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diciembre 16, 2019

La crisis climática es un asunto feminista


¿Existe una relación entre las mujeres y el medio ambiente? ¿Es necesario mirar con ojos feministas las políticas medio ambientales? ¿Es diferente la relación de este tema entre hombres y mujeres? La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo SÍ.

Las mujeres en el mundo son quienes tienen mayor interacción con los recursos naturales, especialmente en comunidades rurales ubicadas en países al sur del globo. Las mujeres rurales, quienes en su mayoría dedican su tiempo a las labores agrícolas, producen entre un 60 y 80% de los alimentos en estos países, según cifras del Programa Mundial de Alimentos.

Por otro lado, como consecuencia de los roles históricamente definidos, las mujeres en la ruralidad son aquellas encargadas de abastecer de agua a sus hogares y comunidades. En Colombia, en un departamento como La Guajira, este es el diario vivir de una mujer o niña en una comunidad Wayú. La situación más común es encontrar un pozo de agua a una o dos horas caminando de las rancherías, en el peor de los casos este pozo puede estar a cuatro horas.

Imagínemos este último escenario, si sumamos el recorrido ida y vuelta son ocho horas, lo que equivale a prácticamente una jornada laboral completa. Es decir, las mujeres y niñas pasan gran parte de su tiempo buscando y almacenando agua, que además casi nunca es potable. ¿En qué momento van las niñas al colegio? En ¿qué momento las mujeres pueden dedicarse a labores que les permitan obtener un ingreso propio?

Hoy la situación es precaria, pero con la aceleración del cambio climático puede ser aún peor, estos pozos podrían reducirse o inclusive desaparecer. Lo cierto es que el impacto que tiene la crisis climática en las fuentes de agua, modificándolas o desapareciéndolas, afecta directamente a las mujeres y niñas producto de los roles de género.

Otro ejemplo, en gran parte de las zonas rurales las mujeres -a quienes se les ha designado también históricamente el rol de la cocina- cocinan con combustibles de biomasa, conocidos en la cotidianidad como leña. A primera vista, este hecho pareciese inofensivo, en mis visitas a diferentes comunidades el sancocho en la olla cocinado con leña es, quizás, uno de los momentos más esperados. No obstante, las implicaciones en la salud que puede tener estar en contacto diario con el humo producido cuando la leña es expuesta al fuego son aterradoras. Estos gases son tóxicos y cuando se inhalan a poca distancia las posibilidades de desarrollar enfermedades que comprometan al sistema respiratorio son altísimas.

Asimismo, los combustibles de biomasa producen gases de efecto invernadero como el CO2 y el monóxido de carbono que contribuyen al cambio climático. Las mujeres rurales son sujetos clave para migrar a nuevas formas de energía en los países de menores ingresos.

Por otro lado, las mujeres son quienes más sufren las consecuencias de las catástrofes naturales y conflictos armados; mueren más mujeres que hombres en este tipo de siniestros por causas directas e indirectas. Paradójicamente no es el desastre en sí lo que mata a las mujeres, son los roles de género estructurales que las ponen en mayor vulnerabilidad, como por ejemplo su rol de cuidado de niñas y niños, adultos mayores y enfermos.

Para nadie es un secreto que la crisis climática trae consigo nuevos desastres y desplazamientos, donde las mujeres deben ser especialmente atendidas.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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