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abril 22, 2019

Mujeres afganas tejen alfombras diseñadas por Ouka Leele: “Hemos generado un puente entre Occidente y Oriente”


Mujeres afganas de la etnia Hazara han tejido a mano los más de 250.000 nudos que conforman la treintena de alfombras de lana y seda de la colección Simorgh diseñadas por Ouka Leele

Las alfombras se reúnen en una exposición que ha visitado Madrid y probablemente llegue a Barcelona el próximo mes de octubre

 

Mujeres afganas de la etnia Hazara han tejido a mano los más de 250.000 nudos que conforman la treintena de alfombras de lana y seda de la colección ‘Simorgh’ diseñadas por Ouka Leele y expuestas en Madrid entre los pasados meses de febrero y marzo, una iniciativa que les ha permitido obtener unos ingresos para vivir dignamente en un país hostil tanto para las mujeres como para los niños.

La situación era bien distinta en los años 60 y 70, cuando Afganistán era la viva imagen de un estado moderno, en el que las universidades reunían en sus aulas a hombres y mujeres estudiando carreras como medicina, biología o física, y las féminas vestían siguiendo las últimas tendencias de los diseñadores internacionales.

Sin embargo, desde la década de 1980, el país no ha conocido más que guerras y conflictos que han provocado un cambio drástico en la mentalidad de los afganos y en su concepción del papel de la mujer en la sociedad. Como reflejo de esta situación, entre 1996 y 2001, bajo el gobierno talibán, se prohibió a las mujeres trabajar y se les obligó a llevar un burka de cuerpo entero que les cubría la cara y no tenían permitido salir sin un pariente masculino, entre otras medidas.

Cuando en 2001 se produjo la intervención de la OTAN, los talibanes fueron derrocados y comenzó una guerra que aún sigue vigente, en medio de un proceso de paz que no termina de ver la luz. Con el inicio del siglo, los derechos de las mujeres han mejorado, especialmente en ciudades como la capital (Kabul), donde muchas mujeres trabajan fuera del hogar y más de un cuarto del Parlamento es femenino. Sin embargo, en las zonas rurales, se enfrentan a obstáculos como el matrimonio forzado y altas tasas de mortalidad de madres.

Según las últimas estadísticas nacionales recogidas por ONU Mujeres, el 87% de las mujeres afganas experimentarán violencia en sus vidas perpetrada mayoritariamente por sus maridos o familiares. Por ello, ONU Mujeres Afganistán acaba de lanzar #MyRedLine, a favor de los derechos humanos y, en concreto, los de las mujeres, una campaña basada en una serie de testimonios donde los ciudadanos manifiestan las ‘líneas rojas’ que no están dispuestos a cruzar, ya sea el derecho a trabajar, a conducir, a casarse con quien elijan, a caminar en las calles o a ir a la escuela.

Sin embargo, para que iniciativas como esta calen en la sociedad es necesario que las mujeres sean conscientes de su papel como constata una encuesta llevada a cabo a principios de año por Grupo Promundo y ONU Mujeres que revela que dos de cada tres hombres afganos se oponen a dar más libertad a las mujeres y consideran que tienen demasiada, mientras que una de cada tres mujeres encuestadas considera que ya cuenta con una gran cantidad de derechos.

Así, la puesta en marcha de iniciativas que empoderen a la mujer resultan de vital importancia, como ha explicado Ouka Leele a Europa Press al hablar de la exposición de alfombras en Madrid. ‘Simorgh’ está inspirada en una epopeya mística del siglo XII protagonizada por 30 pájaros que deciden recorrer un camino de dificultades y superación personal hacia el encuentro con la divinidad y cuyo final será el encuentro consigo mismos, ya que en ellos están reflejados los atributos divinos.

“En un principio, mi contacto con las mujeres del telar fue a través del jefe del telar y de skype. Nos enviaban fotos y vídeos en donde las veíamos trabajar, siempre con sus pañuelos y sin verles la cara. Poco a poco pudimos ir viendo más, fueron conscientes que lo que estaban elaborando no eran simples alfombras, eran obras de arte y han comprendido que en Occidente una mujer puede ser artista e importante socialmente y que ellas estaban siendo participes de ello”.

“Hemos generado con este proyecto un puente entre Occidente y Oriente y a estas mujeres se las ha valorado y dignificado, a través de su buen hacer, y esto se ve en las fotos finales en las que miran sonrientes a la cámara, orgullosas de su trabajo– enfatiza–. No somos conscientes en occidente lo difícil que es para las mujeres en Afganistán trabajar sin estar acompañadas por sus maridos”.

Para poner en marcha esta exposición, que probablemente visite también la ciudad de Barcelona el próximo mes de octubre, han sido necesarios tres años de trabajo. “Me uní a este proyecto junto a Hamid Hejazi siendo consciente del trabajo digno que se le daba a estas mujeres y de las facilidades que les da para poder ser generadoras de una mejor economía para su vida y hogar, pudiendo ofrecer a sus hijos mejor educación y oportunidades para el futuro. E incluso pudiendo ellas mismas estudiar después de trabajar, como algunas hacen”, añade Leele.

LA EDUCACIÓN, “UNA NECESIDAD” PARA LOS NIÑOS

El caso de los niños no es mucho mejor y, desde hace un par de años, ha emergido una nueva figura: la de los ‘bacha bazi’ (“los niños bailarines”), una forma de pedofilia por la que hombres poderosos o comandantes militares esclavizan a los niños, a quienes obligan a bailar o mantener relaciones sexuales. Los ‘bacha bazi’ están enquistados en los sectores más pudientes de la sociedad afgana al tratarse de un símbolo de estatus social, a pesar de ser explícitamente prohibidos por primera vez en la ley actualizada contra la trata y el contrabando, promulgada en enero de 2017.

Además, como denuncia a Europa Press el director de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria de Save the Children, David del Campo, otra práctica habitual es la deportación de menores “sin ningún tipo de control o seguimiento” ya que “los Estados europeos que están realizando cientos de deportaciones de niños, niñas y adultos a Afganistán no están supervisando ni apoyando a todas estas personas para que tengan una adecuada reintegración” especialmente en el caso de los más pequeños, que “están regresando a uno de los países más peligrosos del mundo donde tienen muchas probabilidades de sufrir violencia o ser reclutados por grupos armados”.

Así, “la falta de coordinación entre la Unión Europea y el Gobierno afgano está haciendo que apenas haya datos sobre el retorno de estos niños y niñas, dejándoles en una situación de vulnerabilidad y en grave peligro de ser invisibles para el sistema” como refleja el informe ‘De Europa a Afganistán: Experiencias de los niños y niñas deportados’, llevado a cabo por la ONG.

El estudio constata que casi tres cuartas partes de los niños y niñas encuestados relataron que no se sintieron seguros durante la deportación y en más de la mitad de los casos hubo coerción o violencia, incluso en algunos casos en los que la población decidió regresar a Afganistán voluntariamente. Además, mientras que 45 de los 53 niños entrevistados iban a la escuela cuando vivían en Europa, sólo 16 han regresado al colegio en Afganistán. La mayoría de los niños y niñas hablaron de la educación como “su mayor necesidad”.

Asimismo, una de cada cinco personas encuestadas (tanto adultos como niños) afirmaron que, al llegar a Afganistán, habían tratado de reclutarlos para luchar en combate, cometer actos de violencia o comprometerse con un grupo armado; y tres de cada cuatro no descartaron volver a migrar en cuanto tuviesen posibilidad.

AYUDA HUMANITARIA PARA 6,3 MILLONES DE PERSONAS

Desde UNICEF también coinciden en que los niños siguen siendo los más afectados por la situación en el país, con más de 3,8 millones de damnificados y 1,6 millones de niños con desnutrición aguda. Asimismo, en Afganistán dos tercios de la población viven en áreas afectadas por un conflicto agravado por fenómenos ambientales como sequía, amenazas de terremotos o inundaciones.

“En total, alrededor de 6,3 millones de personas necesitarán asistencia humanitaria y de protección en 2019”, concluye la jefa de comunicación de UNICEF Afganistán, Alison Parker.

FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA


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