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julio 19, 2019

“Sobreviví a una violación y mi familia no me cree”


Sofía es una joven que, según ella, a sus 16 años fue violada por el novio de su prima, reconocido por su participación en causas sociales en Huila. Tras varios meses guardando silencio, y un bebé en su seno, decidió denunciarlo ante su familia, pero no le creyeron. Esta es su historia.

Sofía es una chica poco expresiva, tímida y nada amiga de la exposición mediática. Sin embargo, decidió contar su historia y romper su silencio de largos años, hablar por ella y por otras. La acompaña su hermana Manuela, un poco su antítesis: expresiva, directa e incansable frente a su causa. Ella confiesa que las circunstancias la volvieron así, aunque la exposición a los medios tampoco la seduce. Paradójicamente, estudia comunicación social y conoce su poder para transmitir, transformar y contar verdades. Sofía y Manuela tienen 22 y 24 años y desde hace mucho tiempo cargan el peso de lo que significa una violación, para la víctima y para su familia.

Sofía fue violada a los 16 años y, como muchas víctimas de violencia sexual, cree que contar lo sucedido puede ayudarle a reparar el dolor que siete años después la sigue acompañando y, además, la expone a una constante revictimización en el proceso judicial que hoy se adelanta. Los hechos ocurrieron en agosto de 2012, en Neiva, donde fue abusada en el apartamento que compartía con su mamá. Pero su agresor no tuvo que forzar la puerta de la casa ni entrar por sorpresa, ingresó como cualquier miembro más de la familia. Según ella, el agresor, que sigue siendo la pareja de su prima, fue Juan Manuel González Suárez, reconocido en la ciudad.

“Vivíamos en Bogotá, pero mis padres tuvieron un accidente y, a raíz de eso, hubo una separación en la familia. Las más afectadas fuimos mi hermana y yo”, relata Manuela. En ese momento, su prima le ofreció la posibilidad de vivir con ella en Neiva (Huila) y hacerse cargo junto con Juan Manuel de sus gastos. Lo hizo Manuela en 2011. Después llegaron Sofía y sus padres a la ciudad donde rentaron un apartaestudio. “Juan Manuel González trabajaba como Director Ejecutivo de la Casa de la Memoria, organización creada por él y mi prima. La entidad es reconocida por su activismo en la defensa de los derechos humanos, en especial los derechos de las mujeres”, agrega Manuela.

Además de su condición de personaje público en Neiva como líder político del Partido Comunista Colombiano, Juan Manuel González significaba una figura protectora y era difícil no sentir admiración o cariño fraterno, incluso paterno. Aunque inicialmente González y la prima de ellas se hicieron cargo de la manutención de Manuela, tiempo después, le propusieron a Sofía y sus padres irse para Neiva, prometiéndoles buscarles trabajo para que tuvieran sustento económico. 

Fue así como Sofía y sus dos padres se pasaron a vivir a Neiva a un apartaestudio, mientras Manuela seguía viviendo con su prima. La relación de Sofía y Manuela con Juan Manuel era cercana porque él se mantenía en casa de su pareja, la prima de ellas. Entre tanto, para atender los gastos de la manutención de sus hijas, la madre de Sofía y Manuela decidió lavar ropa por encargo. En la época de los acontecimientos, agosto del año 2012, Juan Manuel González tenía 36 años y Sofía 16 recién cumplidos.

Según la denuncia de Sofía, interpuesta por ella nueve meses después de los hechos, un día de agosto apareció Juan Manuel González en su apartamento, en compañía de su hermana Manuela, con el propósito de que su mamá le lavara una ropa. Como no estaba, Sofía se ofreció a hacerlo y ganarse el dinero. Lo hizo y, tiempo más tarde, González regresó por la ropa. Cuando retornó, Sofía acababa de bañarse, estaba envuelta en una toalla y le entregó la ropa. Sin embargo, antes de dos minutos volvió con el pretexto de que le diera un vaso con agua. Ella, tratándose del esposo de su prima, lo dejó entrar y fue abusada.

“Sofía no nos contó inmediatamente lo sucedido -dice Manuela-, se lo dijo a una amiga que todavía estamos buscando. Yo me enteré cuando ella admitió que tenía cuatro meses de embarazo. Un día cualquiera, la senté en mis piernas y le dije que me contara la verdad, que yo sabía que el bebé no era del novio que había tenido. Inmediatamente rompió en llanto y dijo: ‘Manu es que me paso algo feo y sé que nadie me va a creer’. Entonces me dijo que era de Juan Manuel”. Según ratificó Sofía, no lo hizo porque le daba miedo que no le creyeran su versión. “Él es muy querido en la familia y nadie me iba a creer”, insistió. 

Un estudio publicado en la Revista de Victimología del País Vasco, que determina los factores que intervienen en la decisión de las víctimas de denunciar o no los hechos, destaca que uno de los factores para que esto suceda tiene que ver con la negación de la existencia del abuso por parte del entorno familiar, ya que a menudo los padres o las personas del entorno niegan el hecho o apoyan al abusador y prefieren no enfrentarse a ellos y apoyar a la víctima. 

Un nuevo calvario comenzó entonces para Sofía y Manuela, pues su verdad ha sido cuestionada dentro del entorno familiar y social. Cuando decidió contárselo a su prima, después de varias preguntas y, en medio del llanto, manifestó que le creía y que las iba a apoyar, pero cambió de decisión. “Después de un viaje y de hablar con él, súbitamente cambió y se alejó de nosotras. Entonces decidimos interponer la denuncia, justo una semana antes de que mi sobrino naciera”. Ambas tuvieron claro que debían afrontar la lucha solas, soportando además el rechazo y la indiferencia de muchos de sus seres queridos. Empezó para ellas el largo túnel de la revictimización y hasta de la señalización de ser las culpables de la violación. 

Hoy, no sólo su prima sino buena parte de la familia se niegan a creerle a Sofía. Incluso, en su defensa se ha dicho que lo que buscan es enlodar su imagen de líder político y social. Según Manuela, esa versión encaja en el típico argumento siempre usado por la gente del ámbito político: “que se trata de un montaje de la oposición”. Sobre todo, porque el presunto agresor, Juan Manuel González, durante el interrogatorio al que fue sometido en la Fiscalía en Neiva, el 27 de abril de 2016, aseguró que él había sido amante de Sofía, y agregó que el embarazo no fue producto de una violación sino de relaciones sexuales consensuadas.

“Él dijo que todo fue consentido y que fue una relación de amantazgo. Incluso, agregó que yo era quien se le insinuaba, quien buscaba su rostro para besarlo, es decir, realizó un cambio de roles. Según él, resulté haciendo lo que en realidad él hacía: buscarme la comisura de los labios cuando nos saludábamos”, añadió Sofía. Su hermana Manuela recalca: “Decir la verdad ha sido muy difícil. Hemos tocado muchas puertas para pedir apoyo y no ha sido posible, en parte porque él es una figura pública que conoce a mucha gente y nadie quiere involucrarse o tener líos con él o con la corporación de la que él hace parte”.

En sus escritos, la filósofa feminista Kate Millet explica cómo la sociedad mantiene una supremacía masculina sobre lo femenino.  Aprobando el control y el dominio que los hombres ejercen sobre los cuerpos de las mujeres, aún sin su consentimiento.  En el caso de Sofía, se refuerza esa cultura que explica Millet y que se manifiesta cuando se cuestiona la versión de la víctima o cuando se afirma que si no hubo resistencia por parte de la víctima, entonces no existió la violación.

Actualmente, el proceso judicial sigue activo, sin embargo, la defensa de González solicitó aplazar la audiencia que estaba programada para el 17 de julio. Manuela insiste que no ha sido un camino fácil. “Cuando pusimos la denuncia, el caso llegó a manos de una fiscal que durante cuatro años no hizo nada. Envié mil oficios y solicité una prueba de ADN que compruebe el vínculo sanguíneo entre él y mi sobrino, pues él inicialmente dijo que jamás había tocado a mi hermana, pero la fiscal rechazó la solicitud y no la consideró determinante porque no hubo violencia”. A la última audiencia (preparatoria), la fiscal no se presentó y apareció una delegada. 

La funcionaria se limitó a leer el proceso en la audiencia, y a recibir los regaños de la agente de la Procuraduría y su solicitud de agilidad permanente para el juez de la causa. En contraste, el abogado de González, se mostró muy seguro y tranquilo. Hoy, Sofía y Manuela creen que González va a intentar desvirtuar la fecha de los hechos, pues ya ha dicho en un medio de comunicación que las fechas no concuerdan. “Como si después de ser violadas, felizmente llegáramos a anotarlo en un calendario. ¿Es que, acaso a las mujeres que son violadas les piden la fecha exacta de las veces que fueron abusadas?”, reclama Sofía.

Según la experta en violencia sexual Barbara Tardón, no todas las víctimas de violaciones reaccionan violentamente y no todas las violaciones responden a la idea típica de violación, a la “violación genuina”.  La investigadora sostiene que el mito patriarcal, según el cual la violencia sexual sólo es tal, cuando hay uso de la fuerza o cuando la víctima se ha resistido, ocasiona que sólo las víctimas y supervivientes de una “violación genuina” sean las únicas que puedan ser reparadas conforme a los parámetros que la justicia considera. El resto de víctimas, es decir, el 80%, son excluidas del reconocimiento del delito.

Después de aceptar que, si tuvo relaciones con Sofía, el nuevo argumento del presunto agresor en su defensa es que él sí mantenía una relación pasional con la joven, pero aceptada por ella. Solo que en ese momento él tenía 36 años y Sofía 16. “Eso no es cierto. Él era la pareja de mi prima y yo era una niña, es absurdo pensar que yo me fijé en un hombre que casi me triplica la edad, además, a quien respetaba y quería por comportarse como un padre o hermano con mi hermana y conmigo”, expresa Sofía. Como miles de mujeres, ahora soporta que su palabra sea puesta en tela de juicio por su familia, por la sociedad y por la justicia.

Según ella, “fue violada por un hombre que le llevaba más del doble de su edad, que ejercía casi como una figura paterna y que además era la pareja de su prima. Tenía muchas situaciones de poder atravesadas, lo cual en principio le generó temor a que no le creyeran”.  Ahora, desprovista de miedos, tiene claro que “es posible que la justicia absuelva a Juan Manuel, todo porque fui la víctima perfecta, como lo somos la mayoría, porque nos piden pruebas y nuestra única e importante prueba, es nuestro testimonio, nuestra verdad. Pero solté las cadenas denunciando a mi agresor y quiero que muchas otras mujeres lo hagan”.

FUENTE: EL ESPECTADOR



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