octubre 23, 2018
Dimeeee… ¿por qué los niños maltratados? ¿Por qué los curas pedófilos?
Esta es parte de la letra de una de las bellas canciones de José Luis Perales que en nuestra época escuchábamos con pasión pero con melancolía.
Siempre me pregunté por qué un hombre tan romántico cantaba una canción dedicada a la guerra, a las armas en las manos, a la ausencia de sonrisa en la gente, a los hombres malheridos, a los viejos olvidados, a los niños maltratados y a sus sueños prohibidos.
Jamás encontré respuesta aún cuando siempre busqué lo que la propia canción llamada Dime rezaba: “Dímelo Dios quiero saber, dónde se encuentra toda la verdad,
aún queda alguien que tal vez lo sabrá.”
Ahora, cuando los niños maltratados no encuentran la protección real ni del Estado ni de la sociedad, frente a hechos macabros como los que a diario estamos conociendo por cuenta de los medios de comunicación que han abierto micrófonos y cámaras a las víctimas y a sus victimarios, siento un profundo dolor como cuando alguien quiere gritar en un sueño mortal y simplemente se queda sin voz, sin aire, sin aliento y sin esperanza.
Ante tan triste realidad, no me resisto a pensar que no haya una solución a este flagelo, que por desgracia se engendró como un monstruo de las tinieblas en la Iglesia católica a la que siempre he profesado respeto y conspicuidad.
Tienen las autoridades administrativas de la educación pública y privada, y las judiciales, que hacer algo fuerte y ejemplar para erradicar de una vez por todas con este perverso panorama en el que sufren los niños maltratados, sus familias y sus herederos.
Porque si no es así, nosotros los ciudadanos a los que nos toca el alma este problema, nos levantaremos en protesta permanente, muy a pesar de contar con un ministro de la defensa que no le gusta esta manera de poner sobre la mesa situaciones que afectan a toda la sociedad.
Los órganos de control deben perderle el miedo al dogma eclesial y llevar a los estrados judiciales a quienes bajo una sotana cubren sus malévolas y tradicionales formas de hacer daño a la niñez, en muchas ocasiones con la complicidad de los padres y madres de familia.
Se oyen noticias en cuanto a que tanto la Fiscalía como la Procuraduría están procesando a los depredadores de los educandos, pero se necesita de la denuncia de toda la comunidad educativa para que sea esta célula la que aporte los elementos materiales probatorios, las evidencias físicas y las informaciones debidamente rotuladas de la mayor cantidad de veracidad y seriedad, para obtener los fallos disciplinarios y penales ejemplarizantes y productores de conciencia hacia la no repetición.
La Iglesia católica tiene también un papel preponderante en la formación de sacerdotes y orientadores de la sociedad con principios y valores que se ciñan exclusivamente a la moral y la ética frente a la niñez con las debilidades propias de esta etapa del ser humano.
No queremos saber más de noticias de padres rectores que abusan de los niños, niñas y adolescentes. No queremos más casos como el del colegio de Bogotá, conocido por todos, y muchos otros tantos que ni siquiera se conocen.
Que les caiga el peso de la racionalidad que impartirá la justicia profana como también el mazo de la dogmática expresión litúrgica y religiosa. Que la sanción y el pecado se unan para salvar la generación que viene y las que vendrán.
No podemos seguir callados …. las autoridades hablando de transparencia y en silencio absoluto frente a un suicidio de un muchacho atormentado por la indignidad de una violación. ¡¡¡ Dios mío !!!, dimeee, ¿por qué la gente no sonríe… por qué los niños maltratados, por qué las armas en las manos, …?
FUENTE: SEMANA