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octubre 23, 2019

VIH, ruralidad y mujer


Hace unos días, el 15 de octubre, se conmemoró el día internacional de la mujer rural, y muy poco se habla de cómo el VIH afecta a esta población de una manera diferencial, a nivel mundial. 

Roxane es madre de 6 hijos, 4 niñas y 2 niños. Fue diagnosticada VIH positivo en el 2009. Su esposo, quien la violó cuando ella tenía 16 años, y fue obligada a casarse con él, murió de SIDA. Su hijo de 9 años también es portador del virus. Ella como muchas  otras mujeres en la ruralidad no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela, empezó a trabajar desde muy joven como empleada doméstica. 

Durante muchos años Roxane tuvo que aguantar el estigma que trae consigo ser diagnosticada VIH positivo –mucho más fuerte por su condición de mujer-. Su familia no volvió a acercarse a ella, temiendo ser infectados por compartir los mismos utensilios de cocina o inclusive por el solo contacto. De a poco fue perdiendo a sus clientes a quienes limpiaba sus casas. No recogía las medicinas en el hospital del pueblo, por miedo a sufrir mayor discriminación por su condición, lo que la llevo a entrar en una grave situación de salud.

Se encontró en un punto de total aislamiento, con el único pensamiento de suicidarse. Roxane vive en Kenia, allí la conocí a ella y otra decenas de mujeres VIH positivo, en el 2016.

Ella es el rostro de millones de mujeres en la ruralidad en los países ubicados al sur del globo. En Kenia la problemática es inmensa, se calcula que existen 2 millones de personas portadoras -sin tener en cuenta el subregistro- pero por lo mismo es un asunto visible en sus políticas públicas. En un país como el nuestro poco se habla del VIH y mucho menos de por qué hay que abordarlo desde una perspectiva de género y de ruralidad.

Desde el año 2008 los/las portadores del virus van en aumento, que el reporte de los casos haya aumentado quizás puede ser un buen síntoma, significando que más personas están teniendo acceso a las pruebas. Aproximadamente 160.000 colombianas y colombianos portan VIH, según cifras de ONU Sida.

Son precisamente el acceso, la desinformación, el estigma y los sesgos de género los detonantes de una mayor transmisión, o falta de tratamiento una vez el virus es contraído. Sobra recordar que quien vive con VIH puede llevar una vida normal, siempre y cuando acceda al tratamiento de una manera oportuna.

Cuando conversaba con estas mujeres en Kenia comprendí la importancia de abordar el VIH desde una perspectiva de género. Ellas generalmente contraen el virus a través de sus parejas. La mayoría desconoce sus derechos sexuales y reproductivos, y cuando lo hacen los roles de género y poder les impiden, por ejemplo, exigir relaciones sexuales con preservativos. En muchos casos sus parejas mueren, pues por estos mismos roles son los hombres quienes menos acceden a los tratamientos, y las mujeres se convierten en cabeza de hogar. En Colombia, el 76% de las mujeres con el virus son madres cabeza de familia, según la Organización Mundial de la Salud.

Esta problemática es de esos asuntos de política pública que deben ir más allá de las estadísticas, hoy la mayoría de los casos en el país se reportan en las ciudades, lo que no significa que las zonas rurales no estén afectadas. Al contrario, esto puede significar que los servicios de salud no están accediendo de manera oportuna y efectiva a la ruralidad. Es allí también, donde los roles de género en combinación con las altas vulnerabilidades sociales son más evidentes, y pueden ser mortales cuando de VIH se trata.

La prostitución- aquellas que ejercen en mayor medida esta actividad son mujeres en situación de vulnerabilidad- y las violaciones son otros de los focos de contagio de la enfermedad. En Colombia, donde la violación ha sido utilizada históricamente como arma de guerra –en la ruralidad casi siempre- es imposible pasar por alto la correlación entre la violencia sexual y el VIH.

El VIH no es mortal, lo que sí lo es la ignorancia y  los estereotipos frente a este tema. No puede haber un ejemplo más tangible de que el machismo mata, tanto a hombres, como a mujeres. El VIH no es solo un asunto de salud pública, es un asunto de género y de su intersección con el campo, y eso debe verse reflejado en cómo se diseñan las políticas públicas en el país.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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