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marzo 29, 2019

Luz Marina Díaz: la vida en riesgo por los derechos de las mujeres


Desde hace más de 15 años, esta lideresa trabaja con mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado y con otras víctimas en casi todo el territorio nacional. Dice que perdió la cuenta de las veces que ha visto su nombre en panfletos y de las llamadas y mensajes amenazantes que ha recibido.

No han pasado tres semanas desde la última vez que Luz Marina Diaz sintió su vida en peligro. Acostumbrada ya a ver su nombre en panfletos y a recibir llamadas amenazantes, un disparo con arma de fuego en la ventana del hostal donde se hospedaba en La Guajira le recordó que, igual que hace más de 15 años, sigue en la mira de los actores armados.

Según se lee en la denuncia que instauró ante las autoridades, el 10 de marzo se encontraba en el municipio de Urumita realizando talleres de derechos humanos con mujeres, como lo ha venido haciendo hace más de una década, y hacia las 3:00 de la tarde un hombre desconocido disparó contra la ventana de su habitación en el hostal Casa Susana. Horas después, otro hombre llegó hasta esas instalaciones pretendiendo entrar por la fuerza. Sin embargo, el escolta de Diaz ya estaba alertado y su presencia pudo haber persuadido al desconocido.

Luz Marina Diaz dice que ya perdió la cuenta de las amenazas que ha recibido contra su vida desde que emprendió su defensa por los derechos de las mujeres y las víctimas del conflicto, a inicios de la década de 2000. Para entonces, vivía en Aguazul (Casanare) y rondaba los 30 años. En esos años, en la región tenía presencia el Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia, comandado por Miguel Arroyave, contra el cual Diaz inició una de sus primeras batallas: la de luchar contra el reclutamiento forzado de menores. “Sacaban a los niños de los colegios, se los llevaban. Yo dije ‘esto no puede estar pasando’, yo también tenía hijos y me daba miedo que me los reclutaran”, cuenta.

Empezó entonces una mediación con el grupo paramilitar para que no se llevaran a los menores y entregaran a los que ya habían reclutado.“Sacamos a muchos niños de esa guerra, con algunos tocó pagar mucho dinero, con otros fue a través del diálogo”. Con el tiempo, esa labor de mediación se hizo imposible y le llegaron de frente las amenazas y los hostigamientos. “Que si seguía en lo mismo me iban a matar, que iban a llevarse a mis hijos”. La defensora salió del territorio.

Arrojada en Bogotá, empezó otra de sus luchas: la de los desplazados por el conflicto armado. Junto a varios líderes de otras regiones del país, integró la Mesa de Fortalecimiento de Desplazados de Colombia, desde donde empezaron a hacer incidencia política para visibilizar lo que estaba pasando, más aún cuando para entonces el Gobierno Nacional, con Álvaro Uribe como presidente, desconocía la existencia del conflicto armado interno.

Recuerda entonces las tomas que con ese grupo de desplazados hicieron en el Parque Tercer Milenio, en 2009, para tener incidencia con el Distrito con el fin de que posara los ojos sobre la población desplazada que por esos días colmaba las calles de la capital. Para Díaz, las movilizaciones que por esos años realizaron fueron un factor importante para la promulgación, en 2011, de la Ley 1448 de Víctimas y Restitución de Tierras.

Trabajo con víctimas de violencia sexual

Desde 2005, Luz Marina Díaz lidera la Fundación Caminos de Fe – “no es nada religioso”, aclara de inmediato – en la que su principal apuesta ha sido el acompañamiento a mujeres víctimas de violencia sexual en distintos territorios del país. “La violencia sexual se aplicó mucho para darle un escarmiento a la población. Era para decirles ‘nosotros somos los que mandamos aquí y las mujeres están bajo nuestro mando’”.

Según cuenta Diaz, cuando llega a territorio, la mayoría de mujeres que han sido víctimas de ese flagelo no han denunciado públicamente. Así se lo han constatado los innumerables encuentros que ha sostenido con grupos de alrededor de 100 mujeres en departamentos como Guaviare, Casanare, Boyacá, Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Norte de Santander o La Guajira.

En los territorios las mujeres no creen en la institucionalidad. Cuando llegan a declarar ante la Personería o una inspección de Policía puede haber señalamientos”, cuenta. Por eso, su trabajo con las mujeres víctimas está enfocado en el acompañamiento para que den su declaración sobre el hecho victimizante.

Esa labor la llevó, por ejemplo, al municipio de Santa Bárbara (conocido también como Iscuandé), en Nariño, que, según cuenta, fue un territorio que la marcó. Allí llegó en noviembre de 2018 y se reunió con 90 mujeres provenientes de varias veredas, todas ellas completamente atemorizadas. “Lo que me impactó es que son mujeres que no pueden hablar. No pueden denunciar lo que les pasó ante las autoridades porque su vida misma está en peligro”, resalta. Luz Marina afirma que el silencio que se posó sobre ellas se debe, en parte, a la presencia del Eln en el territorio.

Allí en ese municipio fue víctima de otro hostigamiento cuyo autor no fue identificado. Hasta el hostal donde se hospedaba llegó un hombre desconocido que intentó ingresar de manera irregular a las instalaciones, pero ante la presencia del escolta de Díaz abandonó el lugar.

“Desde 2017 se han acentuado muchísimo las amenazas. Cada semana, cada 20 días, cada mes. Llamadas, panfletos, mensajes y hechos como el que me sucedió en Santa Barbara en noviembre del año pasado”, relata.

Panfleto con fecha de octubre de 2017, en el que el ‘Bloque Capital’ de las ‘Águilas Negras’ amenaza a Luz Marina Díaz y a figuras políticas como Claudia López y Ángela Robledo.

Desde 2013 Luz Marina Díaz cuenta con un esquema asignado por la Unidad Nacional de Protección que hoy está compuesto por un chaleco antibalas y un hombre de protección. “El señor de acero, le digo yo. El que capotea todo lo que me pasa”.

Actualmente, esta lideresa tiene en curso dos proyectos con organizaciones de mujeres que representan dos orillas radicalmente distintas. Por un lado, Díaz está trabajando con las madres de Soacha – que reclaman justicia por las ejecuciones extrajudiciales de sus hijos, cometidas por miembros del Ejército – para fortalecer su proyecto de vida, pues la mayoría de ellas son madres cabeza de hogar. Por otro, está trabajando en esa misma línea con las mujeres de la Corporación Rosa Blanca, víctimas de violencia sexual de las Farc.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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