noviembre 13, 2020
Los indígenas ingakuna cuentan las vidas de sus líderes
Este pueblo indígena trabaja por reconstruir las historias de vida de sus líderes y para articular el uso de la memoria histórica para la supervivencia. Los más chicos están involucrados en el proceso.
Para resistir el raudal de la violencia y el despojo, los Inganokuna del Caquetá se están aferrando a la piedra de la memoria. Desde el 2018 empezaron a reconstruir las historias de vida de doce ancianos y ancianas de la comunidad, sus luchas y apellidos. Entre esos doce textos está el de Natividad Mutumbajoy Jansasoy, fundadora de Yachaikury, el internado en el que los inganos llevan 18 años desarrollando un proyecto educativo propio.
“Los niños y las niñas eran engañados, a las mujeres se las llevaban a Bogotá para que se dedicaran a la prostitución, y a los hombres les daban armas y se los llevaban para el monte”, cuenta Natividad en el texto sobre su vida. “Recuerdo que los ancianos eran un solo llanto porque se estaba acabando la cultura, la comida tradicional, la medicina propia. Yo les decía que con llorar no hacíamos nada, que había que hacer algo. Entonces les propuse que no lleváramos más a los niños y niñas a la escuela de blancos, sino que hiciéramos una escuela manejada por nosotros donde se enseñe lo propio, las artesanías, la lengua, la pesca, la madera”.
Natividad fundó Yachaikury con 15 estudiantes y ahora son 115. La comunidad educativa que creó está construyendo memoria histórica como una estrategia de supervivencia cultural. “Hay líderes y lideresas que se van con una gama de experiencias, muchas veces quedan ahí cuando se muere una persona”, dice Waira Nina Jacanamijoy, hija de Natividad y coordinadora del proyecto Memoria y Resistencia del pueblo inga del Caquetá. “Queremos que, a través de todo un proceso pedagógico, los niños puedan dar respuesta a esa memoria de los procesos que se han desarrollado en su pueblo”. Se refiere, entre otras cosas, a múltiples luchas: contra el adoctrinamiento de los capuchinos a principios del siglo pasado y, en este, contra el avance de la frontera agrícola, la puja cocalera sobre la Amazonía y las amenazas de los grupos armados.
Para reconstruir las historias de vida se valieron de investigaciones de antropólogos que han estudiado la cultura inga; entablaron diálogos con los ancianos y quienes los conocieron; hicieron conversatorios con líderes de la comunidad para escuchar sobre sus historias de resistencia; fueron tejiendo la palabra, como dice Jacanamijoy, y ahora están editando un libro con las doce historias de vida. En esas páginas están los relatos de figuras como Apolinar Jacanamijoy, líder político y médico tradicional que en 1918 huyó de los capuchinos y fundó Yurayaco, uno de los principales asentamientos de los Inga. También está la historia de su nieto Mario Jacanamijoy, hijo de Natividad, hermano de Waira. Fue co-fundador y primer presidente de la Organización Inga del Sur de Colombia (Orinsuc) y cofundador de la Asociación de Cabildos Tandachiridu Inganokuna, que agrupa cinco resguardos en el caquetá y tres en la baja bota caucana. Su asesinato está impune desde el 2017. Los demás ancianos y ancianas destacados en el libro han aportado al proyecto colectivo ingnano desde la medicina tradicional, la música, el liderazgo espiritual y la educación.
Los estudiantes de Yachaikury estuvieron presentes a través de todos los procesos en los conversatorios con los ancianos y ancianas y en talleres sobre la historia inga en el semillero de memoria. Los líderes ven en estos espacios la clave de un relevo generacional para preservar el proyecto de vida que han planteado como comunidad. “Si nosotros como jóvenes no conocemos nuestra propia memoria, estamos condenados a seguir sufriendo todas esas dificultades que hemos tenido”, dice Evirley Mutumbajoy, orientador del eje de memoria histórica en Yachaikury. “Pero si yo conozco mi historia, también tengo la oportunidad de de decir ‘este es mi territorio, yo crecí aquí, yo defiendo este territorio’”.
Los abuelos, dice Evirley, se sienten orgullosos de que sus recorridos sean el centro de este proceso colectivo de investigación. Los estudiantes, por su parte, se han maravillado con las historias de sus abuelos y abuelas, han entendido de quiénes son nietos. “[El proceso ayuda] a tomar conciencia en los niños de toda la problemática, toda la historia difícil de muerte, de persecución que les ha tocado vivir a los ancianos, a reconocer esa gran importancia de ser unos ancianos, unos líderes que han luchado por el territorio, han resistido en medio de la guerra”, dice Flora Macas, directora de Yachaikury.
El programa Propaz de la Cambiar por Cooperación Alemana para el Desarrollo -GIZ ha estado acompañando a los inganokuna en esta reconstrucción de historias de vida y otras iniciativas de su plan de fortalecimiento cultural y diálogo intergeneracional. Según Stella Bermeo, asesora regional de memoria histórica y justicia transicional, los inganokuna ven en la memoria histórica una oportunidad para sanar y entender el pasado, pero también para tender puentes con la institucionalidad y posicionar políticamente a los cabildos de Tandachiridu. La asociación está en diálogo con la Comisión de la Verdad y están preparando un informe para la sección de asuntos étnicos del Centro Nacional de Memoria Histórica, acciones necesarias para visibilizar la historia de los pueblos indígenas amazónicos.
Con ese propósito, Tandachiridu hicieron una exposición virtual en la que mostraron la apuesta inganokuna por la memoria histórica, el proceso de investigación para reconstruir las historias de vida y las voces de los ancianos de la comunidad, todo acompañado por una muestra fotográfica y de archivos de audio en los que quedaron registradas las voces y oficios de estos líderes.
Las historias de vida y esta exposición virtual son piezas de un esfuerzo de fortalecimiento cultural. Waira Jacanamijoy dice que Tandachiridu seguirá con el trabajo en el semillero de memoria histórica y buscará la forma de articular esta exposición en un lugar de memoria para los jóvenes. “Muchas de nuestras simbologías se encuentran en museos, en otros lugares, menos en los lugares donde deben estar para que los niños puedan tener estos elementos y fortalecer su propia cultura, su propio pensamiento, su propia espiritualidad”.
Natividad Mutumbajoy concluye su historia de vida con un par de frases que encarnan el espíritu de resistencia que anima todo este proceso ingakuna: “Ha habido contrapunteos, dificultades, pero esas hay en toda parte, como un matrimonio, al principio todo es, mejor dicho, una dulzura, pero luego llegan los tropiezos, unos se aguantan y otros no se aguantan y se van dejando. Así es todo trabajo, toca es aguantar, sufrir y hacerle pa’ delante, no pa’ atrás porque pa’ atrás asustan.”
Para conocer más sobre el proyecto, el pueblo ingakuna y las historias de vida de estos ancianos y ancianas, siga este enlace: Álbum de la memoria inga del Caquetá
*Periodista y profesor de cátedra del Centro de Estudios de Periodismo de la Universidad de los Andes. Consultor de GIZ para el mapeo de iniciativas de construcción de Memoria y de Memria.org para la Beca Viva Voz, un proyecto con la Comisión de la Verdad para el fomento de proyectos narrativos en audio sobre la construcción de paz.
FUENTE: EL ESPECTADOR