agosto 18, 2020
El dolor y el miedo caminan por las calles de Samaniego, Nariño
La masacre de ocho jóvenes tiene convulsionado a este pequeño municipio nariñense. Muchas personas decidieron no abrir sus negocios este martes y las banderas del municipio están a media asta. Hay miedo en la región.
En Samaniego nunca se había visto algo igual, y seguramente nada volverá a ser como antes en este humilde caserío incrustado en la cordillera Occidental de Nariño. La masacre de ocho jóvenes en la vereda Santa Catalina marcó un antes y un después. Ahora por las calles del pueblo camina el dolor y el miedo.
Los ocho jóvenes asesinados eran hijos de Samaniego. “En un pueblo tan pequeño casi todos somos parientes”, dice Jesús Quintero, padre de Sebastián Quintero, una de las víctimas. En el pueblo el luto es generalizado porque a todos les duele lo que ocurrió el pasado sábado 15 de agosto.
“Usted ahora lo ve así, pero este pueblo es muy alegre. Es un epicentro importante de comercio en Nariño”, dice el alcalde Óscar Pantoja. Pero hoy esa realidad es otra: pocas personas en la calle, cada rincón militarizado, no hay música, no hay bulla, muchos comerciantes no abrieron sus negocios y las banderas están a media asta.
Los habitantes evitan hablar de lo ocurrido. Quizá es una forma de empezar a sanar. Este lunes festivo salieron todos en masa a acompañar el entierro de Laura Michel Melo Riascos, Jhon Sebastián Quintero, Daniel Steven Vargas, Bayron Danilo Patiño, Rubén Darío Ibarra, Campo Elías Benavides, Óscar Andrés Obando y Brayan Alexis Cuarán. Los ocho jóvenes brutalmente masacrados mientras departían en un asado.
Una a una las carrozas fúnebres desfilaron hacia el cementerio municipal. La calle era un río de gente con camisas negras y flores rojas. La música de un grupo de mariachis -a quienes se les instaló una tarima a la entrada del campo santo- hundía en la tristeza y el llanto a familiares y amigos. Era díficil mantener la postura ante semejante derroche de dolor.
Así fue el entierro de Sebastián Quintero en la vereda Santa Catalina. Foto: Jamir Mina
“Ellos no lo saben, pero aquí mataron a parte de este pueblo alegre. Nunca lo olvidaremos, porque no nos podemos acostumbrar a normalizar la violencia”, dijo Carlos Benavides, primo de Campo Elías Benavides. ‘Campito‘ como lo conocían en Samaniego era un destacado futbolista del pueblo. Los hombres armados que llegaron al asado no solo mataron a ocho jóvenes, sino que cobraron la vida de los cinco deportistas con más proyección del pueblo.
En Samaniego hoy solo camina la tristeza, reflejada en los rostros de los habitantes y la palidez del clima. En la madrugada un vendabal azotó al municipio, “hace semanas que no llovía de esa manera”, cuenta Gladys Sánchez, propietaria del hotel Alejandro Real. Desde el cielo también se llora por la barbarie.
FUENTE: SEMANA