diciembre 5, 2018
Caterine Ibargüen, ‘La pantera negra’
El periodista Mauricio Silva habló con la galardonada este martes como la mejor atleta de 2018.
(Esta entrevista del periodista Mauricio Silva se publicó en 2014, en la edición 34 de la revista BOCAS. EL TIEMPO, sin embargo, la republica a propósito del reconocimiento que Caterine Ibargüen recibió este martes al ser declarada mejor atleta del mundo de 2018 por la Federación Internacional de Atletismo).
Muy pocos colombianos saben que Caterine Ibargüen conquistó dos de las pruebas más importantes de su carrera al borde del colapso. Una de ellas, prácticamente con una sola pierna.
Fue hace dos años, nada menos que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Tan grave fue el asunto que su técnico, Ubaldo Duany, evitó hablarle cuando se enteró de que, a dos días de las eliminatorias, su pupila había sufrido una severa lesión en los músculos flexores de la pierna izquierda. El entrenador cubano decidió no verla a los ojos porque entendía que ahí, a horas de la cita mayor, el sueño había terminado. Mientras tanto, Caterine, sola en su habitación, lloraba.
Sin embargo, terca y obcecada, consiguió en la Villa Olímpica una muslera prestada que, a medias, le distrajo el dolor. Con esa faja, bien ceñida a su larga pierna izquierda, no solo compitió sino que alcanzó una trascendental medalla de plata, la más relevante en la historia del atletismo colombiano.
La segunda proeza –también de tintes heroicos– fue hace un año en el Campeonato Mundial de Atletismo de Moscú, cuando hizo de tripas corazón. Aún adolorida, Caterine saltó a la pista poco después de haberse desmayado por cuenta de un punzante dolor de estómago. En aquella ocasión, la hija más célebre de Apartadó –en el Urabá antioqueño– sufrió un problema gastrointestinal que casi la deja afuera de la competencia. De hecho, si los jueces la hubiesen visto así, muy seguramente no la hubieran dejado competir.
Pero una vez más, la paisa recurrió a esa fortaleza psicológica que la ha convertido en la número uno del mundo. Se puso los audífonos para escuchar esas canciones que la llevan allá, a ese otro estado, y compitió. Y les ganó a todas sus rivales. Y se convirtió en campeona mundial de salto triple. Y escribió un pedazo de la historia patria.
Dos escenas que la definen. Dos postales de la épica deportiva que dejan ver de qué material está hecha Caterine Ibargüen, una afrocolombiana de 30 años, de 1,81 metros de altura y de 70 kilogramos de peso, marcada por el tesón, la disciplina y el sacrificio.
Sin embargo, y por fortuna, es mucho más que eso. Ella también es risa enorme y alegría constante. Ella es juego, picardía, sabor, altivez y un montón de orgullo. Y es, además (y salta a la vista), la dueña de un estilizado cuerpo de bronce, poderoso y flexible –como el de una guerrera masái–, tallado a fuerza de entrenamiento.
Es, para entender su dimensión, la atleta más importante en la historia del deporte colombiano. Es la actual campeona mundial de salto triple. Es la dueña de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Y es la ganadora de dos Ligas de Diamante consecutivas (2013 y 2014).
Es ‘la pantera negra’, una especie de fiera noble que se prepara para conquistar, de una vez por todas, una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Y, según dice, para romper el récord mundial.
¿Es cierto que en el momento en el que usted se enfrenta a las competencias oye un vallenato que la dispara?
[Ríe]. Sí, es una canción que me dedicó mi mamá, que la canta Silvestre Dangond y que se llama Mi propia historia. Esa canción siempre me ubica en lo que quiero y me inspira mucho. Entonces, siempre antes de salir la pongo.
¿Cómo dice?
Algo así como: “Cada quien tiene en la vida su cuarto de hora, que lo motiva y lo entusiasma a ser triunfante…” [Risas].
¿Siempre acude a la música?
Sí. ¡Pero ojo!, si necesito estar suavecita, pues escucho unas baladitas. Si necesito estar activa, como antes de la competencia, casi siempre me voy por el reguetón, el reggae y ese vallenato.
¿Cómo puede definir su fortaleza psicológica?, ¿en qué consiste?
En visualizar lo que tengo que enfrentar. En lograr la concentración. Yo busco esas cosas que, sé, me dan tranquilidad; porque ya conozco cómo tengo que estar bien y tranquila.
El país poco o nada sabe que usted ha tenido que acudir a su resistencia mental en momentos muy dramáticos, como en los Olímpicos de Londres donde, según entiendo, compitió con una lesión complicada.
¡Uy, sí!, me dio muy duro, porque fue dos días antes de la eliminatoria.
¿De qué lesión exactamente estamos hablando?
Una lesión en la parte de atrás de mi pierna izquierda, un poquito abajo del glúteo, en los músculos flexores [los isquiotibiales]. La lesión apareció en los últimos entrenamientos para la competencia y, faltando cinco días para el gran momento, no lográbamos dar con el asunto. Entonces empecé a trabajar con la fisioterapista del Comité Olímpico, pero yo sentía y sabía que no iba a estar en óptimas condiciones para enfrentar unos Juegos Olímpicos. Entonces yo me decía: “Toda mi vida he soñado con estar en buenas condiciones para enfrentar una competencia de estas, y cómo así que se me va a ir…”.
¿Lloró?
Mucho. Lloré muchas veces sola. Ubaldo Duany, mi técnico, no me podía ni ver del dolor y la frustración que le daba. Yo lo único que decía era: “Señor, por favor dame la oportunidad de estar ahí y de poder correr”. Lo único que pedía era poder correr. Todo era muy fuerte porque era ver toda mi vida como deportista perdida ahí. Porque ese era el momento por el que había luchado. Era como tener el cielo cerca de las manos y sentir que se iba alejando en cuestión de segundos.
¿No podía correr?
Es que yo no podía correr. Y cada vez que intentaba un salto, cada vez iba rompiendo más fibras…
¿Cómo lo resolvieron, si se tiene en cuenta que usted ganó la medalla de plata en Londres?
Con la fisioterapista empezamos a visitar los centros de medicina que había en la Villa Olímpica y en un puesto me dijeron: “Pues lo único que podemos darle es una ‘muslera’”. Y si ustedes ven las fotos, es esa cosa azul en mi pierna izquierda.
¿Es cierto que le ocultó la “muslera” a sus adversarias?
Claro, porque todo el mundo sabía que yo era la rival más fuerte. Y si me veían así, entonces dirían: “A esta ya la tenemos”. Yo la llevaba lo más oculto que podía, pero cuando entramos a la zona donde nos revisan a todas, me tocó mostrarla. Entonces yo noté que cuando ellas vieron eso, como que se cogieron más confianza. Pero…
Yo busco esas cosas que, sé, me dan tranquilidad; porque ya conozco cómo tengo que estar bien y tranquila
Pero, claramente, no se amilanó… ¿Cuál fue su discurso interior?
Yo me decía: “Ya estoy aquí, ya calenté, ya puedo entrar, ya puedo ejecutar el salto, solo necesito conseguir la mar-ca para la final. Y ya en la final, que se me parta lo que se vaya a partir, que yo ya estoy aquí y estos son mis sueños”. Entonces hice la marca, llegué a la final e hice lo que pude.
Medalla de plata, en los Juegos Olímpicos, no más…
¡Ja!
Otra historia, no menos dramática, de la que tampoco se sabe mucho, fue la del Mundial de Atletismo en Moscú 2013. Horas antes de la competencia usted se desmayó y, según los que estuvieron ahí, usted estaba más verde que el pasto. ¿Qué pasó?
Moscú fue horrible. Me tomé una avena en el desayuno que me produjo unos cólicos terribles y me disparó no sé qué cosa. Yo ya había hecho la eliminatoria y ahora íbamos para la final. El viaje fue desde el hotel hasta el estadio y los dolores aumentaron, al punto que me puse a sudar. Minutos después, me dicen, los ojos se me pusieron blancuzcos. Ese bus no podía parar porque íbamos una cantidad de deportistas a las competencias. Entonces a mí me acostaron ahí. Ya en el estadio me dieron algunas cosas y me estabilizaron un poco. Cuando yo entré a la competencia, aún tenía el dolor, pero era el Mundial, con tantas cosas, con todos los sueños, que a mí realmente se me olvidó todo. Y salté.
Entonces se hizo campeona del mundo…
Sí.
Su deporte tiene básicamente dos lesiones fuertes: pubalgia y serios problemas de rodilla. ¿Pero parece, solo parece, que a usted todavía no la han rozado?
Gracias a Dios, no. Pero sí siento molestias todo el tiempo. Hay días que llego a mi casa casi gateando del dolor. Lo que hacemos es trabajar para no llegar a una lesión. Para eso tomo suplementos. Yo uso mucho una línea que se llama F1, que tiene todo, especialmente calcio, que me ayuda a mis articulaciones. Yo me cuido mucho.
Aquel cuento de la alimentación en la niñez, del plátano y el pescado, ¿cree que sí sirvió para hacerla tan fuerte? ¿O cree que es simplemente un mito colombiano similar al de los ciclistas con la panela?
Yo soy la atleta que soy porque todo, desde pequeña, ha influenciado para ser quien soy. Fue mi alimentación, fue mi educación, fue mi preparación.
¿Siempre fue más alta que el resto de sus compañeras?
Sí, era horrible, porque uno de niño siempre quiere estar a la medida de todos. Un día le dije a mi mamá: “¿Será que usted no puede buscar algo para no crecer más?”. Y mi mamá me dijo: “Bueno, yo voy a averiguar”. Entonces un día llegó con este cuento: “Cate, es mejor que crezcas. Averigüé y, para que no crezcas más, te van a sacar un líquido de la espalda, pero es probable que quedés inválida o te volvás loca”. Entonces yo le dije: “No, mami, yo sí quiero crecer, por favor no me saqués nada”.
Entiendo que usted se crió en una finca en Currulao, un corregimiento de Turbo…
Sí, mi mamá y yo vivíamos en una finca, La Suerte, que queda como en medio de Currulao y Apartadó. Luego nos trasladamos a Apartadó con mi papá, pero mi mamá, y la familia de mi mamá, se quedaron en Currulao. Ahí mis padres ya estaban separados. Entonces yo duraba un rato con mi mamá y a veces otro rato con mi papá.
En diferentes medios han afirmado que la separación de sus padres tuvo que ver con el conflicto colombiano. Pero no hay una referencia clara. ¿Realmente qué paso?
Yo no sé porque quieren escuchar eso de mi boca. Esas son cosas que el periodismo quiere que uno diga, y yo no voy con eso. Que fui una persona pobre y que le saqué el mejor provecho a eso, sí, pero no tengo por qué estar diciendo: “¡Ay, yo soy pobre!” o “¡por favor ayúdenme!”. No, señor, lo que yo soy me lo gané en la pista. Y lastimosamente, sí, en mi país hay mucho conflicto, pero no puedo decir que a mí me afectó de cerca, o que me mataron a un tío, o que a mi papá me lo mataron. Solo puedo decir que nacimos con pocas posibilidades y que mis papás tuvieron que salir a trabajar. Pero tampoco puedo decir que un día me acosté sin comer.
¿Cuándo empezó a tomarse el deporte en serio?
En la escuela Heraclio Mena Padilla, en Apartadó. Mi profesora nos ponía a correr a los niños, todos contra todos, y yo ganaba. Entonces le dijo a Wílder Zapata, que fue mi primer entrenador, y él me sacó para ir a entrenar.
¿En qué disciplina?
En 75 metros. Luego corrí los 150, luego yo hacía los relevos de 4 x 50 y 4 x 75. Y después sí, salto largo. Así empecé.
Hasta los Juegos Intercolegiados de 1996, en Bucaramanga, que los ganó…
Sí, con la Selección Antioquia infantil. Gracias a Dios me fue muy bien. Fue la dicha de obtener las primeras medallas.
¿Es cierto que jugó voleibol?
Sí, me encantaba. Y me decían que lo hacía muy bien. [Risas].
¿También es cierto que quiso ser bailarina?
Sí, pero apenas lo normal.
A los 14 años usted se fue de Apartadó a Medellín con la idea de convertirse en una atleta de alto rendimiento. ¿Quién tomó esa decisión?
Esa oportunidad de cambio la vio mi abuela, mi mamá y Wílder, mi entrenador. Una mejor vivienda y una mejor alimentación, ahora en la Villa Deportiva.
¿Ya habían definido su disciplina deportiva?
Salto alto, salto largo y salto triple.
¿Es cierto que estuvo a punto de devolverse?
No en los primeros días, porque todo era nuevo. Fue más adelante, cuando necesitaba de mi abuela y de mi mamá.
Su entrenadora de entonces, Regla Sandrino, cuenta que un domingo, en aquellos primeros años, casi la echan de allá por haber acabado con la vajilla de la Villa Deportiva.
Es que los domingos eran superaburridos. Y nosotras, las compañeras de la Villa que teníamos nuestras familias en Urabá, pues no teníamos la posibilidad de salir, ni nada… Entonces un día vimos el carrito en donde montaban los platos de la comida y hágale, “¡móntate ahí, que yo te empujo!”. Y pues claro, en una de esas se nos fueron todos los platos al piso… [Risas].
Regla Sandrino cuenta, además, que usted siempre le decía: “Yo nunca me he robado una sola abdominal”.
Es que yo no le robo nada a nadie, ni a mi entrenador ni a nadie. Si me la robo, pues me la robo a mí. Y si lo hago, no tengo mi mente tranquila. Entonces, cuando me vaya mal en la competencia, que me digan que fue otra cosa y no esa abdominal que me robé.
Por cierto, ¿cuántas abdominales hace al día?
Entre 300 y 400.
¿Cuál fue la gran enseñanza que le dio su entrenadora cubana, Regla Sandrino?
Una frase: “Yo no soy la mejor de Colombia, sino la menos mala”. En otras palabras me dijo: “No creas que eres el ombligo del mundo. El día que vos creas que eres la mejor, no vas a luchar para seguir siéndolo y te vas a conformar con eso”. Siempre pienso en eso.
¿Puede decirse que su carrera despega en los Suramericanos de Atletismo de Bogotá, en 1999, cuando ganó una medalla de bronce en salto alto?
Lo curioso es que yo no podía hacer parte de la selección nacional, porque tenía 17 años. Finalmente me dejaron participar y, sí, logré mi primera medalla internacional.
Luego, de nuevo en salto alto, ganó un oro en los Juegos Bolivarianos de Ambato, en Ecuador, de 2001. ¿Seguía practicando salto triple y salto largo?
Sí. Pero cada vez menos. Yo estaba concentrada en el salto alto. Incluso alcancé a ser campeona suramericana de salto alto.
¿Cuáles son sus mejores marcas en cada una de las tres disciplinas?
Mi mejor registro en salto alto es 1,93 metros. En salto largo es 6.75 metros. Y en salto triple es de 15,31 metros, que lo realicé este año en Mónaco.
Usted representó a Colombia en los Olímpicos de Atenas 2004, en salto alto. ¿Es cierto que allá se sintió acomplejada?
Sinceramente, creo que yo tenía un complejo y creo que era conmigo misma; por mi condición física, por mi contextura física, que es un poquito más gruesa que la de las otras. Fue muy bonito haber ido allá, pero sicológicamente creo que no estaba muy preparada.
¿Qué sucedió?
Creo que me dejé lavar el cerebro con ese cuento de que “usted está tan gorda” y no sé qué más cosas.
¿De dónde venían esas críticas?
De los directivos. Yo le llegué a decir a uno: “¿Usted sabe toda la mierda que yo comí para estar aquí, como para que usted venga a decirme eso? Yo estoy aquí porque me lo gané y ni usted me compra el tiquete ni usted me tiene aquí por mi cara bonita”.
Cuatro años después, usted no clasificó a los Olímpicos de Pekín 2008. ¿Es cierto que por cuenta de esa frustración usted casi se retira de toda actividad deportiva?
Estuve a centímetros en mis tres disciplinas, pero no clasifiqué en ninguna. Entonces yo decidí irme del país y retirarme del deporte. Además, al no clasificar, yo sabía que podía perder mi beca deportiva con el Comité Olímpico.
¿Qué o quién la hizo recapacitar?
Cuando venía bajando las escaleras con mi maleta, y el equipo que iba para olimpiadas se quedó arriba, el profesor Ubaldo Duany, que estaba con la selección nacional, me paró y me dijo: “Te espero en Puerto Rico”. Eso me quedó en la cabeza, hasta que un día hice todos los trámites para irme a estudiar a la universidad de Puerto Rico.
Pero Ubaldo Duany ya la había tentado, ¿no es cierto?
Llevaba años detrás de mí.
¿Siempre con la idea de cambiarle de disciplina?
Yo creo que él siempre tuvo la idea de pasarme a otra disciplina. Entonces me fui. Y fue una excelente decisión.
E incluso intentó con el lanzamiento de bala, ¿o no?
Y me fue muy bien. Por ahí también cogí una medalla de plata. Lo que pasa es que Ubaldo tenía dos grandes ideas: el salto triple o las pruebas combinadas, que se basa en siete pruebas, incluido el lanzamiento de bala.
¿Qué falló en las pruebas combinadas?
Solo una cosa: que no pude con los 800 metros. ¿Es que dos vueltas a la pista…? ¡No…! [Ríe]. Es que esa es una prueba de resistencia y para mí eso era supremamente difícil. Era una cosa medio traumática, al punto de que yo no dormía porque sabía que tenía que hacer eso. Pero traumática, traumática…. Por eso nos inclinamos más por el salto triple.
Y a todas estas, ¿por qué decidió estudiar enfermería en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico?
Primero que todo, porque mi mejor amiga, Eliecith Palacios [atleta de la selección nacional], estaba estudiando enfermería. Segundo, porque tengo una tía enfermera. Y tercero, porque mi meta era quedarme en Puerto Rico y hacer mi vida allá. Yo me dije: “Aquí nunca te vas a quedar varada”.
¿Cómo le fue en la carrera de enfermería?
Excelente, tanto que en muchos hospitales donde hacíamos prácticas me pedían que, por favor, me quedara trabajando: “¡Qué dejen a la negrita trabajando!”, decían.
Ahora sí, ¿cuándo se dio el cambio definitivo de disciplina y la decisión de practicar exclusivamente salto triple?
Eso fue progresivo. Intentamos ir a unos mundiales en 2009, en salto triple, pero por mil razones no se pudo y me tocó participar en salto alto. Creo que la cosa comenzó en serio en 2010 cuando un día Ubaldo me mostró el ranking mundial y me dijo: “Caterine, con lo que ya has hecho podrías estar entre las 20 mejores del mundo”. Yo ni le creía. Para mí, la marca mía no era mucho, no era nada. Entonces él empezó a decirme: “Y si hacemos esto y si hacemos lo otro”. Así que, en 2010, hice la marca de 14,10 metros y, quién lo creyera, fui subcampeona iberoamericana. Ahí realmente empezó todo.
No creas que eres el ombligo del mundo. El día que vos creas que eres la mejor, no vas a luchar para seguir siéndolo y te vas a conformar con eso. Siempre pienso en eso
¿Cree que hubiera hecho mucho más si no hubiese perdido tantos años en otras disciplinas? Es que, prácticamente, usted empezó a los 26 años…
O no hubiera hecho nada. O no hubiera conseguido la persona que me hubiera enseñado bien la técnica. O no hubiese conocido la persona que me cuidó físicamente. De pronto, hoy, yo no existiría. Y lo digo simplemente por las lesiones que provoca esta prueba, por la intensidad física. Entonces creo que todo fue perfecto. Que fue el momento ideal.
¿De qué depende conquistar un par de centímetros de más en el salto triple?
De muchas cosas. Es una lucha constante. Es eso: la pelea con los centímetros. Es mejorar un gesto técnico, que el clima esté a favor, que la pista esté bien, que tu ánimo esté, que el público esté… Todo varía mucho.
¿Recuerda cuándo ganó por primera vez una medalla en una Liga Diamante?
En Estocolmo y cogí el bronce. Pero ojo, mi alegría era porque me habían invitado a esa competencia. ¡Guauuu…! Es que cualquiera no está en una Liga de Diamante. Es que ningún colombiano había estado en una Liga de Diamante. La verdad, parecía que hubiera alcanzado el cielo. Y entonces cojo el tercer lugar. ¡Noooo, más contenta todavía…!
¿Qué tan duro le dio no ganar el oro en Londres?
El tiempo es perfecto. Dios pone todo cuando tú eres capaz de asumirlo. ¿Por qué no gané en los Juegos Olímpicos? De pronto porque no era mi momento. De pronto Dios diría: “Caterine no está apta para asumir este papel”.
Usted está convencida de que va a romper el récord mundial.
Definitivamente. Más que convencida.
¿Conoce a la ucraniana Inessa Kravets, la poseedora del récord mundial de salto triple con 15,50 metros?
No, no he tenido el placer de conocerla.
¿De vez en cuando le echa un ojo a ese salto-récord de 1995?
Lo he visto muchas veces. Creo que más de cien.
¿Cuando usted lo ve, se compara con ella?
A veces me comparo con ella, porque son técnicas totalmente diferentes, aunque el gesto es el mismo. Yo creo que ella tiene muchas fortalezas que a mí me hacen falta. Por ejemplo, ella se sostiene muy bien, que es la lucha contra el viento –porque el tiempo en el aire te da espacio– y eso lo hace ella muy bien. Entonces ahí es donde yo analizo y es lo que trato de hacer mejor. Pero yo soy un poco más rápida y mis pisadas son un poco más rápidas. En otras palabras, soy más rápida abajo, pero tengo que ser más lenta arriba, como lo fue ella. Eso sí, su segundo paso es muy bueno y el tercero, el que va para la arena, es extraordinario.
Con todo el respeto, ¿por qué está tan convencida de que va a romper el récord mundial?
Por el compromiso que tengo conmigo misma. Por las ganas. Porque es mi gran meta. Porque es mi sueño y, cuando tengo un sueño, lucho por él. Y ojo que son pocos los sueños que me han faltado por conseguir. Y este, el del récord, no se me va a quedar corto.
¿Si usted tuviera la posibilidad de hacer una ley del deporte que se ejecutara inmediatamente, cuál sería?
Haría dos. La primera, ir con todo a esas partes donde se sabe que el talento está: Chocó, el Urabá antioqueño, todo el Pacífico y otras regiones donde sabemos que lo hay. Y la otra, asegurar a los deportistas de alto rendimiento para cuando terminen su carrera: una especie de pensión. Pero a todos, no solo a los medallistas mundiales. Es que nosotros le dedicamos nuestras vidas a esto y, por obvias razones, no sabemos trabajar en otra cosa. La verdad es que a los 35 años, cuando terminamos nuestras carreras deportivas, salimos con las manos vacías. ¿Y cómo es eso?, ¿el que pudo ahorrar, ahorró, y el que no pudo, no? Esta es una realidad: el deportista colombiano después de su carrera queda a la deriva.
Usted está haciendo un máster en Administración en Servicio Recreativo y Deportivo. ¿Va a seguir en el deporte, pero desde la administración?
Seguramente.
Nunca se escuchó su opinión sobre el revuelo que tuvo la entrevista que le hizo César Augusto Londoño, en la que le preguntó: “¿Quién es el machucante oficial de Caterine?”. Lo pregunto porque La Casa de la Mujer se pronunció severamente, argumentando irrespeto y machismo…
Yo me sentí muy mal. Igual, muy atrevido. No tenía ni la más mínima confianza conmigo. Sí, es un periodista conocido y una figura del país, pero nunca había tratado conmigo. Entonces tiene que tratarme con respeto, primero porque soy mujer y, después, porque soy una persona que no conoce, así yo sea una figura también. Yo no soy quién para que él me irrespete. No me gustó. Sin embargo, ¿qué hice?, traté de que cambiara el tema, pero él siguió insistiendo y siguió insistiendo. Y me sentí muy mal. Corté cuando pude la entrevista y decidí más nunca darle la oportunidad de que vuelva a irrespetarme.
¿Le molesta que la vean como un símbolo sexual?
¿Es que ellos qué ven?, ¿que yo soy una chicha playboy? No. Es que yo soy atleta, y punto. Yo no soy la imagen de unos niños por mis actos sexuales o por lo que yo decidí hacer con mi vida personal. No. Yo he marcado la vida de otros por mis resultados deportivos. Entonces todo el mundo quiere desviar esa parte. Y no. Y por eso a veces me niego a muchas entrevistas. A mí me gusta que echen a relucir mis resultados y me gusta que echen a relucir mi sonrisa, pero no mis cosas personales. Pero siguen insistiendo.
Entiendo que le han propuesto el rol de modelo, ¿o no?
Lo que yo he decidido hacer en mi vida es ser deportista, ser atleta. Sí he tenido muchas ofertas, pero creo que no es mi mundo, creo que no nací para eso, no soy eso.
¿Cómo se define?
Como una persona sincera, amable, amistosa, que hace lo que le da la gana. Una persona que vive por su familia y que ama lo que hace.
¿Cuál es el comentario más bonito que la hecho un colombiano en la calle?
Un señor me dijo: “Caterine, volviste a unir mi familia, el día de tu competencia mi familia se sentó toda, yo estaba mal con mi esposa y gracias a ti estoy bien con mi familia”. Eso me llenó.
¿Cuándo le dio su mamá los aretes con los que siempre compite?
¡Ay, qué bella! Me los dio de niña, sin pensar de pronto lo que yo iba a conseguir todo lo que he conseguido ahora. Yo debería tener como 16. Y así tenga otros aretes, el día de la competencia los uso. Me encantan esos aretes, me dan una confianza total… Creo que hacen parte fundamental de mi equipo, como mis zapatos de competencia. Si no están mis zapatos, yo no puedo. Si no están mis aretes, tampoco. Son mi amuleto de buena suerte.
¿Dónde los tiene?
Ahora mismo se encuentran en mi maleta. Siempre viajan conmigo.
¿Y seguramente viajarán con usted a los Olímpicos de Río 2016?
Sí. Para que hagan juego con la medalla de oro en el pecho.
MAURICIO SILVA
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 36 – NOVIEMBRE DE 2014
FUENTE: EL TIEMPO