control que tenían en ese momento los paramilitares de Hernán Giraldo, siendo la Universidad del Magdalena un fortín tan importante, ¿cómo se explica que Carlos Caicedo, siendo de izquierda, pudiera realizar su gestión sin intervención paramilitar?

Carlos Caicedo en un momento fue objetivo militar de los paramilitares por ser de izquierda. Cuando dieron la orden de asesinarlo a él, es José Gelvez Albarracín quien convence a Hernán Giraldo de no asesinar a Carlos Caicedo para no echarse la gente encima. Él en ese momento venía haciendo una transformación al interior de la universidad, que llamó ‘la refundación’, tratando de sacarla de la crisis financiera y económica en la que estaba.

¿Eran conscientes del riesgo de los estudiantes con los que establecían lazos, pero que no eran de las Farc?

Allá nosotros debatíamos con ideas sobre la política nacional, de educación, de salud, de transporte. Y en la universidad había otras organizaciones estudiantiles legales, que discutían esos temas. Como Farc, a través de las estructuras clandestinas, incidíamos en esas discusiones, de pronto con más beligerancia, más apoyo de la organización, en caso de que se fuera a hacer un mitin, una marcha, había que buscar recursos para imprimir algún comunicado, pues nosotros colocábamos esos recursos. Además, allí promovíamos la ideología marxista leninista, el bolivarianismo, y muchos nos escuchaban, nos seguían, y se iban desarrollando en el activismo político. Nosotros podíamos estar dentro de cualquiera de esas organizaciones. Por lo menos yo hice parte de la FEU (Federación de Estudiantes Universitarios), estuve en su congreso fundacional, pero el hecho de yo haber hecho parte, no quiere decir que todos los estudiantes que estaban dentro de la FEU pertenecían a la guerrilla. Esa ha sido la justificación del Estado para estigmatizar a los estudiantes y decir que todos los que pertenecían a esta u otra organización pertenecían a la guerrilla, para poder así legitimar los asesinatos que cometieron contra estudiantes.

¿Usted reconoce su responsabilidad y pide perdón a la comunidad universitaria?

Sí, por supuesto. De una u otra forma, eran estudiantes que cayeron porque unos compartían de pronto nuestras ideas. A sus familias les pedimos perdón por haber nosotros hecho parte de lo que pasó en ese campus universitario. Ojalá en el futuro realmente veamos a las universidades solo como centros de pensamiento, desarrollo académico y de investigación, y no instrumentalicemos a los estudiantes para meterlos en la confrontación política.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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