octubre 3, 2019
Olimpia intentó suicidarse cuando se hizo público un video sexual, ahora una ley lleva su nombre
Cuando un video sexual en el que aparecía se hizo público, Olimpia Coral Melo pensó quitarse la vida. Pero, después se dio cuenta que vivir su sexualidad no era el problema. El problema era que lo hubieran compartido sin su permiso. Con este principio promovió una ley que ha sido aprobada en 11 estados de México.
Olimpia Coral Melo Cruz tenía 18 años cuando un video sexual acabó con su reputación de “niña promesa”.
Todos en su pequeña ciudad, Huauchinango, en Puebla, en el centro de México, hablaban del video en el que ella salía desnuda.
La conocían como “la gordibuena de Huauchinango”, una forma despectiva de definir al cuerpo de una mujer con curvas.
Su novio, con quien llevaba 6 años y con quien había hecho el video, pero que no se identificaba en el mismo, negó que fuera él quien lo divulgó.
Olimpia se encerró en su casa por 8 meses e intentó suicidarse en tres ocasiones.
Pero, después de un largo proceso, entendió que ella era la víctima de un tipo de violencia, aunque tardó en identificarla.
Estudió sobre el tema y escribió una iniciativa de ley.
Ahora, respaldada por mujeres de todo México, ha logrado que la ley de delitos contra la intimidad sexual, conocida como “Ley Olimpia”, se aprobara en 11 de los 31 estados de México.
Y está siendo discutida en la capital del país.
Esta es su historia contada en primera persona.
Cuando tenía 18 años grabé un video sexual con un novio con el que llevaba 6 años.
No sé cómo ese video, en el que se veía mi cuerpo desnudo pero no se identificaba a mi novio, empezó a pasarse por WhatsApp.
La gente hablaba de mí. Y mi novio me dejó sola. Negó que era él porque le daba vergüenza.
Así la gente empezó a especular con quien me acostaba.
Un periódico local se vendió como pan caliente con una portada en la que decían que yo, una chica que tenía futuro, “estaba quemada en las redes sociales”. Lucraron con mi cuerpo.
Cada día me llegaban a mis redes sociales solicitudes de hombres que me pedían sexo.
Me empezaron a llamar “la gordibuena de Huauchinango”. Y después, cuando el escándalo se hizo más grande, “la gordibuena de Puebla”.
Sentí que mi vida había terminado. Me encerré en mi casa durante 8 meses y no me atrevía a salir.
Era muy joven y no sabía a quien acudir, cómo denunciar.
Y para colmo, todo había pasado en el ámbito digital, así que parecía que nada había pasado.
¿Cómo me iba a defender si yo misma había grabado el video?
Quise suicidarme en tres ocasiones. En una de ellas estuve a punto de tirarme de un puente cuando por suerte pasó un amigo y se bajó del coche en el que iba a preguntarme cómo estaba.
No sé si él se dio cuenta, pero me salvó la vida.
Mi madre, que no usaba internet, no sabía del video y yo pensé que iba a tardar en descubrirlo. Le dije que existía un rumor sobre un video, pero que no era yo.
“Sólo disfrutaste tu sexualidad”
Pero un domingo en el que estaba reunida toda mi familia en la casa, mi hermano, de 14 años, llegó de la calle y aventó su teléfono en medio de todos.
“Ese video de mi hermana sí existe y sí es Olimpia”, dijo.
Mi mamá se puso a llorar.
Fue el día más triste de mi vida. Yo me abalancé a los pies de mi mamá y le pedí perdón de rodillas a ella y a toda mi familia. Me sentía culpable.
Les dije que quería morirme, que me ayudaran a morirme.
Pero mi mamá, una mujer de una comunidad indígena que no había terminado ni la educación secundaria, que no sabe ni escribir, me sorprendió.
Me levantó la cabeza y me dijo viéndome a los ojos: “Todas cogemos. Tu prima coge, tu hermana coge y yo también. La diferencia es que a tí te ven coger. Eso no te hace una mala persona o una delincuente”.
Yo quedé en shock.
Mi mamá continuó. “Tú sólo disfrutaste tu vida sexual -como lo hace cualquier persona- y hay una prueba de eso. Vergüenza sería que hubieras robado o matado. Incluso maltratado a un perro”.
Ahí conocí la sororidad, que las mujeres somos muy poderosas.
Aunque, soy consciente de que no todas las jóvenes tienen la ventaja de tener una madre como la mía, que me apoyó en esos momentos tan duros. La mayoría son rechazadas por sus familias, en sus centros de estudio o trabajo por el simple hecho de tener una vida sexual.
Mi madre desconectó el teléfono y el internet de la casa. Me protegió del mundo exterior. Me hizo saber que ahí dentro estaba segura.
Pero la gente fuera hablaba de mí. Venían a tocar la puerta de mi casa y a decir que se habían enterado del video.
Yo sólo me escondía.
La gente no tiene idea de lo que causa ese tipo de violencia. Limitan tu libertad, tu intimidad, tu movilidad, tu vida. Y tú lo aceptas porque crees que eres culpable.
Por eso acceder a la justicia es casi imposible.
Cada “like” a esas publicaciones es una agresión, cada “me gusta” es un golpe. Cada vez que alguien comparte contenido íntimo de una persona que no lo permitió es como una violación.
A mí no me penetraron, pero me estaban violando, porque utilizaban mi cuerpo. Digitalizado, sí, pero mi cuerpo al fin.
Yo pensaba que nunca más iba a volver a salir de mi casa. Solo veía el mundo por una ventana.
Pero dos cosas me hicieron salir de ahí.
Una, que un amigo me llamó y me pidió que viera las páginas donde se burlaban de otras mujeres.
FUENTE: https://www.animalpolitico.com