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septiembre 17, 2018

En Monterredondo resisten 40 excombatientes


En este espacio de reincorporación, en el norte del Cauca, los exguerrilleros se han ido a continuar su tránsito a la legalidad en otros lugares. La ausencia de garantías de seguridad y la falta de sostenibilidad de los proyectos productivos hacen difícil quedarse.

Cuando Yerson Sánchez García y Breyner Esneider Conda,excombatientes de las Farc, aparecieron muertos el pasado 20 de agosto, el mensaje para sus compañeros que residen en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Monterredondo, en Cauca, fue claro: quieren disgregarlos. Así lo afirma Ricardo Moreno, José, quien hace parte de este espacio que, poco a poco, se ha ido quedando solo. De los 224 que llegaron quedan alrededor de 40.

Este es uno de los tres espacios que se habilitaron para la reincorporación de la antigua guerrilla de las Farc en el Cauca, junto con otro en Buenos Aires y uno más en Caldono. El de Monterredondo, en Miranda, es el de más fácil acceso por su cercanía con Cali, a solo 50 kilómetros de distancia. Sin embargo, esa condición resulta ser otra de sus dificultades: debido a su favorable ubicación geográfica el precio de la tierra es muy alto y por eso no han conseguido un terreno para quedarse. En este espacio todo funciona a media marcha.

Hoy, los mayores referentes para estos excombatientes no están.Miguel Ángel Pascuas, quien fuera el comandante del frente sexto y uno de los fundadores de las Farc, viajó a Bogotá al pleno del partido y no ha regresado. Tampoco está Óscar Echeverri, Carlos Antonio, quien fue segundo al mando de ese frente y ahora es el líder del ETCR. Por estar resolviendo asuntos de los proyectos productivos no pudo recibir la visita de una delegación de la cooperación de Suecia, que llegó a verificar la situación de este territorio al que han estado apoyando.

La última vez que Colombia2020 estuvo en este espacio de reincorporación, a finales de abril, lo habitaban alrededor de 100 exguerrilleros. Hoy queda menos de la mitad. En ese momento, estaban iniciando tres proyectos productivos y con ellos se alimentaba la esperanza de quienes estaban en ese tránsito a la civilidad. Sin embargo, la implementación de esos proyectos ha sido compleja.

Uno de ellos es el de la escuela rural alternativa, ubicada en una finca de cinco hectáreas, en la que actualmente, según cuenta José, tienen invernaderos de tomate y están trabajando en la producción de fertilizantes orgánicos. En esa finca hay un lago de casi una hectárea, pero no ha arrancado el proyecto piscícola por falta de recursos, lo que tiene expectantes a unos 30 excombatientes.

El proyecto “Huevo Feliz” sí está andando y produce alrededor de 420 huevos diarios. La cooperación sueca, que financió este proyecto, no ha dejado de apoyarlo, pues en él hay comprometidas 11 personas entre excombatientes y miembros de la comunidad.

Esa alianza con los civiles es palpable tanto en el proyecto de la escuela rural y el de “Huevo Feliz”, como en el de las “muñecas combatientes de la vida”, en el que mujeres en proceso de reincorporación junto a mujeres civiles hacen muñecas de trapo con la tela de los que una vez fueron uniformes para la guerra.

Francy Restrepo, lideresa social que les presentó el proyecto a las excombatientes, afirma que ni el Gobierno que salió ni el nuevo han mostrado interés en estos proyectos. Se han sostenido gracias a la cooperación internacional. “Yo agradezco mucho a Naciones Unidas, que han sido los que han apoyado este proyecto. Es muy gratificante saber que hay gente en otros países que se preocupa por seguir construyendo la paz”, relata.

Pero el principal problema que salta a la vista es el de las garantías de seguridad. Así se lo hizo saber José a Jefferson Mena, de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, quien acompañó la visita. “A la fecha llevamos siete muertes violentas en dos años”, afirmó. Y en el país ya son más de 70.

Pero no solo se lo dijo a Mena. Sus palabras fueron escuchadas por los delegados suecos que han visitado estos espacios. Frente a Joséestaban el embajador de ese país en Colombia, Tommy Strömberg; la directora de la Agencia de Cooperación Sueca, Carin Jämtin, y la delegada de esa entidad para América Latina y Europa, Elsa Håstad. De la Misión de verificación de Naciones Unidas estaba presente su directora, Jessica Faieta.

“En nombre del presidente de la república y del alto comisionado de paz, queremos manifestarles que este proceso continuará, que el presidente está comprometido con la reincorporación de todos aquellos que le apostaron a este proceso”, fue el mensaje de Mena. La delegación sueca ve con buenos ojos la voluntad del nuevo Gobierno.

Pero las limitaciones no han menguado la voluntad de paz de quienes están en ese tránsito. Eso no implica que hayan abandonado el proceso. José cuenta que los compañeros que ya no están en Monterredondo han salido hacia sus zonas de origen para seguir con el proceso desde allá.

Incluso Sánchez García y Esneider Conda, los dos excombatientes que aparecieron muertos cerca al ETCR, hace meses no vivían ahí, pero continuaban comprometidos con el proceso desde sus lugares de origen. Entre otras cosas, que aparecieran en esta zona es motivo de investigación de las autoridades.

Además, Cauca es uno de los departamentos con mayor número de excombatientes de las Farc que desde la firma del Acuerdo han sido asesinados (12), junto con Nariño (20) y Antioquia (13). Sobre los responsables no hay certeza. En esta región tienen presencia tanto el Eln como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. La zozobra continúa.

Algunos de los que han salido están en Toribío, Caloto y Corinto.Trabajando en fincas, “bregando”. En Santander de Quilichao, por ejemplo, hay un proyecto con pescado y algunos están involucrados en él. José habla de cooperativas como una alternativa para superar los problemas de sostenibilidad de los proyectos productivos. Esa figura no implicaría que los excombatientes estén concentrados en estos espacios. Mientras tanto, continúa el clamor porque el Gobierno les garantice su seguridad y unas condiciones de vida digna.

 FUENTE: EL ESPECTADOR

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