septiembre 16, 2019
Rosa Cobo: “En la cuarta ola se ha impuesto definitivamente el abolicionismo”
Con el afán de una exploradora, Rosa Cobo explica cómo va “agrandando el mapa” de sus estudios y prepara para esta primavera un nuevo ensayo sobre pornografía, tras varios años de investigación sobre la explotación sexual y un libro fundamental cuyo título es casi un manifiesto: “La prostitución en el corazón del capitalismo”. Pero a la vez, la socióloga feminista es profesora de la Universidade da Coruña, lo que la sitúa en pleno temporal levantado con el anuncio y la suspensión por sus autoridades académicas de unas “Jornadas sobre trabajo sexual”. El propio rótulo, la nómina de ponentes y la de entidades colaboradoras, anunciaban un programa que para las abolicionistas implica apología de la vulneración de los derechos humanos de las mujeres. El chaparrón continúa, en redes sociales y medios de comunicación, también en torno a los límites de la libertad de expresión y la responsabilidad social de la educación pública. “En la universidad crece un pensamiento que después cae, como gotas de lluvia, sobre la propia sociedad”, afirma. La voz propia de la profesora Cobo desmonta, con un argumento tras otro, los de la industria proxeneta, para que la cuarta ola sea la marea de las abolicionistas.
– ¿Le ha sorprendido la polémica que se ha creado alrededor de estas jornadas y su cancelación?
– Sí. Me ha sorprendido porque he visto con claridad que hay un crecimiento de la conciencia crítica feminista en contra de la prostitución. Yo no podía calcular que la reacción iba a ser tan masiva, cómo ha generado un proceso de unidad en el abolicionismo, donde no ha habido prácticamente ninguna voz disonante y la respuesta ha sido inmediata. Lo tenemos que tomar también como un indicador del crecimiento de la conciencia crítica abolicionista en el conjunto de la sociedad.
“Hay un crecimiento de la conciencia crítica en contra de la prostitución”
– ¿Una universidad pública debió aprobar un programa como éste?
– No. Porque me preocupa lo siguiente: la universidad es una instancia fundamental de legitimidad, de modo que el regulacionismo necesita entrar en ella para adquirir la que en estos momentos no tiene. Tiene entramado económico, una fuerte aceptación y una clientela masculina que es del 40%, pero lo que no tiene es la absoluta normalización social. El regulacionismo necesita esta convalidación de la universidad. Si su discurso adquiere legitimidad, el alumnado masculino va a recibir un mensaje de que ser un putero es algo que no tiene ninguna dimensión ética ni política. Es decir, normaliza a los puteros como consumidores de prostitución. Al mismo tiempo, en un momento en el que la crisis ha hecho estragos, cuando han subido las tasas universitarias y los master no son particularmente baratos, normalizar la prostitución desemboca en que muchas chicas van a recibir el mensaje de que es un lugar que proporciona dinero, del que pueden entrar y salir con facilidad, y con el que van a poder pagar una matrícula o una necesidad que tengan. Eso me parece terrorífico.
Hay una tensión entre la universidad como un lugar en el que las ideas tienen que encontrar un marco para expresarse, al mismo tiempo que la libertad de expresión tropieza con unos límites que marcan, inexcusablemente, los derechos humanos. La universidad no puede ofrecer una tribuna para discutir sobre la bondad de la pena de muerte, o para discutir sobre la inferioridad de los negros, o sobre la maldad de los judíos, o sobre la explotación sexual de las mujeres. En la universidad se puede hablar de todo, pero en aquellos temas que vulneran los derechos humanos lo que debe hacer es ofrecer un espacio para hablar críticamente.
“El regulacionismo necesita entrar en la universidad para adquirir la legitimidad que no tiene”
– Los defensores del trabajo sexual podrían preguntar ¿qué tiene de malo?… Porque pasar años en un burdel es muy evidente que daña gravemente a las mujeres, pero esta idea casi glamurosa de la universitaria que “de vez en cuando” se prostituye no se percibe igual.
– Mira, una joven con este tipo de experiencia me decía, apretando los puños, perdiendo los nervios, “¡hay que abolirla, hay que abolirla!” Me dijo que había pensado que no tenía dinero, y que podía echar un polvo con un tío que estaba bueno, y qué más daba, si encima le iba a pagar. Y que pasados los años, esa imagen la perseguía. Y que estos tíos no paran nunca. Me dijo que si quieres ganar algo de dinero tienes que acostarte con hombres viejos, que terminan rápido, porque si no, no puedes continuar. Las dejan incapacitadas para seguir teniendo sexo con ellos… esto me lo dijo entre otras muchas cosas. El estrés postraumático no desaparece, se necesita terapia durante muchos años, por supuesto.
– Otro argumento “liberal” es que todo eso es fruto de una moral que sacraliza el sexo, que no deberíamos darle tanta importancia. Sería el sexo una especie ejercicio gimnástico.
– Sí, no será que no lo dicen. ¿Hay alguna razón por la cual se justifique que las mujeres tengan que abdicar de su propio deseo para asumir el deseo masculino y satisfacerlo? ¿Qué tipo de sociedad estamos reclamando cuando estamos ofreciendo a un sector que se convierta en objeto para otro?
– Hay algo intrínseco a la sexualidad que haga que no pueda ser objeto de intercambio comercial?
– Esto lo dicen muy bien supervivientes como Sonia Sánchez , Alika Kinan o Amelia Tiganus. No es lo mismo trabajar para alguien que ser tú misma el lugar de trabajo. La vagina no es un lugar de trabajo. Una mamada, una penetración anal, ¿se pueden considerar un trabajo? El cuerpo no se puede disociar de la persona.
– ¿Estamos cerca de un cambio de tendencia?
– Sin ninguna duda. En los tres siglos de historia del feminismo la prostitución no había sido un objeto de estudio preferente, si bien todas las grandes teóricas feministas, cuando se tropezaban con la prostitución, ponían de manifiesto que no favorece a las mujeres. Eso formaba parte del sentido común feminista, hasta que Josephine Butler hiciera sus primeros escritos. Esta reflexión ha ido creciendo.
En los años ochenta del siglo XX, a partir de lo que quedó de la revolución sexual, del ascenso de las políticas de la identidad, y del debilitamiento del imaginario redistributivo de la izquierda, va a surgir un debate sobre si la pornografía y la prostitución deben relacionarse con la libertad sexual, o si como sostiene la mayor parte del feminismo, tienen que ser consideradas instrumentos que contribuyen a reproducir el orden patriarcal.
Ese momento histórico además va a venir acompañado de la expansión del sida y del rearme del LGTB. Ahí aparece por primera vez una extraordinaria fisura entre el feminismo y el movimiento de las disidencias sexuales. El primero va a a dotarse de una argumentación fuertemente abolicionista, y el LGTB atraerá a algunas feministas que van a defender que la prostitución, la pornografía y formas alternativas de vivir la sexualidad son parte de la libertad sexual. A finales de esa década estas posiciones van a encontrar muchos altavoces y recursos para ensanchar su posición. Pero el movimiento feminista siguió analizando la prostitución y la pornografía como instancias del poder patriarcal. A partir de entonces aparecerán las políticas económicas neoliberales, que las convertirán en una economía ilícita y estrategia de desarrollo para algunos países que no han podido engancharse a la economía global.
De forma un tanto azarosa, se van a encontrar la necesidad del capitalismo neoliberal –convertir en acto de consumo la pornografía y la prostitución– con esas posiciones alrededor de las disidencias sexuales. Yo no quiero afirmar que el movimiento LGTB en su totalidad es neoliberal.
– Algunas feministas apuntan a un caballo de Troya que está en el LGTB y que está también en el movimiento feminista.
– Yo no creo en teorías conspiratorias, creo que fueron dos procesos que nacieron al mismo tiempo y que se han potenciado mutuamente. Y sobre la teoría queer, no está pensada para rearmar teóricamente a las mujeres, sino para ofrecer un marco interpretativo a las disidencias sexuales y proporcionar legitimidad a ese movimiento. El problema es que ha habido un sector dentro del movimiento feminista que ha hecho una alianza con la teoría queer, de la misma forma que hubo un sector del movimiento feminista –como explican Seyla Benhabib y Celia Amorós–, que hizo una alianza con la posmodernidad y que fue,catastrófica para nosotras porque despolitizó el feminismo. Hay que decir que el sector del movimiento feminista que ha hecho esa alianza es minoritario. Las mujeres que se autodefinen como feministas desde la teoría queer, no acaban de diferenciar que una cosa son las mujeres y otra la población LGTB, que nuestros intereses no son coincidentes y que la población a la que representamos es distinta. Y eso es un problema para el feminismo, porque pone en cuestión al propio sujeto político feminista.
– ¿Y no es posible que, tras estos procesos históricos que describe, decir “no sois feministas” sea también una estrategia de combate?
– Es una estrategia inadecuada, en mi opinión. Es fundamental estudiar, manejar argumentos, utilizar las consignas de manera adecuada. El sectarismo dificulta los pactos políticos, se pueden hacer críticas profundas sin criminalizar a las personas.
En los últimos años hay un rearme feminista, no solo en España, tras el 15M. Bajo el paraguas de los hijos políticos de la nueva izquierda, la que viene de Mayo del 68, van a cobijarse muchas feministas, esto es un fenómeno global. Aparece también el ciberactivismo, que va a ser definitivo, porque estas mujeres son nativas digitales y la generación anterior no lucha en el campo de las redes. Hay en el fondo una lucha por la hegemonía ideológica en el movimiento feminista y yo quisiera que fuera más civilizada, por eso estoy a favor de pactos.
Creo que el crecimiento del abolicionismo está estrechamente relacionado con esta explosión feminista de estos dos últimos años articulada en torno a la denuncia de la violencia sexual. Esto ha puesto en marcha una lógica analítica y política que ha desembocado, necesariamente, en la crítica a la prostitución y a la pornografía. Dicho de otra manera: quienes querían denunciar la violencia sexual, y no querían que eso desembocase en la crítica a la pornografía y la prostitución, se han visto completamente desbordados. Porque no se pueden aislar aspectos de la violencia sexual, que tienen un carácter crucial, porque se tenga una fuerte alianza con el capitalismo neoliberal.
“Quienes querían denunciar la violencia sexual, pero no la pornografía y la prostitución, se han visto desbordados”
– Los representantes de varios autodenominados grupos proderechos son señalados desde el activismo abolicionista como un lobby por la regulación. Lo cierto es que los estatutos de la agrupación Otras han sido anulados por una sentencia de la Audiencia Nacional, en lo que fue un fuerte golpe a las aspiraciones del proxenetismo organizado. En su día, el fiscal argumentó que Otras es “una vía para legalizar la prostitución”, algo que no evitó que las autoridades académicas dieran el visto bueno al programa e incluso aprobaran subvencionar con 500 euros el proyecto. En toda esta polémica, se acusa al abolicionismo de no querer escuchar “la voz de las putas”.
– Yo creo que esto responde a la necesidad de enfocarlo todo en ellas porque son el eslabón más débil y eso puede generar empatía social. ¿Por qué se oyen unos discursos mucho más que otras? ¿Por qué unas son defendidas mediáticamente y otras permanecen en los márgenes? Son las voces de Sonia Sánchez, de Alika Kinan, de Amelia Tiganus, de las mujeres de Apramp, de las de Médicos del Mundo, de las de la Comisión de los Malos Tratos… Hay ONGs que critican la prostitución y que no tienen resonancia social, y por contra otras están magnificadas. Yo creo que detrás están los intereses de la industria, pero no solo: también los de un sector de la sociedad, fundamentalmente masculino, que no quiere perder el acceso al cuerpo de las mujeres como un derecho natural.
Yo creo que es importantísimo señalar que las mujeres que están en prostitución son un objetivo fundamental para el abolicionismo. Nosotras, en vez de dar carta de naturaleza a la prostitución como trabajo, tenemos una alternativa. Y la alternativa es cualificación profesional, renta básica, permisos de residencia, apoyo integral. Que todo esto se convierta en políticas públicas. Tenemos la obligación de generar en la sociedad un discurso de solidaridad alrededor de quienes están en la base de la pirámide prostitucional. Se ha convertido para mí en un énfasis no solo político, también humano, desde que he ido a los pisos y los polígonos.
No pongo en cuestión la buena fe de muchas regulacionistas pero yo pienso que el camino adecuado es destruir la institución y que las mujeres se puedan incorporar al mercado laboral y construir un proyecto de vida. Todas, absolutamente todas, me decían cuando iba a verlas: “queremos tener una vida normal, como tú”.
“Con el discurso regulacionista en la universidad, los alumnos reciben el mensaje de que ser un putero no tiene dimensión ética ni política”
– El 20 de septiembre hay convocada una manifestación en muchas ciudades bajo el lema “emergencia feminista”. ¿Cree que esta palabra, emergencia, está justificada?
– Sí. El concepto de emergencia feminista me parece útil desde el punto de vista político, porque vivimos un momento de máximo peligro para las mujeres. Las tasas de violencia contra nosotras son altísimas. El alto número de feminicidios de este año [40 víctimas hasta agosto, 12 más que en el mismo periodo del año anterior], los diversos actos de violaciones colectivas, estas famosas manadas, son solamente la punta del iceberg. Los rostros de la violencia contra las mujeres son tantos y han encontrado además una nueva vía de legitimación por la extrema derecha, que a mí me parece que esto requiere que el movimiento feminista vuelva a salir a la calle con una respuesta colectiva.
– Mientras, estamos en una parálisis política debida a la falta de un acuerdo de investidura. La ausencia de un gobierno ya instituido ¿perjudica la agenda feminista?
– Como ciudadana me preocupa que este proceso está deslegitimando a la democracia, al poder político y a la izquierda. Las feministas tenemos una relación fuertemente ambivalente con la izquierda. Porque la izquierda ha contribuido a a hacer políticas que han favorecido a las mujeres, pero por otra parte, nunca acaba de apoyarnos en cuestiones que para nosotras son de vida o muerte. Por ejemplo, la respuesta del gobierno a la violencia contra las mujeres es insuficiente, débil. Con la convocatoria de unas nuevas elecciones corremos el peligro de que la izquierda no vuelva a ganar y eso es una catástrofe para el movimiento feminista y para las mujeres. Creo que la mayoría de las feministas no quiere nuevas elecciones, quiere un pacto de izquierdas que nos permita poder negociar nuestra agenda. Para mí, sería inaceptable que el futuro gobierno no hiciese leyes abolicionistas y leyes que limitasen el acceso de los niños y de los jóvenes a la pornografía. Aunque esto es como un déjà vu, tengo la impresión de que lo he dicho ya muchas veces.
“Sería inaceptable que el futuro gobierno no hiciese leyes abolicionistas y contra el acceso de los niños a la pornografía”
– Ha escrito artículos y conferencias sobre la llamada “cuarta ola”, ¿será esta la ola abolicionista? O dicho de otra forma, ¿cree que las abolicionistas son las nuevas sufragistas?
– En la cuarta ola se ha impuesto y se ha estabilizado definitivamente el abolicionismo, sin ninguna duda. Hemos podido hacer finalmente un marco teórico solvente y hemos logrado un activismo contra viento y marea, creo que inteligente, influyente, con capacidad de atraer a sectores del movimiento feminista que no habían hecho del abolicionismo un objetivo político preferente. Desde ese punto de vista, no va a poder entenderse la cuarta ola feminista sin el abolicionismo, porque el corazón de la cuarta ola es la violencia sexual. No sabría decir si las abolicionistas somos las nuevas sufragistas, pero me inclino a pensar que sí. En el futuro, cuando se estudie la cuarta ola feminista, se verá que la prostitución se convirtió en una vindicación central del movimiento feminista.
FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA