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diciembre 17, 2018

Los niños defienden su territorio, el legado de Temístocles Machado


La resistencia de ‘Don Temis’ quedó impregnada en los niños del barrio Isla de la Paz, en Buenaventura. Mediante el fútbol y los juegos ancestrales, ellos encontraron los entornos protectores para huir de la guerra y luchar por su territorio.

En medio de las casas de madera y techo de zinc, ya desgastadas por la lluvia, la humedad y el irascible sol, hay un grupo de diez niños afro jugando en una cancha de fútbol destapada. Corren descalzos, sin miedo a enterrarse las piedras, ni rasparse con la arena gris que tapiza su pequeño estadio. Otros juegan hábilmente con sandalias o crocs, aunque son más angostos que sus pies. En medio del furor del partido no solo olvidan sus viejos zapatos, sino también el ambiente de violencia en el que crecieron.

Óscar Trompeta, un niño de 15 años y rasgos indígenas, los ve jugar desde uno de los arcos, mientras habla con nosotros. Hay días en que disfruta bañarse bajo la lluvia mientras hace correr el balón en la cancha, hay otros en los que prefiere sumergirse en el ajedrez. Fue uno de los mejores estudiantes de su clase en la Institución Educativa José Ramón Bejarano, en el barrio Brisas del Mar de Buenaventura. El año entrante pasará a octavo y ya tiene claro que quiere ser médico. Juega como central en los partidos improvisados del barrio y admira a Falcao García.

A pesar de su corta edad y estatura, es firme y serio al hablar. Vive en el barrio Isla de la Paz, el mismo que defendió hasta su muerte el líder comunitario Temístocles Machado, asesinado el 27 de enero de 2018 por luchar contra el despojo de tierras en las comunas 5 y 6 contra empresarios y particulares.

La cancha de fútbol destapada donde los niños juegan queda cerca a la sede de la Sociedad Portuaria de Buenaventura. Es uno de los puntos de disputa, donde se ha concentrado la batalla por la tenencia legal de la tierra.

“Don Temístocles —como le dice Óscar con respeto— ayudó a defender esta cancha que está en riesgo por el parqueadero de mulas que quieren poner; por eso lo admiro. Él nos invitaba a hacer protestas para resguardar la cancha, diciéndoles a los muleros que este no es un parqueadero, que hicieran el favor y se fueran”, cuenta este joven, que creció participando en las reuniones de la comunidad donde Temístocles los interpelaba para que dieran la pelea de forma pacífica por el territorio donde han crecido.

Esas palabras, sin darse cuenta en su momento, calaron hondo en Óscar: “Yo creo que en un futuro pueden quitarnos la cancha por lo que ya no está él, pero de todos modos nosotros podemos luchar, intentar que no se la lleven”.

Una de sus maneras de resistir es con el fútbol. Óscar es uno de los más de mil niños, niñas y jóvenes que participan en Buenaventura del programa “Iniciativas deportivas para la protección”, que el Comité Olímpico Internacional y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han financiado durante los últimos tres años.

La idea del programa ha sido forjar en los más jóvenes una conciencia de la importancia de proteger su territorio de la expansión portuaria y los grupos armados, y recuperarlo con expresiones culturales y deportivas. Con esto han incentivado liderazgos comunales y construido lazos más fuertes de apoyo entre las comunidades, empezando por los niños.

Gracias a la fundación española Alianza por la Solidaridad (APS), el programa les ha dado más fuerza a iniciativas comunitarias deportivas en cinco barrios de Buenaventura: Isla y Cima de la Paz, Paloseco, San Francisco, Puerto Nayero y el resguardo indígena de Puerto Pizario, sobre el río San Juan, en Valle del Cauca.

En San Francisco, los jóvenes crearon un grupo de baile para promover las danzas folclóricas del Pacífico, como la jota o el currulao. Hay equipos de voleibol y natación e incluso han hecho festivales de juegos tradicionales afro e indígenas.

En Puerto Pizario, los niños mantienen su tradición ancestral haciendo competencias en canoa o jugando con la bodoquera, un canuto en el que se inserta una pequeña flecha y se sopla con fuerza para reventar un globo colgado.

En Isla de la Paz, Óscar y los demás niños participan en torneos de fútbol con otros barrios en la cancha destapada. Es su manera, a los ojos de este joven, de mantener la memoria de Temístocles.  “Ya no andamos en las calles aprendiendo malos hábitos, sino que aprovechamos el tiempo entrenando para alcanzar lo que queremos ser en la vida”, así lo ve Óscar.

La cancha no se ha podido pavimentar por la disputa en la que está desde hace años. La única solución para la comunidad ha sido rellenar los huecos con más piedra y aplanarlos con maquinaria prestada, con el apoyo de ACNUR y APS.

A pesar de esto, este espacio deportivo se convirtió para niños como Óscar en entorno protector y símbolo de resistencia. En medio de una ciudad como Buenaventura, marcada por el abandono estatal, la corrupción, la presencia de grupos armados y el despojo de tierras, sus juegos no son solamente diversión, sino una forma de construcción de identidad por sus barrios.

Óscar tiene claro el legado que dejó Temístocles en su comunidad y lo que significó su muerte. Si bien dice que por ahora el barrio está tranquilo, no solo en él sino en los demás habitantes se percibe la angustia de que vuelvan a derribarles sus casas. Para él, aunque nunca habló directamente con este líder social, su lucha por los derechos de Isla y Cima de la Paz es igual de importante. No sabe si seguirá sus pasos. Por ahora, quiere seguir jugando fútbol bajo la lluvia.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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