septiembre 10, 2019
Las mujeres que buscan a los desaparecidos en Tamaulipas (México)
El crudo testimonio de Graciela Pérez desnuda la incapacidad de las autoridades mexicanas para buscar a los cerca de 40 mil desaparecidos en la guerra del narcotráfico. Las familias han encontrado restos, recaudado pruebas y apoyado a los forenses en la identificación.
Graciela Pérez busca a su hija, a su hermano y a tres sobrinos que desaparecieron en 2012, mientras regresaban de un viaje a Estados Unidos. / Cristian Garavito
“Soy Graciela Pérez Rodríguez, fundadora de Milynali Red y de un colectivo nacional de Ciencia Forense Ciudadana. Nosotros somos del estado de San Luis Potosí, vecino de Tamaulipas. El grupo nació a raíz de la desaparición de mi hija, mi hermano y tres sobrinos. Ellos venían de regreso de un viaje de Estados Unidos por carretera, los interceptaron y desaparecieron a la altura de Ciudad Manté, en el sur de Tamaulipas. Esto fue el 14 de agosto de 2012. Desde ese día no hemos parado en su búsqueda.
En el camino nos hemos encontrado a cientos de familias en la misma situación que no solo son de Tamaulipas, sino de otros estados. Al ver que las autoridades no nos estaban respondiendo, nos organizamos y salimos al campo a buscar donde la misma ciudadanía o aliados anónimos nos decían que había pistas. Nunca nos imaginamos que nos íbamos a encontrar con esos sitios de exterminio. Son campamentos a donde grupos de la delincuencia organizada llevan a secuestrados, en algunos casos para pedir rescate, en otros para robarlos, o para tratar de reclutarlos.
Hemos encontrado más de cincuenta sitios de exterminio. Son grandes extensiones de terreno con algunos ranchos abandonados. Nos hemos enterado que las familias dueñas de esos terrenos se fueron y prefirieron dejar eso ahí. Nuestra búsqueda empezó en vida, pero terminó con búsqueda de restos, porque hemos encontrado muchos restos que pudieran ser los nuestros, no podemos negar eso. Es evidente que ahí no había posibilidades de que alguien los escuchara o que pudieran huir. Hay evidencias de que los tenían amarrados o amordazados.
En un momento nos dimos cuenta que de nada servía que encontráramos los restos si no se identificaban, pero las autoridades están rebasadas. Por ejemplo, en la administración anterior del gobierno de Tamaulipas, yo pensé que era suficiente con los oficios donde solicitaba contrastes de ADN con todos los restos de cuerpos que se han encontrado. Me dijeron que se habían hecho. Ahora me doy cuenta de que no fue así. En esta nueva administración por lo menos hay un poco más de respuesta y esto tiene que ver con que revisen todos estos restos que ya existen. Se logró un panteón forense en Miguel Alemán, pero es solo una ciudad de todo Tamaulipas. En cada una de las ciudades grandes del estado existen lugares donde desaparecieron personas.
Ya se han identificado varios cuerpos. De mi colectivo van como doce en dos años, y hace siete que comenzamos el proceso. No es fácil porque las autoridades nos dicen que han hecho su trabajo y luego descubrimos que no. Encontramos al esposo de una compañera que es de Yucatán, del sur del país, hace dos años. Hace dos años también encontramos a la hija de una compañera que desapareció en Tamaulipas, pero apareció en el estado de Veracruz. Y recién se entregaron nueve que desaparecieron en un municipio de Tamaulipas, pero los buscaban en el lugar de origen y aparecieron en la capital del estado en una fosa común. O sea, sí los habían encontrado, pero nunca les habían hecho el contraste de ADN con los familiares.
Hablar de cifras es difícil. Algunas familias denunciaron enseguida, otras por miedo no lo han hecho. En Tamaulipas se maneja un número oficial de 7.000 expedientes. Pero el mío es un expediente y buscamos a cinco. Calculamos un promedio de tres por expediente; por lo tanto, hacemos un cálculo de 21.000 desaparecidos solo en Tamaulipas, sin contar Veracruz, Coahuila y demás. El gobierno federal tiene un número de 40.000 desde el 2007, cuando comenzó la guerra del narcotráfico.
La mayoría de los desaparecidos son hombres, jóvenes productivos. Aquí no hay eso de que todos eran pobres o inmigrantes, como querían hacernos creer al comienzo. Hace unos cinco años, el procurador se atrevió a decirnos que la base de datos de no identificados era como de 520 y que la mayoría eran inmigrantes. ‘¿En qué se basa para decir eso?’, le pregunté, y me contestó: ‘Es que la ropa dice hecha en Guatemala, en El Salvador’. ¡Ahhh!… eso nos pareció aberrante.
¿Por qué pasa en Tamaulipas? La gente y las mismas autoridades han señalado que es territorio de los narcos. Haz de cuenta: dividen al país a la mitad y dicen a la izquierda es de este cartel y la otra es de este otro cartel. Los dos desaparecen por igual. Pero se cambian de nombre. Antes uno se llamaba Los Zetas y ahora se llaman Cartel del Noreste o Los Golfos y hay varias ramas de Los Golfos.
Ahora estamos de manera permanente en cuatro sitios. Hay uno que nos ha costado mucho porque hemos encontrado muchísima ropa. Lo que hacemos es que le tomamos fotos y las compartimos a los colectivos, porque muchas familias saben cómo iban vestidos sus seres queridos y ese dato es importante.
Nosotros ayudamos a las autoridades. Con que nos presten al perito de fotografía, al de criminología, al arqueólogo y al antropólogo, con eso tenemos. Nosotros agendamos para estar determinada semana en un lugar y recorremos los terrenos. En principio nosotros encontramos el sitio, no tocamos la evidencia, sino que la marcamos, fotografiamos y convencemos a la autoridad para que acuda. Nosotros ayudamos a cribar [colar o filtrar] la tierra y poder seleccionar los restos. Nosotras, con mi hermana, nos inventamos unas cribas [coladores]. Hicimos frentes comunes y nos unimos en estos sitios para tener más manos.
Hace un año, con el colectivo de mi hermana, me tocó vivir la recuperación de una niña chiquita que había sido secuestrada junto con la abuela. La abuela apareció muerta, pero a la niña la dejaron en un basurero.
Confieso que en caso de encontrar a mi hija me volvería egoísta. Si la encuentro, me retiro y me pierdo porque nunca he querido ser esto. No me gusta, es doloroso. Si me toca hacerlo, lo haré mientras tenga vida, pero según yo, le heredaría lo que hemos logrado a mis compañeros que están en la búsqueda. Ellos lo saben.
He encontrado similitudes con las buscadoras colombianas. La necesidad nos hace irnos especializando en distintos temas. He aprendido mucho de su resistencia y de saber cómo han logrado seguir con vida, seguir fuertes, seguir luchando contra un aparato gubernamental que muchas veces no quiere hacer nada. Me llevo toda esta enseñanza para mis compañeras. Y les digo: sigan la lucha, que yo seguiré atrás…”.
FUENTE: EL ESPECTADOR