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agosto 13, 2019

Vasfije Krasniqi: el primer rostro de la violencia sexual en Kosovo


Fue víctima de violencia sexual por parte de serbios y es la única en hablar abiertamente sobre esto en este país. Llevó su caso a la justicia y lo perdió. Esta semana estará con el Nobel de Paz del Congo y otras víctimas.

Cuando Vasfije Krasniqi era solo una adolescente, a sus 16 años en 1999, fue secuestrada, arrancada de los brazos de su madre, dice, y violada por dos serbios: un policía y un civil. Para entonces, Kosovo era un territorio donde mayoritariamente había albaneses, que libraba una guerra con Serbia, buscando su independencia. El cuerpo de Krasniqi fue violentado y usado por los serbios como un arma de guerra. Nadie los condenó por ello.

En Kosovo, entre 1998 y 1999, murieron alrededor de 13.000 personas; 20.000, en su gran mayoría mujeres, fueron violentadas sexualmente; y aún hay al menos 1.600 desaparecidos. Los perpetradores eran las fuerzas policiales, militares, paramilitares y civiles serbios. Al “terminar” el conflicto, porque siguieron las violaciones de derechos humanos, Krasniqi fue a la justicia y perdió el caso. Esta sobreviviente está en Colombia y asistirá al encuentro Para nosotras, pero con nosotras, al que asistirá el Nobel de Paz de 2018, Dr. Denis Mukwege el próximo 16 de agosto en el Teatro México, de Bogotá.

¿Cuál es la situación de las mujeres en Kosovo?

Kosovo es un país independiente, ahora no hay guerra, pero tampoco tenemos justicia en los crímenes de violencia sexual. De 20.000 víctimas no tenemos un solo perpetrador tras las rejas por los crímenes cometidos. Ninguno.

¿Cómo fue su búsqueda por la justicia?

Empecé a buscar justicia cuando tenía 17 años y no me he detenido. Llevé a la Misión de la ONU en Kosovo después de que la guerra acabara en 1999, luego a la misión de la Unión Europea, en un tribunal en Kosovo en 2010. Los dos perpetradores fueron identificados, arrestados en 2012. El juicio empezó en 2013, la corte los absolvió. Apelé el caso y los encontraron culpables. Condenaron a uno a 10 años de cárcel y al otro a 12. Los perpetradores llevaron el caso a la Corte Suprema y después de todo, perdí el caso.

¿Cómo terminó liderando esta causa contra la injusticia?

Yo tenía 16 años cuando fui secuestrada, arrancada de los brazos de mi madre y fui violada por un policía serbio y un civil. Entonces, cuando la justicia me falló, decidí hablar y romper el estigma. Hasta entonces el mundo sabía qué había pasado en Kosovo, pero ningún serbio había sido condenado por los crímenes que habían cometido, y también lo hice para ayudar a las sobrevivientes a hablar. No nos hacemos ningún favor con quedarnos calladas, de hecho, protegemos a los criminales.

¿Cómo fue ese proceso para mostrar su rostro?

Fue solo hasta hace un año. Lo primero que hice fue hacer una carta abierta a los violadores en Facebook, gané un poco de atención y después decidí que era el momento de volver a mi país y compartir mi historia en público por primera vez. Como sobreviviente tenía que decidir si quería cubrir mi cara y resguardar mi identidad, cambiar mi nombre o no. Fui la primera en compartir mi rostro en una audiencia como víctima de violencia sexual. Hay mujeres que hablan en cortes, dan entrevistas, pero esconden su rostro.

¿Por qué hay tanto silencio?

Por el estigma que hay, porque todo va de la mano: familia, sociedad y religión. Están aterrados de que compartamos las historias al mundo. Muchas víctimas, ahora sobrevivientes, que han hablado han sido maltratadas y desamparadas por sus familias; muchas de ellas tienen miedo de qué les puede pasar, que su esposo no quiera estar casado con una mujer violada por un serbio.

¿Cómo tomó su testimonio el país?

Mi país me apoya. Desde el presidente, el primer ministro y todo el mundo ha apoyado mi causa,

pero los políticos no hacen su parte. Sorprendemente la sociedad tomó muy bien mi testimonio público, me apoyaron, me han llamado heroína. Yo no soy una heroína, solo una sobreviviente diciendo la verdad y tratando de ayudar a otras sobrevivientes.

En Colombia la sociedad y la justicia no suele creerle a las mujeres víctimas. ¿Es lo mismo en Kosovo?

Hay gente que no nos cree, que dice que estamos mintiendo, que eso no pasó, pero hay casos en los que las mujeres fueron violadas en presencia de sus familias, su padre, esposo, hermanos, madre… ¿Cómo puedes negar eso? Por el estigma estas personas no hablan, incluso si lo vieron, es mejor pretender que nunca pasó. Si las personas no les creen a las víctimas, están eligiendo creer en los perpetradores, que niegan los crímenes que cometieron. Todos sabemos que en cada guerra la violación es usada como arma de guerra. Este es el crimen más silenciado y menos castigado de todos. He sido afortunada porque mi familia me creyó, me apoyó, pero no todo el mundo recibió ese apoyo. Esto rompe el corazón.

¿Es feminista?

(Risas) ¿Qué crees?

Creo que sí

Sí, claro, y tengo dos hijas y son la razón para que lo sea, porque una parte de los hombres arruinan el mundo. Y básicamente lo que sea que toquen, lo dañan. Entonces creo que las mujeres estamos en capacidad de hacer lo que sea mejor que los hombres. Estoy hablando de mi país. Los oficiales de policía abusan de sus esposas, los jueces abusan de sus esposas, todos abusan a sus esposas. ¿A dónde van las otras mujeres cuando saben que los policías y los jueces son la misma cosa?

¿Cómo empezó el trabajo con el Dr. Denis Mukwege?

Me uní a la Fundación Dr. Denis Mukwege hace un año. Compartí mi historia en Ginebra y luego fui a Corea del Sur para conocer a sobrevivientes de todo el mundo. Antes de llegar a este punto había estado buscando alguna organización de cual hacer parte, para compartir mi historia en todo el mundo y cuando la encontré me sentí muy afortunada. Luego, cuando ganó el premio Nobel, todo el mundo quería conocer la Fundación Mukwege. Ahora estamos en 21 países y esperamos estar en más, de modo que podamos luchar juntas por la misma causa.

¿Podría decir que esa hermandad la salvó o la ayudó de alguna manera?

Claro que sí. Ahora soy una persona totalmente distinta de la que era hace dos años. Tengo cuatro hermanas, somos cinco mujeres. Pero la hermandad de la Fundación Mukwege es diferente. Yo puedo hablar con mis hermanas y está bien, vs. cuando hablo con una de las integrantes, saben exactamente por qué estoy triste, por qué me siento como me siento. Cada una es tan valiente, fuerte y está lista para pelear contra todo.

¿Cuál es tu mensaje para las sobrevivientes colombianas?

Nunca dejen de pelar. Peleen siempre, puede ser agotador, pero no podemos permitir que lo nieguen todo; tenemos que dar el 100 % para hacer lo que haya que hacer. Debemos seguir luchando juntas hasta ver a los perpetradores tras las rejas. Mi alma no va a estar tranquila hasta que mis perpetradores, y todos, no estén presos por los crímenes que cometieron. Solo quiero que el mundo sepa que no nos han destruido.

En contexto

La Guerra de Kosovo, en resumen, fue un conflicto por alcanzar la independencia de los albano-kosovares de la antigua Yugoslavia. En 1996 surge el grupo rebelde albanés llamado Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), que se enfrentaría a las fuerzas de la República Federativa de Yugoslavia (ahora Serbia y Montenegro). 

En 1998 hubo un recrudecimiento de la violencia. La situación era insostenible. Las muertes en masa por el conflicto étnico hicieron que la comunidad internacional interviniera. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ingresa al territorio para frenar las fuerzas armadas serbias. Se realizaron continuos bombardeos contra objetivos yugoslavos para evitar las limpiezas étnicas. 

Con el fin de dar paso a una solución pacífica al conflicto, el 10 de junio de 1999 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1244, adoptada más tarde tanto por Yugoslavia como por la OTAN. En dicho documento se estableció que el territorio de Kosovo se mantiene dentro de las fronteras de Serbia, aunque administrado de forma provisional por la una misión especial de la ONU (MINUK).

Aunque la guerra ante el mundo cesó, la tensión por la independencia continuó. Fue así como el 17 de febrero de 2008, Kosovo se autoproclamó república. El proceso dividió a la comunidad internacional: si bien fue rápidamente aceptado por países como EEUU, Reino Unido, Canadá, Francia, Japón o Alemania, otros lo desconocieron, como Rusia, China, India, Brasil, España, México y Argentina, entre otros. Serbia, por su parte, sigue considerando a Kosovo como una provincia autónoma de su territorio.

Sumando las cifras de cada parte, tras la guerra de Kosovo murieron alrededor de 13.000 personas. Una de las particularidades de este conflicto fue la violación como arma de guerra. Las organizaciones locales calculan que entre 10.000 y 20.000 personas fueron sometidas a este tipo de violencia.

A pesar de esto, aún es tabú hablar de la violencia sexual en la guerra. No sólo el Estado ha tardado en reconocer a las víctimas, la comunidad también ve este delito como deshonra y tildan a las mujeres de responsables. Las organizaciones de mujeres en Kosovo han denunciado que muchas han sido obligadas a divorciarse y a las más jóvenes a casase con hombres en situación de discapacidad o mayores.

En 2006, en Kosovo hubo una discusión de la ley sobre las categorías de víctimas en la guerra. Cuando las organizaciones de mujeres intentaron que se incluyeran a las víctimas de la violencia sexual recibieron un portazo de los parlamentarios. Después de una ardua discusión fueron incluidas y se estableció su derecho a recibir una pensión de 260 dólares, un salario medio en este país. Hasta ahora, 600 mujeres han pedido esa indemnización. De ellas, sólo 115 han sido aceptadas.

En 2014 también se dio un paso importante: Atifete Jahjaga, la entonces presidenta de Kosovo, creó el Consejo Nacional para los Supervivientes de la Violencia Sexual. Y un año más tarde se inauguró en Pristina, la capital, el monumento Heroínas, de Blakçori. Esta obra está compuesta de 20.000 medallas con el rostro de la mujer albanesa y rinde un homenaje permanente a las víctimas de violencia sexual, cuyos crímenes siguen impunes.

En el caso Vasfije Krasniqi Goodman, a pesar de que identificó a sus perpetradores, las cortes declararon a los acusados no culpables. Este caso representa el panorama general. Antes de disolverse, en 2017, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) sólo había condenado a tres altos responsables serbios por usar los abusos sexuales como instrumento de limpieza étnica. Y en Kosovo, los tribunales todavía no han condenado a nadie por violación durante el conflicto, según la oenegé Humanitarian Law Center.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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