agosto 23, 2019
Luces y cámaras: el arte en defensa de los Derechos Humanos
La inauguración de la sexta edición del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos se realizará en la Universidad Externado de Colombia a las 6:00 p.m. 60 películas de 25 países estarán en la programación.
No hay procesos de paz ni de reconciliación que valgan si no hay una sociedad dispuesta a asumir su propia responsabilidad en el perdón y en la resignificación de una comunidad incluyente y libre de guerras. En esa tarea de la ciudadanía, del individuo que no debe desentenderse de las transformaciones sociales que aspira y que añora, el arte juega un papel esencial. Las manifestaciones culturales y la creación de escenarios que proliferen las ideas y el pensamiento juegan un papel fundamental para la generación de canales o de medios que relaten y visibilicen las realidades alternas que muchos no vivieron y que ayuden a construir esos sentimientos de empatía y tolerancia ante la diferencia.
Desde hace seis años el Festival Internacional de Derechos Humanos ha trabajado por la defensa y promoción de los mismos. Con documentales, cortometrajes y largometrajes han acercado a varias ciudadanías a reconocer los derechos a la salud, a la educación, a la libre expresión y a algo que pareciera obvio pero que, como sociedad inmersa en la violencia, ha olvidado el valor y el derecho a la vida, entendiéndose en toda su extensión y en todas sus formas.
“El cine tiene que existir como una forma de expresión y de pensamiento de una sociedad. Como existen los parques naturales, como existen las agremiaciones, las fundaciones sociales. No importa que no sean negocio”, fueron las palabras de Rubén Mendoza en la inauguración del Festival Internacional de Cine de Cartagena en este 2019.
Y sobre este ideal compartido entre un gran puñado de directores y productores de cine en Colombia, se vienen tejiendo estos relatos, estas imágenes, estas historias que suscitan reflexiones y destruyen prejuicios y desconocimientos sobre poblaciones vulnerables o personas que han sido víctimas por violaciones a los derechos humanos.
Este Festival y todos aquellos escenarios que defiendan la vida deben hacer memoria de nuestros líderes sociales asesinados, de personas como Mauricio Lezama, de los desaparecidos por la guerra, de los afros discriminados, de la población LGBT señalada y condenada, de la población con discapacidades físicas y cognitivas que no cuenta con el apoyo del Estado y que ha sido maltratada por negligencia. Este Festival surge no para revictimizar a los afectados, sino para mostrar historias que se visten de musas y para poner en el lente aquellos ejemplos de lucha y resistencia en medio de la impunidad, la violencia y la indiferencia.
“Cuando comenzamos con el festival teníamos un ideal mucho más grande de cambiar la sociedad, pero uno va madurando y aterrizando, pero no se quita la misión de que es una herramienta poderosa y que mientras haya personas que se levanten del público y digan que les acabamos de cambiar un panorama creemos que se hizo la tarea. Es un esfuerzo muy grande de nosotros y los aliados que nos acompañan. El Festival es un acto de resistencia. Para un país con un escenario tan oscuro en cuanto a los derechos humanos o para los defensores y defensoras de los derechos humanos, mantener un espacio libre, abierto, en seis ciudades es valioso para unirnos como colombianos en torno a los derechos humanos; queremos sensibilizar un poco y así se convierte en un acto de resistencia. Es muy bonito como se nos han acercado mucho colectivos y organizaciones precisamente porque hay pocos espacios en Colombia dedicados a los derechos humanos”, cuenta Diana Arias, directora del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos.
Producciones e invitados provenientes de África y América Latina hacen parte de la programación que se realizará en instituciones educativas y en cines independientes de las cinco ciudades participantes del certamen. Fueron 636 películas de 35 países las que se recibieron entre diciembre de 2018 y febrero de 2019. Al final se eligieron 60 películas de 25 países que estarán presentándose en Barranquilla, Bogotá, Cartagena, Medellín, Pereira y Soacha. Cuba, como país invitado a esta sexta edición del Festival, presentará los documentales En un rincón del alma, La singular historia de Juan sin nada, La teoría cubana de la sociedad perfecta, Mínimo Gorki y Nadie; así como Santa y Andrés que hace parte de la categoría de largometraje internacional.
Hablemos de vulneración de derechos. Vimos el problema en Medellín con el ciudadano que bajó la bandera LGBT porque pensó que le estaban imponiendo una ideología. ¿Cómo sensibilizar a esas personas que condenan la diferencia? ¿No es, también, a estos ciudadanos a quienes debemos dirigir estos mensajes que muestran otra realidad y que ello no implica un adoctrinamiento?
Justamente es de los oficios en los que se funda el festival. Creemos que esos mensajes de odio y racismo, desigualdad y exclusión están repetidos en el imaginario de la sociedad. Muchas veces no hay una reflexión interna porque eso fue lo que les enseñaron en el colegio sus papás, la misma sociedad que no es toda, pero gran parte refuerza ese mensaje. Entonces, en vez de ponernos a pelear e imponer el otro lado, lo que queremos es acercar esas historias y por eso escogimos el cine porque tiene la capacidad, más que cualquier otro formato, de llegarle al corazón y a la mente de esas personas. Es mostrar otra forma de ver. Cuando vas a ver una película te pones unas gafas y es como si entraras a otro universo.
Esta persona que quitó la bandera está completamente equivocada, pero él cree que hace lo correcto. Y atacarlo con la misma agresividad creemos que no es la solución. Pero si él se encuentra con historias… es decir, puede parecer muy utópico, pero creemos que ese es el camino. Y no se va a conseguir la misma visión, pero es el mensaje que estamos dando.
Y es que lo hemos visto en el resultado gente que se levanta y dice “yo no sabía que esto era así. No tenía ni idea de que un guerrillero es un ser humano”. Vemos que muchas veces una persona tuvo que pertenecer a las Farc porque a los cinco años lo obligaron y le pusieron un fusil y se lo llevaron. La gente no sabe eso. Nos hemos acostumbrado en los medios a verlos como monstruos y la gente repite eso. Replicar en una película que es un ser humano ahí hay un cambio de chip. No ocurre de manera automática, pero sí vemos los resultados y en eso creemos. Es un aporte muy consciente para seguirnos humanizando con esta sociedad tan dura, tan retrógrada, tan violenta. Sabemos que no cambiaremos el mundo con un festival de cine, pero que sí se abrirán nuevas mentes, sobre todo de jóvenes.
FUENTE: EL ESPECTADOR