noviembre 28, 2018
La Primera Ola Feminista en la obra de Jacques Louis David
En Francia, en 1977, Jacques Louis David, en un estilo neoclasicista francés realizó la que, además de ser una de sus obras maestras, más popularizó la leyenda del “Rapto de las Sabinas”.
Se trata de un óleo sobre lienzo de magníficas dimensiones (385×522 cm.) que se conserva en el Museo del Louvre de París. Su obra realista y bien organizada nos invita a conocer su versión sobre el día que los hombres Sabinos entraron en Roma con la intención de recuperar a las mujeres que los romanos habían secuestrado.
El historiador romano del S. I Tito Livio, en su obra “Ab urbe conditia, I”, narra:
“Como el pueblo romano creciera y no tenían esposas, los habitantes en efecto eran pastores. Enviaron embajadores a los países vecinos para pedir alianza, pero los pueblos vecinos no escucharon a la embajada.
Entonces, Rómulo preparó los juegos e invitó a los jóvenes a que viesen los espectáculos. Muchos vecinos acudieron al Palacio, la mayoría eran Sabinas con sus hijas y mujeres. Cuando el tiempo del espectáculo se acercó, Rómulo ordenó raptar a las muchachas y a las mujeres Sabinas. Las jóvenes romanas corren por todas partes. Esta fue la causa de la guerra entre los romanos y los sabinos.
La batalla fue feroz / encarnizada y mortal. Entonces / En aquel momento llenas de lágrimas, las muchachas sabinas se introducen en medio de la batalla y gritan en voz alta:
“No queremos morir, no queremos vivir viudas.” Rómulo y Tito Tacio, el líder de los Sabines, hicieron las paces y se aliaron”.
El rapto de las Sabinas es pues una leyenda mitológica que describe el rapto de mujeres de la tribu de Los Sabinos por los fundadores de Roma. En los primeros tiempos de Roma, y según el mito, había pocas mujeres por ello Rómulo (su fundador y primer rey) organizó en la ciudad unas pruebas deportivas e invitó a los pueblos vecinos, con la intención de raptar a sus mujeres. Al comenzar los juegos, procedieron los soldados romanos a cumplir las órdenes de su Rey raptando a las mujeres Sabinas y expulsando de la ciudad a los hombres.
Secuestradas, ultrajadas y violadas se vieron obligadas a contraer matrimonio con los soldados romanos. De entre ellas Rómulo eligió a Hersilia, hija de Tito Tacio, rey de Sabinia.
Años más tarde los hombres Sabinos, que no habían olvidado el doble ultraje, atacaron a los romanos con el propósito de recuperar a sus mujeres. En estos años ellas habían sido madres y tenían hijos e hijas de hombres romanos por ello, y en medio de la batalla, se interpusieron entre ambos bandos rogando que cesaran ya que en la contienda ellas iban a perder padres, hermanos, hijos y esposos.
Romanos y Sabinos entraron en razón y, para festejar la reconciliación, celebraron un banquete. Tito Tacio, Rey de Sabinia, y Rómulo formaron una diarquía hasta la muerte del primero.
La leyenda de este rapto fue interpretada en 1637 por el clasicista francés Nicolás Poussin, en un lienzo de gran formato (154,6×209,9cm.) que se expone en Museo del Louvre de París y que realizó para el Cardenal Luigi Omodei; a mediados del S. XVII el pintor barroco italiano Giovanni Francesco Romanelli; en 1874 por el impresionista español Francisco Pradilla y en 1963 por el artista español, nacido en Málaga, Pablo Ruiz Picasso en un lienzo de grandes dimensiones ( 162×147 cm.) que se expone en Fondation Beyeler de Basilea, entre otros. En todas estas obras las mujeres Sabinas aparecen débiles, vulnerables, aterradas, víctimas de la brutal aberración. La obra del neoclasicista francés, por sus ideales políticos, se nos revela con un mensaje diferente.
David fue un activo participante en la Revolución francesa, primero cercano a Robespierre y, a su caída, a Napoleón Bonaparte. Fue considerado el pintor de la Revolución. Las ideas esenciales de la Ilustración impregnaron su vida y su obra condensa las ideas de “la razón como único medio para conseguir la verdad, el progreso para alcanzar la felicidad” (Voltaire), “la naturaleza como origen de todo lo genuino, verdadero y auténtico” (Rosseau) y “la felicidad como un derecho intrínseco a la persona”. La política, pues, debía ser el arte de hacer felices a los pueblos.
En este movimiento Ilustrado tuvo lugar la Primera Ola Feminista con sus ideas revolucionarias sobre el papel de la mujer en la sociedad y su papel de ciudadanas. La filósofa francesa Olympe de Gouges, en 1791 tras una vida activista y abolicionista y dos años antes de morir en la guillotina publicó la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” defendiendo la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo la igualdad con el hombre en el derecho a voto, en el acceso al trabajo, a hablar en público de temas políticos, a acceder a la vida política, a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército; incluso a la igualdad fiscal así como el derecho a la educación y a la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico. Sus revolucionarias propuestas se resumen en las siguientes:
I – La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común.
II – El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
III – El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane de ellos.
IV – La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.
V – Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.
VI – La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
VII – Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.
VIII – La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres.
IX – Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.
X – Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley.
XI – La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley.
XII – La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a quienes es confiada.
XIII – Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.
XIV – Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto.
XV – La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
XVI – Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.
XVII – Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización.
En Inglaterra en 1792 Mary Wollstonecraft publicó sus “Vindicaciones de los derechos de la mujer”, centrando su reflexión en la igualdad de la inteligencia y el derecho a la educación.
Jacques-Louis David ha sido reconocido como el artista de la revolución por, inspirándose en modelos y leyendas grecorromanas de gran austeridad y severidad darles un valor moralizante que cuadraba con las de la Ilustración.
Sin embargo y teniendo en cuenta su coexistencia con los primeros ideales feministas, observando su obra, no cabe duda la influencia que sobre él ejercieron. La imagen tratada por otros pintores anteriores de las mujeres Sabinas cobra un giro radical en la obra de David. El artista opta por elegir el momento en que los hombres Sabinos van por segunda vez a Roma a recuperar a sus mujeres, en vez de el momento del rapto, como hicieron sus predecesores.
La protagonista de su cuadro es una mujer victoriosa, triunfal, decidida. Su imagen no está cosificada, no es vulnerable, ni débil, ni precisa enseñar sus pechos para captar la atención. En una mujer que enérgicamente y sin perder su femineidad se sitúa entre los dos bandos imponiéndoles con su gesto cese en la lucha.
Aparentemente la composición parece abigarrada, caótica, con una tremenda multitud, sin embargo esta es una ilusión óptica que consigue el artista a través de la multitud de lanzas que se dibujan en el fondo. En realidad no son demasiados los personajes. En el margen derecho y próximo a la ciudad de Roma aparecen los soldados romanos, de ellos sobresale uno, que pudiera ser Rómulo capitaneando a sus tropas. En el izquierdo los Sabinos, en más cantidad. En esta ocasión son los cuerpos broncíneos, jóvenes y desnudos masculinos los que tienen una carga erótica, Mientras que las mujeres posan con total dignidad. Especial mención merece la mujer del centro, Hersilia, esposa a la fuerza de Rómulo e hija de Tito Tacio, vestida de blanco y con una postura en aspa frenando a ambos bandos. A sus pies, mujeres que protegen a sus hijos e hijas, niños y niñas producto de la violaciones y atrocidades que sufrieron las mujeres Sabinas que ahora impiden la guerra para protegerlos y protegerlas.
La obra de David revela que Romanos y Sabinos emprendieron sendas batallas únicamente por el sentimiento patriarcal de posesión de la mujer como una propiedad y objeto reproductor. Unos y otros únicamente pensaron en competir, ganar y llevarse como triunfo a las mujeres sin importarles el daño, menoscabo y consecuencias de los terribles actos. Siempre, y en tiempos de guerra las más vulnerables son las mujeres y especialmente las niñas y adolescentes que, sin piedad, sensibilidad pero implacablemente, son violadas y embarazadas.
Además del daño de imposible reparación por la violación, la sociedad estigmatiza y discrimina a la mujer culpándola y también al hijo o la hija producto de la aberración. Muchas son expulsadas de sus casas, familias y comunidades y el sistema judicial y social falla y no da respuesta a estos casos. Generalmente la situación lleva a estas mujeres a una extrema pobreza y a una condena al ostracismo. Paradójicamente ellas, como se observa en la obra de David, en vez de culparlos o culparlas, repudiarlos/as, o abandonarlos/as, las aman y protegen.
Tradicionalmente la obra de David se ha interpretado como una representación histórica que, inspirándose en un suceso de la Roma Clásica, aprovecha para plantear en la Francia Revolucionaria la necesidad de una reconciliación del pueblo francés tras la luchas de ésta época. Bajo una perspectiva feminista, la obra sería un decálogo reivindicativo de los derechos de la mujer, la presentación de la nueva mujer contemporánea.
FUENTE: TRIBUNA FEMINISTA