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diciembre 17, 2019

Un encuentro nacional de campesinos en honor a Alfredo Molano


Más de 200 campesinos de varias regiones del país se reunieron en la que es considerada la cuna de la revolución agraria: Cabrera (Cundinamarca). Durante dos días reflexionaron sobre sus historias de vida alrededor de la guerra, se desahogaron y, al final, en medio del llanto por su muerte, rindieron un homenaje a Alfredo Molano, quien siguió sus pasos de cerca y los retrató en decenas de libros y reportajes.

Alfredo Molano Bravo es el intelectual más conocido entre los campesinos agrarios de este país. Conoció sus caminos y trochas; sus ríos y sus tierras, las despojadas y las abandonadas. Escuchó sus dolores y los tradujo en letras, esas que le dieron el honor de recorrer el país y de escribir toda una biografía de la cultura de los campesinos y su vida en medio de la muerte que impuso la violencia. Por eso, Molano estaba empeñado en realizar un encuentro nacional para los campesinos colonos que sufrieron por la guerra mucho antes de que existiera la guerrilla de las Farc. Es decir, “campesinos que dejaron de ser para él fuentes primarias y secundarias y pasaron a ser su voz”.

Así lo dijo Gladis Jimeno, la esposa del escritor y sociólogo durante el Encuentro por la Verdad del conflicto que vivieron los campesinos, un homenaje póstumo a su fallecimiento, el 31 de octubre pasado. Desde Bogotá, a donde arribaron todas las delegaciones, partieron los siete buses que llevaron a los líderes agrarios, defensores de derechos humanos, comisionados de la verdad, periodistas y familiares del escritor. Camino al municipio de Cabrera, después de dejar Fusagasugá y de descender en medio del paisaje de la cordillera oriental se llega a la llamada “Puerta del Sumapaz”.   

Los líderes campesinos que se juntaron en este encuentro son dos generaciones marcadas por un conflicto que tuvo sus orígenes en la disputa por la tierra y en la política, pero que se fue degradando durante cinco décadas. Los primeros, algunos de Villarica (Tolima) otros del Alto Sumapaz, zonas colindantes de Cabrera. Muchos de ellos llaneros, pues este municipio fue su refugio en los días de los bombardeos contra la región del Pato Guayabero en Uribe (Meta), cuando el entonces presidente Guillermo León Valencia ordenó atacar y acabar con lo que denominó “repúblicas independientes” por tratarse de asentamientos campesinos que simpatizaban con el Partido comunista y que pensaban distinto al establecimiento conservador. 

Los bombardeos al Pato, los tituló Molano varias veces. Justamente, así se llama la obra de teatro que presentaron varios actores profesionales en la tarde de ese jueves 12 de diciembre. Un ejemplo del masivo desplazamiento forzado que padecieron campesinos  y campesinas, y las maneras cómo resistieron sin armas. “En la memoria de ese insigne, de ese habido escritor, de esa pluma de los despojados de Colombia Alfredo Molano Bravo”, dijo en su discurso Alfredo Díaz, uno de los líderes agrarios del Sumapaz, sacudiendo el puño de su mano izquierda y hablando fuerte contra el establecimiento. El escenario del encuentro era el colegio de bachillerato de Cabrera. La entrada fue adornada con imágenes grandes de Molano y frases de uno de sus libros insignes: Desterrados. “Para nosotros podría ser mejor que no supieran nuestra historia, pero si no contamos ni hablamos, todos nuestros muertos van a quedar muertos para siempre. Nosotros podemos enterrarlos, no olvidarlos”, dice un fragmento de ese libro que ha sido editado varias veces desde que fue publicado en 2001. Una serie de crónicas en las que narra la historia de los millones de colombianos que tenían que salir de sus territorios por culpa de la guerra. En ese entonces, él vivía en el exilio en Barcelona. 

Alfredo Díaz continuó su discurso recordando a un líder agrario del siglo pasado: “Tengo que decir que estamos en la tierra donde se detuvo, donde se organizó y se sublevó un campesino colombiano ilustre, el dirigente agrario más importante de Latinoamérica. No es gratuito que el pasado 21 de noviembre en todo este país se manifestara la rebeldía y la inconformidad con el régimen, porque ese día es el día del natalicio de Juan de la Cruz Varela y el mismo día que lo enterramos allí en este cementerio, pero que nunca lo olvidamos”. Varela es conocido como el guerrillero más viejo del país, organizó un movimiento campesino de “autodefensa” y después de librar los primeros combates se fue desplazando hacia Villarrica y alcanzó a abarcar todo el páramo del Sumapaz. Varela fue testigo de dos amnistías, fue concejal y representante a la Cámara, en varias ocasiones, así como miembro del Comité Central del Partido Comunista, durante varios años.

Después de Alfredo Díaz vinieron los testimonios de los campesinos que habían sufrido diferentes tipos de violencia durante el conflicto armado. Claudia Machuca entonó una canción que relató en cada fragmento un momento vivido por la comunidad de Las Pavas en el Magdalena Medio. Una comunidad que también documentó Molano y a la que denominó como el inicio de la Depresión Mompoxina, donde aun se enfrentan campesinos y empresarios de la palma por la tierra. Machuca cantó así la historia de esos campesinos: “Les vengo a contar una historia, les vengo a contar una historia que ha pasado allá en mi pueblo. Me quemaron la casita que tenía yo en Las Pavas. Por culpa de las palmeras yo he quedado a la deriva, por culpa de las palmeras tengo un dolor en mi alma. Yo vivía esperanzada en este bendito gobierno y hoy les digo cantando que eso no sirvió de nada. Cuando muy bien la plata, al pobre si lo desplazan para quitarle las tierras y sembrar palma africana…”. 

“Mi nombre es Roberto Fuentes del Toro, campesino de Cantagallo (Antioquia) en donde viví todas las violencias de los grupos armados ilegales. Primero, siendo raspachín de coca hasta terminar reclutado como soldado campesino por el Ejército colombiano. Finalmente, después de tanto dolor hoy estoy a punto de graduarme de ingeniero industrial de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá”, contó Fuentes y su voz se sintió como si tuviera un nudo de nostalgia en su garganta. Un aplauso del público conmovió aún más el momento. Después, vinieron las palabras de aliento del presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco De Roux: “estamos aquí para hacer valer ante el país la verdad de ustedes. Para expresarles que necesitamos que se queden en el campo, que esa será la garantía de que habrá comida para todos los colombianos, al igual que agua, bosques y animales”.  

Luis Pérez, presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia (Anuc) en el municipio de Sincelejo (Sucre), trajo una consigna emblematica: “la tierra para el que la trabaja”. “Mataron aquí, mataron allá. Se fue de aquí, se fue de allá. Eso pasó con la Anuc y sus líderes a lo largo de la década del 90 cuando estigmatizaron y casi exterminaron esta organización campesina que, a pesar de eso, hoy sigue viva y reconstruyéndose”, dijo Pérez con su acento costeño y contundente. A renglón seguido, el comisionado Alejandro Valencia complementó el proceso de reconocimiento de lo que significa ser campesino en Colombia: “La estigmatización ha sido impuesta a hierro caliente y la verdad será la mayor cuota de reparación. Por eso, así nos injurien y nos calumnien, no nos van a callar”. 

Después de más de siete testimonios de campesinos, la comisionada Alejandra Miller presentó el capítulo de reconocimiento de responsabilidad que esta ligado a la verdad y a la reparación de las víctimas. El exmiliar Jesús Amado Rincón, por ejemplo, a través de un video pidió perdón a los campesinos, principalmente, a la familia del líder Gerardo Contreras a quien en mayo de 2005 calificó como un miliciano de la guerrilla para convertirlo en uno más de los cientos de “falsos positivos” que se cometieron durante la guerra en todo el país. 

“Nos encontrábamos en una vereda de Ricaurte, hice un desplazamiento hasta la vereda de Chuspas, municipio de Lebrija (Santander). Recibí una información de un supuesto miliciano que estaba en esa zona. Fuimos, tocamos la puerta, salió el señor, le dijimos que nos acompañara. Él nos acompañó, pasaron las horas y a la madrugada, cuando ya aclaraba el día siguiente, con el capitán decidimos simular un combate para quitarle la vida al señor Gerardo Contreras. Después de muerto decidimos cambiarlo, colocarle un uniforme y hacerlo pasar como un subversivo. Hoy quiero pedir perdón por ese error, especialmente a sus familiares. aquí estoy diciendo mi verdad para que haya un cambio”, relató durante el Cuarto Encuentro por la Verdad.

También hablaron y pidieron perdón otros excombatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), principalmente, excomandantes del Bloque Centauros, que operó en el centro del país y los Llanos Orientales, tales como Manuel José Pirabán (Pirata) y Eleazar Moreno. Igualmente lo hizo el partido FARC, a través de la senadora Sandra Ramírez, quien dijo que reconocían los errores que se cometieron en muchas comunidades campesinas donde fueron asesinadas personas inocentes. “Estamos para reconocer los errores y pedirles perdón porque esto no se puede repetir”, añadió. 

Finalmente, respondieron los protagonistas del Estado colombiano, exfuncionarios de gobiernos anteriores que trabajaron por el reconocimiento de los campesinos. Miryan Villegas, por ejemplo, exdirectora del desaparecido Instituto Nacional de Desarrollo Rural (Incoder), afirmó que el tema de la tenencia de la tierra pisa demasiados cayos de gente poderosa. “Yo recuerdo cuando estaba en el Incoder que salían y salían expedientes, que habían sido guardados allí, pero que correspondían a procesos privados porque eran de gente poderosa que había hecho lobby en el Incoder para que no se abrieran esos procesos que les incomodaba a políticos en las regiones. Estos procesos eran, por ejemplo, cómo se apropiaron de las ciénagas para sembrar palma”, resaltó la exfuncionaria.

Ahí cerró oficialmente el Encuentro por la Verdad de la población campesina, pero, minutos después el escenario se transformó. Aparecieron las imágenes de Alfredo Molano de fondo en sus travesías por las montañas, ríos y caminos de herradura del país rural. A pie y a caballo. Luego, varias personalidades, entre actores como Constanza Duque; familiares como su nieta Antonia Rodriguez; y la esposa de Juan de la Cruz Varela, Juana Molina, quienes leyeron fragmentos de distintos libros en los que el sociólogo describió ese mundo campesino que se resistió a ser extinguido por las balas de plomo y por el hierro caliente que los estigmatizó. 

“No eran venidos de otro mundo, no habían caído en paracaídas. Habían llegado huyendo, comiendo mico, tumbando selva. Se defendían y defendían a sus viejos y a sus críos. Por eso me dio tanta alegría ver a esos muchachos —hoy ya no tanto— enterrando la guerra, derrotándola. Dejando el poder de las armas en manos del Estado, confiando en que no volverá a ser usado contra ellos, contra el pueblo —el pueblo existe, Antonia, y así hay que llamarlo—, ni para defender a unos pocos bolsillos de por sí llenos”, leyó la nieta del sociólogo en medio del silencio, las lágrimas de los asistentes y la presencia constante de la energía del escritor y caminante Alfredo Molano Bravo. 

FUENTE: EL ESPECTADOR


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