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enero 21, 2020

Mujeres intercambiables


Para el patriarcado más reaccionario y capitalista, las mujeres somos intercambiables. Como objetos que se acaban comprando, vendiendo o cambiando por otro que guste más. Objetos inanimados que, al parecer, ni sufren ni padecen y a quienes además nos gusta ser tratadas así e incluso peor.

Este es, esencialmente, el mensaje que el actual porno está transmitiendo a nuestra juventud. Un mensaje violento y de dominación de las mujeres para que se sometan a todos los deseos de los varones. Y en ese contexto inician demasiados chicos jóvenes su vida afectivo sexual.
Nos preguntamos en demasiadas ocasiones por el aumento de agresiones sexuales que sufren las mujeres jóvenes por parte de sus compañeros pero no nos acabamos de preguntar el motivo de la ausencia de este tipo de formación en las aulas.
Una formación afectivo sexual que condene los roles violentos dentro de las relaciones y que hable de empatía, ternura, solidaridad mutua, de deseo compartido y no de deseo impuesto, etc. Pero para hablar abiertamente de este tipo de asuntos en las aulas, primero ha de consensuarse políticamente esta necesidad en las aulas. Se ha de asumir que la falta de formación afectivo sexual en los colegios e institutos lleva implícita una violencia machista más, que añadir a la larga lista de violencias que el machismo ejerce sobre las mujeres y las niñas.
Para comenzar a poder las primeras piedras para eliminar las violencias machistas y siempre peligrosas en las vidas de las mujeres y las niñas, es fundamental que se tenga claro que este tipo de formación ha de estar en el curriculum de los centros y que las familias han de entender que sus criaturas son un bien social y no privativo.

El mercado de la prostitución y de la pornografía se nutre precisamente de este concepto de mujeres intercambiables

Si buscamos un futuro en donde las niñas tengan realmente los mismos derechos que los niños tanto en su infancia como en su vida adulta y que por tanto no sean intercambiables, ni usables como mercancías, tendremos que comenzar a cambiar las reglas del juego, despatriarcalizando tanto la educación obligatoria como las reglas familiares respecto a cómo cuidar y educar desde la infancia a nuestras criaturas.
No podemos retrasar más la implantación de medidas educativas y familiares para que nuestras criaturas de hoy, que serán adultas mañana, aprendan que amar es algo mucho más importante y grande que la satisfacción de un deseo sexual puntual e impuesto.
No podemos, como sociedad, seguir transmitiendo a nuestras niñas que son intercambiables, ciudadanas de segunda y que han de estar siempre disponibles para satisfacer los deseos de otros incluso con riesgo de su propia integridad física si se niegan.
Tampoco podemos continuar transmitiendo a los niños un tipo de masculinidad en la que lo tienen todo permitido por ser niños. Y cuando desean algo o a alguien, lo toman a cualquier precio. Sencillamente sacian su deseo, incluso a costa del dolor que pueden llegar a infligir a otras personas.
El mercado de la prostitución y de la pornografía se nutre precisamente de este concepto de mujeres intercambiables, puesto que las que ya no «sirven» se descartan y se «buscan» nuevas chicas para saciar el apetito de dinero de sus explotadores y saciar el apetito sexual y de dominación de quienes las usan.
Este modelo de sociedad necesariamente ha de cambiar desde las escuelas y las familias. El modelo de relaciones ha de ser mucho más simétrico en todos los aspectos, y el sexual es uno de ellos que ha de ser tenido en cuenta. No podemos dejar en manos sectarias la educación en valores de respeto y tolerancia humana en todos los sentidos.
Quizás quienes primero debieran pasar, de nuevo, por las escuelas son quienes desde los ámbitos socializadores (y la escuela y las familias lo son) pretenden mantener órdenes sociales que, en sí mismos, ya son violentos para con las niñas y las mujeres.
Es urgente cambiar el modelo educativo integral para que nuestras niñas sean ciudadanas de pleno derecho incluso en sus relaciones íntimas porque, en cierta medida, les va la vida en ello.
Las mujeres y las niñas no somos intercambiables, somos ciudadanas de pleno derecho que merecemos una vida digna y libre de violencias machistas de todo orden y condición.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA


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