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febrero 19, 2020

Así se compró la tierra en Montes de María después de la violencia paramilitar


Luego de la masacre de El Salado, de la que se cumplen hoy 20 años, miles de campesinos salieron desplazados de El Carmen de Bolívar y dejaron sus tierras abandonadas, para luego venderlas por necesidad. Jairo Bayuelo Ochoa, intermediario entre campesinos y empresarios antioqueños que llegaron a comprar tierra en la zona en 2008, da detalles por primera vez sobre cómo se hicieron esas compras masivas y niega que los campesinos hayan sido forzados a vender.

Entre 1997 y 2004, de los Montes de María fueron desplazadas 294.408 personas, según información recogida por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). En ese periodo, fue la región con mayor número de desplazados, solo superada por el Urabá. Años después, hacia 2008, sobre esas tierras abandonadas por los campesinos se posaron los ojos de grandes empresarios, principalmente antioqueños, que llegaron a comprar tierra para ejecutar proyectos agroindustriales.

Luego de la expedición de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, en 2011, se han emitido sentencias que establecieron la irregularidad de esas compras masivas que se hicieron en su mayoría entre 2008 y 2010. Según ha quedado claro en esos fallos, los campesinos que vendieron sus tierras lo hicieron forzados por la situación de conflicto armado que los desplazó y el estado de necesidad en que quedaron luego de haber salido de sus predios.

En varias de esas sentencias de restitución, aparece reseñado por los campesinos Jairo Bayuelo Ochoa como el intermediario entre ellos y los empresarios. Bayuelo Ochoa ha estado lejos del radar de los medios de comunicación y nunca ha hablado sobre su papel en las ventas masivas en los Montes de María. Hablamos con él en su casa en El Carmen de Bolívar – de donde es oriundo – la misma donde se hicieron las compras de tierra por parte de Álvaro Echeverría, uno de los empresarios antioqueños que más adquirió tierra por esos años.

En esta entrevista dio detalles sobre cómo se hicieron esas compras y negó que los campesinos hayan sido forzados a vender sus terrenos.Sostuvo que quienes vendieron, lo hicieron por voluntad propia porque no tenían intención de regresar a la tierra de la que se habían ido desplazados. Pese a que atendió la entrevista, pidió que no le fueran tomadas fotografías. 

¿Durante la época del conflicto armado en los Montes de María, cómo lo afectó la violencia?

Aquí el pueblo en sí salió afectado directa o indirectamente, porque los transportadores no podían salir a trabajar, los campesinos no sacaban sus productos de las veredas. Las empresas en las que yo laboré (tabacaleras) en El Carmen y luego en Ovejas tenían 800 y 600 trabajadores, y eso se redujo a nada por la violencia, que la generaban las Farc. De hecho, las bodegas aquí en El Carmen las dinamitaron todas, afortunadamente fue de noche y no hubo muertos, pero donde eso lo hagan de día, donde había 800 trabajadores eso hubiera sido una masacre impresionante. 

Y luego, durante los años de las masacres paramilitares, ¿en el casco urbano de El Carmen se sintió también lo que se sentía en las veredas, en los corregimientos, como en El Salado?

Sí, se sentía, pero con menos intensidad. Se sentía, se palpaba, se olía.

¿Qué papel jugó en las ventas de tierras de los campesinos a grandes empresarios?

La gran mayoría de los campesinos aquí dejaron las tierras abandonadas totalmente y hubo ausencia del Estado en todos los aspectos. No había vigilancia, no había protección, en las escuelas que estaban en lo rural, los profesores dejaron de asistir. Físico temor. Y las vías de penetración nunca las han mantenido como debe ser, no hay electrificación, no hay salud. La gran mayoría de tierras se las había entregado el Estado a través del Incora, eran parcelas. Un campesino tenía 30 hectáreas, trabajaba dos o tres y el resto era puro monte. Entonces se vinieron al Carmen a trabajar informalmente, se van para Barranquilla, a Cartagena a trabajar en los semáforos, aquí en el Carmen cogen una carreta y empiezan a vender yuca, ñame, el rebusque. Informalmente, porque muy poquitos se conseguían un trabajo digno y estable. Esa gente sí vino a pasar penurias y necesidades.

Entonces de ese abandono sobrevino que la gente empezó a vender, pero no había quien comprara, quién va a comprar un problema. Una finca que esté metida por allá, por donde al diablo se le perdió el trinche y no lo fue a buscar. Hasta cuando en 2007 dieron de baja a Martin Caballero, llegaron compradores foráneos, que no eran del Carmen. Paisas más que todo. Antes una hectárea de tierra no le daban ni 100 mil por ella, porque no valía nada. Mucha gente vendía porque tenían un pedazo de tierra de 30 hectáreas, por decir algo, el ranchito que tenían allá se les cayó, no tenían cerca, no tenían agua, no había escuela, no había vías de penetración, no había nada. Ellos hacían más con $25, $30 o $40 millones que cogieran por la venta del predio, por lo que arreglaran; no tenían recursos para volver. Y además los hijos que se vinieron de allá siendo niños, ya eran unos hombres o unas mujeres, ya se habían casado, eran dependientes por ahí de alguna tienda, manejaban una moto, en fin, tenían su vida independiente. No querían volver. Y el señor que salió de 60 años, ya tenía 80, entonces qué iba a buscar por allá, sin recursos, viejo. La gente no quería volver. 

¿Y cuál fue su conexión entre los campesinos y los empresarios antioqueños que llegaron después de 2007?

La gente venía y me decía ‘yo quiero vender’, entonces yo les conseguía el comprador y el comprador se arreglaba con ellos y les compraba ese predio. 

¿Eran los campesinos quienes venían a usted para que les ayudara a vender?

Sí. Nosotros no salimos a buscar nadie. Aquí venían a mi casa. A diferencia de otras zonas en el país, aquí no se le puso un revolver a nadie ni se le amenazó a nadie para que vendiera un predio. La prueba es que Álvaro Echeverria (uno de los compradores antioqueños) compró una finca en San Jacinto, que tenía 25 parcelas. Los propietarios de una de las parcelas no quisieron vender y nunca vendieron, ahí está el pedazo de tierra abandonado.

¿Por qué los campesinos acudían a usted para vender su tierra?

Porque aquí en El Carmen había compradores a tuti plen. Como yo tengo unos amigos inversionistas, ellos me decían ‘yo quiero comprar una tierra’, entonces yo les serví de intermediario. Yo jamás compré una finca para mí porque yo no tengo plata para eso. Yo me ganaba una comisión que me daba el comprador, más no el vendedor. Porque al vendedor se le pagaba su plata completa. El vendedor no daba porque esa gente estaba vendiendo y no tenían ni para sacar un certificado de tradición. 

¿Y de dónde su conexión con los empresarios?

Amigos. Yo tengo mucha gente amiga, mucho conocido. 

¿Entre ellos Álvaro Echeverria, uno de los grandes compradores de tierra?

Sí, claro. 

¿Él lo busca a usted para que lo ayude a conseguir tierra?

Él es amigo mío y me dice ‘yo necesito una tierra’. Él es un ganadero y un empresario muy importante paisa. Él es bufalero, ganadero, caficultor, constructor. Esos paisas que tienen mucho dinero. 

Para que quede claro, ¿lo buscaban a usted porque se sabía en el voz a voz que usted ayudaba a contactar a los empresarios?

No, no me tergiverse. Los compradores no eran de aquí y necesitaban alguien del pueblo que conociera. Yo como no conocía a los posibles vendedores, yo me buscaba una gente que sí conociera y la cuestión fue ubicar a uno porque ese uno trajo a treinta. Todo el mundo quería vender. Mi hijo menor entraba a clases a las 6:30 de la mañana y yo salía a llevarlo al colegio y cuando salía, tenía que pedir permiso, estaba todo el sardinel de mi casa lleno de gente con una bolsita con las escrituras debajo del brazo para venderme el predio. 

Es decir, ¿nunca buscó a algún campesino para sugerirle que vendiera a algún comprador?

No, no había necesidad. Venían a vender de otro sector, de otra parte, y les decían ‘no, es que para allá no nos interesa, el que está interesado las quiere en tal parte’, y se corría la voz. ‘No, que las quieren es en tal parte’, y venía todo el mundo como abejas a vender. 

¿En esas compras los precios fueron los que se debían pagar por esas tierras? 

Tú ibas a pagar el impuesto predial, entonces sacabas el predio identificado con la referencia catastral tal. Entonces le daban el avalúo que lo estaba poniendo el Agustín Codazzi. Entonces, por ejemplo, 14 hectáreas: $4.150.000. ¿A cómo sale la hectárea ahí? Si estos señores hubiesen comprado por el avalúo catastral, no les daban nada a los vendedores.  Se les pagó más o menos entre $400 mil, $500 mil (la hectárea), hubo tierras que se pagaron a $900 mil, a $1 millón, a $1.200.000, todo dependiendo de la localización, el estado en que estuviese y las vías de acceso.

¿Es decir que las compras se hicieron de manera legítima?

Y nadie dijo no. Por el contrario, te estoy diciendo que hacían cola aquí en mi casa. Yo salía a las 6:30 de la mañana a llevar al niño al colegio y ya había 15, 30 personas esperándome.

¿Y usted qué hacía con esas personas, las contactaba con Álvaro Echeverría?

Es que Don Álvaro se quedó viviendo como dos años aquí en mi casa mientras hacía las compras de las tierras. 

¿Y entonces por qué han salido sentencias de restitución de tierras que han dicho que Argos, que después compró esas tierras, tiene que devolverlas a los campesinos porque las compras iniciales se hicieron en medio de un contexto de conflicto armado que hizo que los campesinos se vieran forzados a vender?

Eso es mentira. Las tierras se comercializaron en 2008 y el conflicto armado aquí se había acabado hacía mucho tiempo. Lo que pasa es que la ley de restitución de tierras es la que ha frenado el desarrollo de la región. Por ejemplo el proyecto de teca de Argos, ¿tú sabes el trabajo, la mano de obra y el desarrollo que hubiese generado esa empresa, la reforestadora del Caribe que es una filial de ellos, aquí en la zona? También iba a meter un silvopastoreo, o sea cría de ganado por debajo, y todo eso se fue a pique por la ley de restitución de tierras.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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