marzo 18, 2019
Deportistas y esclavas Rosa Montero
Las mujeres sufren una desprotección total en el deporte. La mayoría no tienen ni contrato y pueden terminar su carrera sin haber cotizado jamás
TENGO UNA amiga de una audacia titánica a la que ya he mencionado algunas veces, la viguesa Chus Lago; fue la tercera mujer del mundo en subir al Everest sin oxígeno. Ahora acaba de capitanear la travesía del lago Baikal (Siberia), la mayor reserva de agua dulce de la Tierra. Chus, Verónica Romero y Rocío García tardaron 24 días en cruzar de sur a norte 640 kilómetros de inestable costra de hielo (ha sido el primer equipo femenino que lo ha hecho). La expedición, llamada Compromiso con la Tierra, buscaba evidenciar los efectos del cambio climático. Colgué la noticia en mis redes, y algunas lectoras se extrañaron de no haber visto nada de esta historia en la prensa. Ha habido cosas peores: hace 10 años, Chus alcanzó el Polo Sur tras una épica travesía en solitario de la Antártida, 59 días de sufrimiento arrastrando un trineo de más de 100 kilos. Tampoco se habló mucho. ¿Proezas deportivas de mujeres? Alguien ha decidido que no venden.
Como consecuencia de eso, las mujeres sufren una desprotección total. La mayoría no tienen contrato ni Seguridad Social, y pueden terminar su carrera deportiva a los treinta y tantos años sin haber cotizado jamás. Carecen de seguro frente a las lesiones o los accidentes, a muchas competir les cuesta dinero (por ejemplo, la tiradora Pilar Calvo, que participó representando a España en el Campeonato del Mundo de 2015 en Italia, tuvo que costearse todos los gastos, mientras que los varones iban pagados por la federación), y es un secreto a voces que a menudo se ven obligadas a firmar ilegales acuerdos de no embarazo. Sin sueldo y con premios infinitamente menores (o directamente sin premio y humilladas: ha habido campeonatos de surf en los que los ganadores se llevaban 1.000 euros y las ganadoras un biquini), por lo general las mujeres deportistas han de trabajar muy duro para ganarse la vida, lo cual implica no poder entrenar todo lo que deben y tener que pedir vacaciones para poder asistir a campeonatos. Y todo esto sin hablar de los abusos sexuales, de los uniformes ofensivamente sexys, de los comentarios estúpidos.
Según el Anuario de Estadísticas Deportivas de 2017 del Consejo Superior de Deportes, las mujeres suman el 22,3% de deportistas federados. Sin embargo, la cobertura en medios del deporte femenino supone menos del 5% de las noticias, de acuerdo con el Consejo Audiovisual de Andalucía. Aunque en este caso existe una cierta discrepancia de cifras, la falta de visibilidad, más el recio machismo habitual, hace que las deportistas consigan menos del 1% del dinero de los patrocinadores. Una excepción es Iberdrola, que desde 2016 sólo financia deporte femenino: apoya a 16 federaciones, llegando a más de 22.000 mujeres deportistas y promoviendo derechos tan básicos como que las chicas tengan Seguridad Social. “Es un trabajo tenaz, cuesta cambiar las cosas; por ejemplo, se supone que en televisión cubren paritariamente el deporte, pero las noticias de las deportistas salen de madrugada…”, dice Julián Martínez-Simancas, secretario del consejo de administración de Iberdrola. En noviembre el Senado aprobó una proposición de ley para acabar con las desigualdades en los premios deportivos, y en febrero el Consejo de Ministros dio luz verde al anteproyecto de una ley del deporte absolutamente necesaria que la convocatoria de elecciones puede hacer peligrar. Pese a todo este drama, las deportistas españolas se han llevado más medallas que los hombres en los dos últimos Juegos Olímpicos. Lo que conseguirían si las apoyara.