julio 29, 2021
Colombiamoda: la excombatiente de las Farc que sueña con ser diseñadora de modas
Ruth hace parte del colectivo Tejiendo Paz que, desde el Espacio Territorial en Icononzo (Tolima), confecciona las prendas de su marca y de la empresa Manifiesta Hecho en Colombia que, por primera vez, hace parte de la vitrina (este año virtual) de colombiamoda y colombiatex 2021. Sus primeras puntadas las dio en la antigua guerrilla.
Ruth cumplió 31 años ayer, 27 de julio, celebrando que las prendas que confecciona desde hace tres años y medio en la cooperativa Tejiendo Paz, ubicada en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Icononzo (Tolima), estuvieron por primera vez en las vitrinas virtuales de Colombiamoda y Colombiatex 2021. Ambos son los eventos textiles más importantes de Latinoamérica, que se llevan a cabo de forma semipresencial entre el 27 de julio y el 2 de agosto. Con nobleza, reconoce que todavía no alcanza a dimensionar lo que eso significa, pero cree que está un paso más cerca de alcanzar su sueño de convertirse en diseñadora de modas.
Su nombre real es Luz Marina, pero desde que entró a la otrora guerrilla de las Farc en 2006, a sus 15 años, cuando vivía en el municipio de La Uribe (Meta), comenzó a usar el nombre de Ruth para identificarse. Y así le gusta que la llamen. Ella actualmente es una de las integrantes del área de diseño y de confección de la cooperativa que agrupa 21 excombatientes que cambiaron los camuflados por prendas de colores y flecos, y que junto a la empresa Manifiesta Hecho en Colombia se han abierto paso en la industria de la moda.
La historia de Ruth con la confección es significativa porque se ha hilado con sus decisiones personales. Desde la adolescencia, cuando entró a la guerrilla y formaba parte del Bloque Oriental de las Farc, le llamaba la atención tomar la aguja y el hilo para experimentar con las prendas. “En ese momento obviamente sólo teníamos el camuflado y nos llegaban siempre uniformes de tallas enormes, muy grandes y yo los transformaba en ropa más pequeña. Al principio era sólo eso, pero ya después comencé a ponerles parches de otros colores porque me gustaba inventar”, cuenta.
Ese fue, durante muchos años, su pasatiempo. Todo lo cosía a mano y de vez en cuando se ofrecía para arreglar las prendas rotas o desgastadas de sus compañeros cuando no estaba de guardia. Desde 2017, después de la dejación de armas de las Farc y cuando comenzó con su proceso de reincorporación, lo primero que hizo fue inscribirse a los talleres de confección que ofrecieron. “Había oferta para quienes les gustaba la ganadería, la agricultura, otros temas con alimentos y el taller de confección. Ahí me inscribí”. Aunque primero terminó el colegio, que había abandonado en cuarto de primaria por la obligación de llevar algún sustento a su casa.
Lo primero que llegó a confeccionar en la cooperativa fueron 30 kimonos y vestidos para mujer. Esa es ahora su especialidad, aunque dice que no los viste porque es más “clásica” en su estilo. Le gusta la comodidad propia de una madre primeriza: camisetas, jeans y zapatos bajitos. “Es la prenda ideal para cargar con ellos (los hijos) para todo lado y correrles, si es necesario”, asegura, mientras al otro lado del teléfono su hijo Jhon, de 2 años, solloza. Antes de seguir hablando sobre su proyecto de vida, hace una pausa necesaria y explica que lo importante de lo que hacen ellos con los proyectos productivos es “construir un país distinto para sus hijos”. Un país en el que estudiar y trabajar no tengan que ser sacrificados por la falta de sustento.
Ruth prefiere no recordar mucho su pasado. Asegura que la guerra la cegó y le negó la oportunidad de estudiar, de trabajar en lo que le gusta y de crecer junto a su familia. La reincorporación lejos de ser un proceso únicamente físico, ha sido para ella como volver a empezar. “Hay muchas palabras que yo no entendía cuando llegamos aquí. El hecho de volver a tomar un lápiz para aprender, para estudiar y sobre todo aprender a usa una máquina de coser, eso ha sido lo más bonito”.
Ruth junto a su hijo Jhon, de 2 años y Ángela María Herrera, de Manifiesta.Cortesía
Dice, también, que hay dos cosas que la guerra le impidió hacer y que hoy puede decir que son su proyecto de vida: ser madre y trabajar en lo que le gusta. “Yo siempre había querido tener hijos pero uno jamás se imagina que puede lograr eso estando en la selva, y mucho menos poder tener su emprendimiento propio”. Asegura, por ejemplo, que ella era una de las desconfiadas del proceso de paz y la reincorporación; pero que es gracias al Acuerdo que hoy puede criar con normalidad, junto a su compañero, también excombatiente, a su hijo Jhon.
En el ETCR de Icononzo (Tolima) han surgido tres líneas de proyectos productivos colectivos, que han sido consolidados por los más de 200 excombatientes de las Farc que viven allí: la agrícola, con la que comercializan frutas y verduras; la turística, en la que se desarrollan tours desde el municipio hasta la vereda La Fila, donde está ubicado el espacio de reincorporación y se dan charlas de reconocimiento del territorio y memoria histórica, y la industrial, en la que se destaca el taller de confecciones Tejiendo Paz y la planta de la cerveza artesanal La Roja.
Con el colectivo de textiles han participado de varios desfiles de moda. El primero de ellos fue PAZarela, llevado a cabo en la Universidad de los Andes, en septiembre del 2019, un espacio que gestaron ellos mismos junto a Ángela María Herrera Puyana, emprendedora, fundadora de la empresa Manifiesta, con quien trabajan “en llave”. Para ese desfile Ruth fue una de las mujeres que lideró el equipo de confección: fabricaron los kimonos y los vestidos durante varios días y noches.
Sin embargo, su paso más grande hasta ahora, sin duda, ha sido que sus prendas lleguen hasta Colombiamoda y Colombiatex 2021. “Espero que esto nos abra muchas otras puertas para seguir confeccionando más productos, para vender más, hacer nuevos diseños y, en un futuro, poder tener más experiencia para consolidar mi empresa propia”, expresa tímidamente, aunque aclara que por ahora seguirá trabajando en colectivo.
Estos dos eventos, según Ángela Herrera, son espacios que, además de vender, consolidan nuevas alianzas y les permiten conocer proveedores y futuros distribuidores para la marca. El primer día, Manifiesta ya había concertado una cita con una boutique interesada en vender las prendas. Herrera aclara que este trabajo no ha sido sólo de excombatientes de las Farc, sino que “llegó un punto en el que la marca creció tanto, que ellos mismos me dijeron que no querían que todo quedara allí, sino que incluyéramos a víctimas del conflicto armado que pudieran aportar”.
En ese momento se sumó Nicolás Galvis, de 34 años, quien con su empresa familiar de chaquetas en Soacha ayudaron a impulsar este tipo de prenda desde 2019. Llegó al proyecto como una forma de sanar y de seguir con el proceso de reconciliación. Su hermano David Sebastián Galvis, que era soldado profesional, fue asesinado en medio de una emboscada guerrillera el 13 de agosto de 2013. “Desde ahí empezó una nueva era para nosotros”, explica con la voz entrecortada. Dice que como parte del proceso psicológico que ha llevado su familia, después de pasar por varios momentos de rabia contra los exFarc, ahora trabajan en conjunto con las “chaquetas de la paz”, como él les llama.
Su historia con la confección también es de hace décadas atrás. Entró en el mundo de los textiles a sus 14 años, por la mamá de quien entonces era su novia de infancia y que le enseñó a confeccionar chaquetas y otras prendas. Ahora, tanto los excombatientes que pertenecen a la cooperativa Tejiendo Paz como las víctimas del conflicto que hacen parte de Manifiesta se están capacitando para seguir avanzando, próximamente, en una nueva colección. Ruth y sus compañeros estudian un técnico en confección y moda que ofrece el Sena de manera semipresencial, en el ETCR de Icononzo. “Allí estamos aprendiendo teorías del color para los diseños, nuevas formas de confección y estamos viendo referentes de la moda. Yo antes no sabía ni qué significaba esa palabra”, cuenta apenada. Y Nicolás y otras familias van a un taller ofrecido por la Escuela de Diseño y Moda Arturo Tejada, en la que aprenden sobre nuevas tendencias.
Por ahora, esperan que las dos vitrinas de la moda más importantes en Colombia les abra más puertas y les permita llegar a otros escenarios nacionales e internacionales. El sueño colectivo es llegar a tener su propia tienda de prendas y que los diseños, en un futuro, estén inspirados en la memoria histórica de la guerra y las experiencias. Ruth, por su parte, dice que su más grande meta laboral en la vida es llegar a tener su propia colección de vestidos de baño, una prenda que le genera una especia de misticismo porque pocas veces en su vida ha vestido por las dinámicas propias de la guerra. “Nunca he comprado un vestido de baño, pero me gustaría poder inspirarme en mi vida para lanzar mis propias colecciones”, relata.
FUENTE: EL ESPECTADOR