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abril 15, 2019

Los mensajes de violencia sexual que se escriben en los cuerpos de las niñas


Recientemente fueron presentados en la ciudad de Medellín los hallazgos del XVI Informe de derechos humanos de las mujeres con énfasis en violencia sexual en niñas y adolescentes, y sus conclusiones son una oportunidad para acogerse al llamado que desde el año 2012 Naciones Unidas promueve para que el 11 de octubre se conmemore el Día Internacional de la Niña para crear “conciencia sobre la situación de las niñas en todo el mundo”.

El Informe realizado por las corporaciones Mujeres que CreanVamos Mujer y Combos, detectó una exacerbada violencia contra las niñas y las más jóvenes, una vulneración de su integridad en los entornos que deberían protegerlas y una complicidad y aceptación social del problema de la violencia sexual, derivado de una cultura machista que se basa en el dominio del cuerpo de las mujeres desde las edades más tempranas de sus vidas.

En general en Colombia, los momentos en los que se presentan mayores casos de violencia sexual se ubican en las edades que comprenden a la niñez, y según las estadísticas nacionales de Medicina Legal para 2017 el 84.5% de estos actos se perpetraron en contra de las niñas. Natalia Ortíz Suárez investigadora del Informe sobre la situación de derechos humanos de las mujeres en territorios de Medellín y Antioquia, explica que «si bien los casos más significativos se presentan entre los 0 y los 17 años, se encuentran casos alarmantes entre los 0 y los 5 años, es decir, que desde el momento de su nacimiento se les está enviando el mensaje a las mujeres que su cuerpo es un territorio a dominar por parte de los hombres, que los cuerpos de las mujeres son un objeto y un territorio a ser apropiado».

Las cifras siguen confirmando año tras año que la violencia contra las mujeres tienen un fuerte arraigo cultural, sobre todo cuando se observa que la mayoría de agresores son varones cercanos, es decir, un familiar (padre, tío, abuelo, padrastro), un conocido o un amigo (esto es alrededor del 85% según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses); y espacios como las viviendas y las escuelas, se configuran en escenarios de estas violencias, lo que se reconoce en dicho informe como los dos factores de vulnerabilidad más fuertes: la cultura patriarcal y el vínculo de las niñas y adolescentes con sus victimarios.

«En los territorios donde la Corporación Vamos Mujer hace presencia: el nordeste, el suroeste y oriente de Antioquia encontramos reiterados casos de violencia sexual contra niñas y adolescentes en las instituciones educativas, por eso hacemos un llamado a la Secretaría de Educación departamental para que aborde el tema de las violencias y de salud sexual y reproductiva en los centros educativos, y evitar que las niñas que acuden a estas instituciones sean víctimas y el personal utilice estas instalaciones para cometer estos actos», dijo Ortíz Suárez.

La investigación corrobora que la violencia sexual es un fuerte dispositivo punitivo para las mujeres, así lo explica la docente e investigadora Sandra López cuando dice que «el mensaje para las mujeres es que tienen que ser de cierta manera, porque de lo contrario son castigadas con la violencia y a los hombres se les dice: usted tiene que ser un varón», lo que implica en los términos de la cultura, que se autorice el ejercicio de la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, y ante la desprotección, las mujeres y las niñas crean alternativas de resguardo; en esta oportunidad se detectó que lo hacen construyendo narraciones «señalando dónde quedan los lugares de riesgo como una suerte de memoria de la violencia (la cañada, el parque, una calle, un matorral) y crean un relato de restricción: no vayas, no estés, no camines, no salgas», una estrategia que según la investigadora López se une a la de construir un cuerpo común, es decir, que si por algún motivo las niñas tienen que ir a esos lugares «van con otras niñas, con una persona adulta o acompañadas… así como cuando las mujeres vamos juntas al baño, las niñas andan juntas para protegerse».

Aunque una de cada cinco denuncias por presunto delito sexual en el país es realizada por hombres, los agresores y el fenómeno siguen siendo los mismos. Natalia Ortíz Suárez lo confirma cuando «en los casos de denuncias interpuestas por violencias contra niños el victimario es otro hombre, también vemos que varios adolescentes son agredidos por ser de poblaciones LGBTI y es precisamente por llevar un cuerpo femenino o feminizado».

Ante la agresión que produce el rechazo a lo femenino y según las conclusiones más inquietantes del Informe sobre la situación de derechos humanos de las mujeres en territorios de Medellín y Antioquia, las niñas y adolescentes de la ciudad encuentran en la masculinización de sus cuerpos y sus vidas otra estrategia de protección; a través de una relación de opresión y dominio con otras mujeres, según López «estas adolescentes adoptan los comportamientos de los guerreros, a eso es que le llamamos masculinizarse, incluso se ríen de las niñas que son diferentes y hasta llegan a convertirlas en blanco de violencias frente a los integrantes de las bandas. Eso que parece tan horrible es una estrategia de protección de las propias adolescentes que busca que esos grupos las cobijen».

Hasta ahora solo se puede esbozar la realidad de la violencia sexual que afrontan las niñas y adolescentes cada 2 horas en el país, este tipo de violencia conlleva múltiples consecuencias que se pueden proyectar a lo largo de la vida y que incluyen traumas psicológicos, daños en el aparato genital o reproductor y enfermedades de transmisión sexual.

Otro efecto que a veces se desliga del problema social de las violencias contra las mujeres, es el embarazo en niñas y adolescentes, y aunque este fenómeno es multidimensional, es preciso describir que por ejemplo en 2016, se convirtieron en madres 5.525 niñas entre los 10 y 14, edades que en Colombia son consideradas como delitos para desarrollar cualquier acto sexual, debido a que se le otorga la categoría de relación no consentida y por consiguiente se convierte en un delito.

Todas las anteriores consecuencias no son exclusivas de los cuerpos y vidas de las miles de niñas agredidas, sino de la sociedad entera que parece darles la espalda y con esa indiferencia, consentir el problema de la violencia sexual. Es fundamental poner en la conciencia de esta conmemoración, la situación de las niñas, para pensar qué estamos haciendo en cada uno de los lugares de la sociedad para protegerlas y para garantizarles una vida libre de violencias y llena de oportunidades para el futuro.

La violencia sexual es un delito

  • Constitución Política de Colombia de 1991

    Reconoce entre los derechos de niñas y niños la protección contra la «violencia física o moral” y el «abuso sexual»

  • Ley 1098 de 2006

    Contempla la protección de la niñez contra las conductas «que causen muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico»

  • Ley 1257 de 2008

    Sanciona las violencias contra las mujeres y define los tipos de violencias, entre estos el daño o sufrimiento sexual

  • Ley 1719 de 2014

    Compila las medidas para garantizar el acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual, en especial la ocurrida con ocasión del conflicto armado


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