diciembre 10, 2018
A manera de despedida
“Decidimos vincularnos a las aspiraciones de transformación de este país, y nos sentimos afortunados de haberlo podido hacer desde este lugar, en estos tiempos, y rodeados de personas extraordinarias”: Gonzalo Sánchez Gómez, a su retiro del CNMH después de diez años de trabajo.
No me gustan las despedidas porque se las suele asociar a cierres definitivos de trayectorias. Y este no es nuestro caso. Hemos hecho un largo viaje, que duró más de 10 años con muchos de ustedes. La de ahora es apenas una pausa necesaria en el camino. Eso que en las tierras de colonización paisa se llamaba la Fonda. Un lugar de descanso para renovar energías y seguir adelante. Y es que la jornada es todavía larga, no solo para los que seguirán por parajes ya conocidos, sino también para los que simplemente tomaremos una trocha desconocida. Quiero pensar entonces este momento como una apertura de múltiples senderos, que se insinúan a partir de las metas que hemos construido y proyectado juntos.
Los lazos construidos en esta travesía resultan hoy muy sólidos porque no solo nos han involucrado a nosotros, sino porque en este andar nos hemos involucrado vitalmente con muchos otros en la variada geografía social y del conflicto en Colombia. En muchos sentidos, a lo largo de estos años dejamos de pertenecernos a nosotros mismos porque el alma se nos quedó suspendida en el lugar de una masacre, en el encuentro de una esquina, en la confesión de una mujer que fue violada, en el abrazo con una madre que perdió a su hijo en la guerra y en las muchas celebraciones de la vida.
Dejamos de pertenecernos también porque lo que iniciamos o fortalecimos de evento en evento, de ruta en ruta, se convirtió en un proceso que seguirá adelante, con o sin nosotros, y este es, créanme, uno de los logros mayores que hemos conseguido.
Tres expresiones de una misma metáfora significativa son asociadas a este fluir de las cosas y de los procesos. Los griegos pensaron la vida como un río esquivo cuyas aguas no eran las mismas en las distintas ocasiones en que las frecuentáramos: “no nos bañamos dos veces en el mismo río”, dijo Heráclito, en los albores de la filosofía griega. La guerra fue pensada también por los hombres de armas de nuestro país en el siglo XIX como un río cuyo caudal de llegada era muy distinto al arroyo de partida; así mismo se transformaron las guerras y se transformó la violencia desde los años 40 del siglo XX hasta hoy. Pero está más directamente asociada a nuestra labor la metáfora del río de la memoria, título que se escogió para nombrar el recorrido de la guerra civil salvadoreña hasta los Acuerdos de Paz de 1992.
Este es ya un dato mayor de las posguerras mundiales: en los últimos cien años el cauce de la memoria en el mundo y en nuestro país se ha acrecentado, sus ramificaciones impactan nuevos territorios. La memoria tiene ya esa potencia que la hace inatajable: se instaló para quedarse en la sociedad, en las instituciones, y sobre todo en el proyecto de las víctimas de nuestros desastres bélicos.
La vida río, la guerra río, la memoria río nos han interpelado de maneras diferentes pero convergentes, porque nuestras trayectorias están hechas de azares que escapan a nuestro control; pero también de decisiones estratégicas. Decidimos vincularnos a las aspiraciones de transformación de este país, y nos sentimos afortunados de haberlo podido hacer desde este lugar, en estos tiempos, y rodeados de personas extraordinarias, todos ustedes, que nos han acompañado en los más diversos frentes de acción y responsabilidad.
De seguro nos encontraremos en la próxima fonda del camino. Por lo pronto hasta luego e infinitas gracias a todos y a todas por habernos honrado con su compañía. Seguiremos luchando aquí o allá para que la memoria sea una aliada de la paz y no un instrumento del odio.
FUENTE: CENTRO DE MEMORIA HISTÓRICA