marzo 7, 2020
Olga Amparo Sánchez: nací rebelde
El feminismo le ha representado a Olga Amparo Sánchez, coordinadora de la Casa de la Mujer, libertad, autonomía y crear lazos con muchas mujeres. Especial #VocesFeministas de Sentiido.
Fotos y vídeo: @andresgofoto de @goteam.media
Cómic: Powerpaola, especial para Sentiido.
Desde muy niña a Olga Amparo Sánchez le molestaba que sus hermanos pudieran jugar en la calle mientras que ella y sus hermanas tenían que quedarse en la casa. A medida que fue creciendo,costumbres como la deir a misa y rezar el rosario a diario le fueron pareciendo cada vez más aburridas. “¡Todavía me acuerdo de las misas de 6 de la mañana el fin de semana!”, dice.
Más grande, no le encontraba una explicación racional a muchos planteamientos religiosos. “Me refiero a esas frases del Catecismo del Padre Astete de ‘un rayo de luz pasó por un cristal sin romperlo ni mancharlo’ para describir cómo la Virgen María había quedado embarazada”.
En alguna oportunidad le preguntó a una monja del colegio cómo era que ellas se casaban con Dios pero no lo veían. A ella ese cuestionamiento le pareció terrible. Lo ignoró.
No esperaba esa clase de preguntas de la hija de un hombre conservador y de una mujer que a los 17 años tuvo su primera hija, que tuvo nueve en total, y donde uno y otra habían educado a sus hijos/as bajo la premisa de que hombres y mujeres debían ajustarse a ciertos roles según su género. El de las mujeres, por supuesto, incluía no hacer preguntas incómodas. (Ver: El género existe y no es una ideología).
En todo caso, su papá siempre les dijo a sus hijas: “ustedes tienen que educarse porque no pueden depender de nadie por un sancocho”. Y la idea de ser autónoma económicamente le quedó sonando al punto de que en la universidad, mientras estudiaba trabajo social, llegó su encuentro con el feminismo. (Ver: ¡Si no fuera por el feminismo!).
Inicialmente fue un encuentro teórico que le permitió encontrar la explicación a los estereotipos de género y entender que si las mujeres no estaban juntas, difícilmente transformarían sus desventajas.
“ENTENDÍ QUE LA AUTONOMÍA NO ESTÁ CONQUISTADA, SINO QUE EN ALGÚN CAMPO NOS FALTA, PUEDE SER EN EL AFECTIVO O EN EL INTELECTUAL. ES ALGO EN CONSTRUCCIÓN”.
Desde entonces el feminismo le ha significado a Olga Amparo Sánchez libertad, autonomía y crear lazos de solidaridad con muchas mujeres. “El feminismo contribuye a construir una visión de cómo las violencias y las desventajas que a mí me pasan, también les suceden a otras mujeres y de cómo organizarnos para transformar juntas estas situaciones”.
Identificarse como feminista fue inicialmente un tema difícil en sus relaciones de pareja, “porque implica defender mi autonomía”. En ciertos espacios laborales también le ha resultado retador. Es ser vista como “la rara”. “A mediados de los noventa, cuando asumí la Dirección de Equidad para las mujeres, después de salir de un Consejo de Ministros, uno de ellos me dijo: ‘usted tan inteligente, ¿qué hace metida en esos temas?’”.
“EL FEMINISMO PARTE DE LA AUTONOMÍA DE LAS MUJERES Y DE TENER MUY CLARO QUE NUESTROS CUERPOS NO SON UNA MERCANCÍA”.
Todavía, dice, asumirse como feminista es asociado de manera prejuiciosa con “odio a los hombres” y “rechazo a la maternidad”. “Pero en ningún texto de teoría feminista está escrito eso. Son estereotipos”. También están los señalamientos por estar a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. (Ver: Aborto en Colombia: lo que se dice vs. Lo que es).
En todo caso, agrega, nosotras no somos “pro aborto” como algunos sectores insisten. “Somos pro libre opción a la maternidad. Esto significa que las mujeres deben tener información confiable sobre métodos anticonceptivos para decidir si quieren o no tener hijos. El aborto debe ser despenalizado totalmente porque esta es una decisión de la mujer y a los Estados les corresponde garantizar las condiciones para que quienes lo consideren, puedan interrumpir su embarazo”. (Ver: Despenalizar para no abortar).
Olga Amparo Sánchez se fue a vivir a Bogotá cuando tenía 24 años, procedente de Medellín, ciudad donde nació y creció. Inicialmente viajó a saludar a su hermana que acababa de llegar de Estados Unidos pero estando allí, una compañera de la universidad le dijo que en Bienestar Social del distrito estaban buscando trabajadoras sociales. Se presentó. Fue elegida. Y se quedó en Bogotá.
Ella pudo disfrutar de las luchas de la primera ola del feminismo en Colombia: las que ganaron el derecho al voto, a entrar a una universidad y a divorciarse. “Mi generación fue más de la búsqueda de la autonomía”.
“NOSOTRAS SOMOS HEREDERAS DE LO QUE LOGRARON OTRAS MUJERES. EL LIDERAZGO ES POSIBLE PORQUE OTRAS MUJERES NOS OTORGARON LA LEGITIMIDAD Y EL RECONOCIMIENTO PARA SEGUIR ADELANTE”.
Así como esa primera generación vivió tensiones entre las llamadas “feministas de partido” y “las autónomas”, a Olga Amparo le correspondieron las derivadas entre quienes consideran que el feminismo es sumar a las mujeres a la política y al mundo laboral y quienes, como ella, creen que el feminismo aporta una mirada crítica al machismo pero también al capitalismo, porque ambos causan injusticias y exclusiones. (Ver: Feminismo en Colombia: una historia de triunfos y tensiones).
También, dice, hay tensiones por los liderazgos. “Esto no tiene nada que ver con la creencia de que las mujeres no podemos trabajar juntas, sino que los liderazgos siempre están en pugna. Un ejemplo son los hombres en política. Eso sí es visto como normal”.
Al comentario: “las mujeres del movimiento viven peleando” su respuesta es “No”. “Tenemos debates, tensiones y posturas distintas pero este no es un asunto de odios ni de amores ni de que por ser mujeres tenemos que ser amigas. Estos señalamientos son producto de idealizar a las mujeres en unos roles determinados. Lo que sí tenemos claro es que debemos respetarnos”.
La idea de crear una casa de la mujer nació de un grupo de mujeres sindicalistas de la Universidad Nacional. Ellas se acercaron al grupo “Mujeres en la Lucha”, al que Olga Amparo estaba vinculada, y les hablaron de crear una casa de la mujer.
En 1982, año en que nació La Casa de la Mujer, iniciaron los diálogos entre el gobierno de Belisario Betancur y los grupos guerrilleros M19 y FARC. “Teníamos claro que en esos espacios debían estar las mujeres. Desde entonces, la Casa se convirtió en un puente y en un espacio de encuentro. Siempre ha sido una casa abierta, sin importar a qué grupo u organización pertenezca la mujer”.
“EL FEMINISMO DE LA CASA DE LA MUJER HA SIDO MUY COMPROMETIDO CON LAS MUJERES QUE VIVEN MÁS INJUSTICIAS COMO LAS INDÍGENAS, AFRO O JÓVENES”.
La Casa, agrega Olga Amparo Sánchez, ha tenido un hilo conductor de apostarle a la paz. Uno de sus ejes de acción sigue siendo trabajar para pasar la página de la guerra en Colombia. “Esto incluye lograr que el acuerdo de paz se cumpla, aceptar las diferencias y aportar para que los conflictos se resuelvan con diálogo”.
Sentiido: ¿A qué le atribuye el crecimiento de los sectores religiosos-conservadores que se oponen a la igualdad LGBTI y a los derechos sexuales y reproductivos?
Olga Amparo Sánchez: Las propuestas de muchas iglesias cristianas tienen eco porque le ofrecen a la gente un mensaje de optimismo, algo así como: “si cumples con determinados lineamientos, te ganas el cielo”. Y esto tiene un peso importante porque la mayoría de seres humanos tenemos un sentido de trascendencia y las religiones se ajustan perfectamente a esa necesidad. (Ver: Los pasos de gigante de la avanzada conservadora).
“VIVIMOS EN SOCIEDADES ENFOCADAS EN EL CONSUMO QUE NO CONTEMPLAN LA NECESIDAD DE TRASCENDENCIA DE LOS SERES HUMANOS”.
Por otra parte, no tenemos sociedades que promuevan que la gente se organice para exigir sus derechos y transformar sus realidades. Por ejemplo, hace unos años hicimos un taller en Medellín con mujeres adolescentes para prevención de embarazos. Recuerdo que muchas de ellas nos dijeron “la vida es muy corta y antes de que nos maten, queremos tener un hijo”. En Bogotá, otras nos dijeron que si tenían un hijo serían más respetadas en sus familias y comunidad.
S: Hay una pregunta que falta procesar mejor: ¿qué faltó para lograr el triunfo del “Sí” en el plebiscito por la paz de 2016?
O.A.S.: Un compromiso del Gobierno en pedagogía de la paz. Fue algo que dejó para el final y que ha debido hacerse desde el primer día para que la gente supiera qué estaba pasando. Fue prepotente pensar que como se tenía el poder, el “Sí” iba a ganar. Perdimos porque se minimizó al contradictor.
Al ex presidente Santos se le debe que finalizó mediante un acuerdo un ciclo de enfrentamientos entre la guerrilla de las FARC y el Estado y que 13.000 personas se desarmaron. Pero tenemos que aprender a romper con la lógica de “vencedores” y “vencidos” y saber que así no me guste mi contradictor, tenemos que sentarnos a hablar y a tramitar las diferencias mediante el diálogo.
S: ¿Cómo lograr conversaciones -e incluso acuerdos- con estos sectores conservadores religiosos?
O.A.S.: Hay que hacerlo. Hablar entre quienes piensan igual es fácil y rico y hacerlo con quienes piensan distinto, difícil, pero hay que establecer canales de diálogo. Hablo de hacer un trabajo en los territorios, con la gente a la que uno le escucha frases como “ella es una exguerrillera y yo no la quiero acá”.
“TENEMOS QUE APRENDER A TRAMITAR LOS CONFLICTOS PORQUE SIEMPRE EXISTIRÁN”.
S: ¿Qué opina del concepto “nuevas masculinidades”?
O.A.S.: Los cambios en términos de familia y en economía han ubicado a las mujeres en diferentes espacios: se ha roto con los estereotipos tradicionales. Ahora les corresponde a los hombres pensar con qué clase de masculinidad quieren vivir, pero esa es una responsabilidad de ellos, no de las mujeres. Está en sus manos preguntarse qué tipo de relaciones quieren con las mujeres.
A ellos les iría mejor estando rodeados de mujeres libres y con autonomía suficiente para decidir sobre sus vidas. Y no me refiero solamente a una compañera afectiva, hablo de hermanas, mamás, vecinas, compañeras de trabajo, amigas…
Respeto a las organizaciones de mujeres que trabajan sobre “nuevas masculinidades” pero en La Casa de la Mujer no lo hacemos porque no sabemos qué se siente vivir en un cuerpo masculino ni las presiones por tener la masculinidad valorada socialmente. También, porque estamos convencidas de que nuestro compromiso fundamental es con las mujeres. (Ver: Nada más frágil que la masculinidad).
“MI POSTURA ES QUE LOS HOMBRES SON ALIADOS, TEÓRICOS Y EN EL CAMINO, DEL FEMINISMO PERO EN LA REIVINDICACIÓN POR LA AUTONOMÍA SON CONTRADICTORES PORQUE EL TEMA SE ESTÁ DISPUTANDO CON ELLOS”.
Lo más importante es entender que el feminismo es mucho más que una postura política o teórica: exige preguntarse cómo se construye uno ante la vida. La cercanía de los hombres con el feminismo y con mujeres feministas les permite cuestionarse qué buscan en las relaciones con las mujeres.
S: ¿Qué opina de que cada vez haya más organizaciones de mujeres jóvenes feministas?
O.A.S.: Es esperanzador que existan estos colectivos. Todas estas mujeres jóvenes, comprometidas con vivir mejor, con autonomía y libres de estereotipos y de violencias, son un triunfo del feminismo. Aportan temas, reflexiones, energía y vitalidad.
Esto es esperanzador tanto para las mujeres que nos antecedieron, que nos dieron el voto, el derecho al divorcio, a entrar a una universidad y a manejar nuestros recursos, como para las nuevas generaciones que sienten que es necesario transformar situaciones que se mantienen como el acoso en las universidades, la violencia sexual y las desventajas en el trabajo.
“ES ESPERANZADOR VER CADA VEZ MÁS MUJERES INCÓMODAS CON LA SUBORDINACIÓN EN LA QUE VIVIMOS”.
El único riesgo es el de trivializar el feminismo en el sentido de que se muestren ideas como “soy feminista y uso tacones” o “soy feminista y me maquillo” porque el feminismo ha peleado para que las mujeres puedan ser como quieran, con o sin maquillaje. Eso no importa.
Enviar esos mensajes trivializa la lucha feminista. Se corre el riesgo de que todo esto se convierta en mercancía. Así, vemos grandes marcas que venden camisetas en masa de “soy feminista y sexy” como diciendo “soy feminista pero puedo ser bonita”, reafirmando estereotipos. El feminismo no tiene premisas de que las mujeres deben ser físicamente de una o de otra manera sino que tienen que ser como quieran y punto.
S: Todavía hay resistencia a la interrupción voluntaria del embarazo. ¿Qué hace falta para que la gente entienda más este tema?
O.A.S.: Hace falta hacer énfasis en que la lucha por la libre opción a la maternidad no significa que se esté diciendo que ninguna mujer puede tener hijos o que sea obligatorio abortar: significa que cada mujer debe poder decidir de manera autónoma sobre temas en los que ni el Estado ni las religiones deben intervenir. (Ver: Ninguna mujer tiene en su plan de vida abortar).
“CUANDO UNA MUJER, LA QUE SEA, DECIDE QUE NO QUIERE UN EMBARAZO, ABORTA. ESA ES LA REALIDAD”.
Cuando una mujer decide interrumpir su embarazo hace un ejercicio de autonomía. Abortan desde mujeres muy religiosas hasta las más ateas. ¿Por qué una mujer tiene que someterse a tener un hijo producto de una violación? ¿Cómo la sociedad puede pretender imponerle esa carga?
Nadie está obligando a las mujeres a abortar, pero sí es importante que ellas sepan que esta es una opción cuando tienen un embarazo no deseado. La decisión es de ellas.
S: ¿Qué responde cuando alguien dice: “yo creo en el feminismo pero no en el radical”?
El feminismo es radical -y eso no es malo- porque implica ir a las raíces de los sistemas de opresión y de injusticias. (Ver: Feminismo: lo que se dice vs. Lo que es).
S: ¿Qué responde cuando alguien dice: “Antes el feminismo se entendía porque no había igualdad, pero ya se consiguió y ahora las feministas buscan estar por encima de los hombres”?
O.A.S.: Esas nunca han sido premisas del feminismo: ni ser hombres ni someterlos a ellos. Lo que se busca es tener el mismo valor como seres humanos. Igualdad en la vida y frente a las oportunidades.
S: ¿Qué responde cuando una persona dice: “Hablemos de violencia en general y no de violencia de género porque todas las personas la viven”?
O.A.S.: Sí, algunos hombres también sufren violencia, pero la gran diferencia son las cifras entre las violencias que sufren unos y otras: por un hombre que sufre violencia, hay 20 mujeres. Este no es un tema de competencia sino de aceptar la realidad y de intentar transformarla. Las mujeres sufren violencia como un ejercicio de poder masculino porque “miró a otro tipo”, “porque no me sirvió la comida” o “porque no quiso tener relaciones sexuales”.
S: ¿Qué responde cuando alguien dice: “Ni machismo ni feminismo: igualismo”?
O.A.S.: Estas no son dos caras de la misma moneda: El machismo es opresión y el feminismo liberación.
FUENTE: SENTIIDO.COM