marzo 26, 2018
Dolly Montoya, primera en la historia
Después de 42 rectores y 150 años desde su creación, llegó una mujer a la rectoría de la Nacional. La directora de la escuela de género de esta institución, Mara Viveros, explica lo que significa ese cambio.
El 22 de septiembre de 1867 años se creó la Universidad Nacional de Colombia, con el objetivo de brindar una educación pública y laica. En 1935, mediante la Ley 68, se convirtió en un organismo autónomo con personería jurídica e independencia que buscó desde entonces liderar la educación y la investigación en Colombia.
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Ese mismo año, ingresó por primera vez a la Facultad de Medicina, una mujer. Su nombre era Gerda Weterndop Restrepo y escogió medicina, una especialidad que se percibía muy adecuada al carácter y a los valores femeninos de entrega y cuidado a los demás. Su presencia en la Universidad estuvo enmarcada por los debates sobre los derechos de las mujeres que en ese entonces señalaban, en su vertiente liberal, que la feminidad podía hacer compatible el desempeño profesional con los deberes del hogar y la familia, y que la incorporación de la mujer a una educación ilustrada y a ciertas carreras era un aporte social importante.
El acceso de las mujeres a la educación superior fue inicialmente lento pero ininterrumpido y en los últimos cincuenta años implicó un rápido incremento de su participación, particularmente en el estudiantado universitario. Después de 42 rectores a la cabeza de la Universidad pública más importante del país el pasado 22 de marzo, 150 años después de su creación, llegó a la rectoría de esta universidad una mujer, Dolly Montoya Palacios.
¿Qué significa la llegada de una mujer rectora a la Universidad Nacional de Colombia? En primer lugar el reconocimiento de los logros, académicos investigativos y administrativos de Dolly Montoya Palacios, como criterio de selección en su nombramiento como rectora. Ella, que conoce desde hace treinta y cinco años y de múltiples formas la Universidad Nacional de Colombia, es química farmacéutica egresada de esta misma Universidad, magíster en Ciencias Biomédicas de UNAM y PhD en Ciencias Naturales, de la Technische Universität München (Alemania); es la líder fundadora del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional de Colombia, gestora de la primera maestría interfacultades de la UN y ha sido previamente directora Académica y vicerrectora de Investigación.
Pero su nombramiento también representa la consolidación de múltiples esfuerzos realizados durante muchos años, fuera y dentro de la Universidad para analizar y socavar los obstáculos políticos y sociales que han impedido o limitado una mayor participación de las mujeres en los cargos decisorios de la Universidad. Las mujeres debieron librar múltiples batallas para legitimar su presencia en la Universidad. y su participación en movimientos estudiantiles y de contracultura en los años sesenta y setenta terminaron por generar a mediados de los años ochenta grupos de reflexión y estudio sobre sus experiencias en el campus universitario y en el mundo laboral, como el Grupo “Mujer y Sociedad”.
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En 1994 surgió en la Facultad de Ciencias Humanas (FCH) de la Universidad Nacional de Colombia el programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo que dio origen a la creación de la Escuela de Estudios de Género (EEG), unidad académica institucionalizada dentro de dicha Facultad a partir del año 2001.
En el año 2012 el Consejo Superior de la Universidad Nacional estableció en el acuerdo 035, los lineamientos conceptuales, metodológicos y operativos, que propenden por el fortalecimiento de una cultura institucional de equidad de género e igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en la Universidad Nacional de Colombia. A finales del 2016 se reglamentó el Observatorio de Asuntos de Género, con el propósito de darle relevancia institucional a esta política de equidad de género.
En su administración, Dolly Montoya Palacios buscará “lograr mayor cobertura pero con excelente calidad” y que la Universidad Nacional asuma el reto de liderar “una profunda reforma al Sistema de Educación Superior, con un claro lineamiento de protección del medio ambiente, la equidad y la inclusión en la diversidad”.
¿Qué puede significar que este objetivo lo busque la primera mujer rectora de la Universidad Nacional? En primer lugar, la posibilidad de suscitar reflexiones y acciones que impliquen controlar el deterioro del medio ambiente y propicien un uso sustentable de los recursos naturales con beneficios para mujeres y hombres; en segundo lugar, una oportunidad de poner en práctica el carácter redistributivo y sensible a las diferencias sociales que definen la posición de un individuo en el espacio social, implícito en el concepto de equidad; a la par, que no se presuponga ni se imponga una única visión de mundo como condición para poder disfrutar de niveles comparables de bienestar.
En el caso de las mujeres, que no se les exija adaptarse al sesgo masculino de la cultura institucional de las Universidades, incluida la Universidad Nacional, cuando desconoce las dificultades que enfrentan las mujeres, ligadas a sus responsabilidades en relación con unas tareas de cuidado que no han sido redistribuidas en la sociedad.
En el contexto actual, la mayoría de las políticas educativas acoge discursivamente la importancia del reconocimiento de las diferencias en su búsqueda de equidad e inclusión en la educación superior, sin embargo son pocas las que incorporan una visión cruzada de las relaciones de desigualdad que construyen estas diferencias (de género, clase, étnico-raciales, de origen regional, de edad y situación de discapacidad) para poder hacer efectivo este reconocimiento.
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En términos generales las investigaciones colombianas que buscan abordar desde distintas perspectivas el tema de la equidad en la educación superior e intentan identificar algunas de las acciones necesarias para atender la diversidad que la compone y evitar que se recreen privilegios y desventajas a lo largo de la formación universitaria son escasas. Promover este tipo de investigaciones y políticas es uno de los desafíos que puede asumir con creatividad y compromiso nuestra primera rectora
Dolly Montoya plantea que la Universidad Nacional debe convertirse en líder para construir un verdadero cambio social desde el conocimiento, la articulación de los distintos saberes y la ética, mediante una formación más integral del estudiantado. Da gusto leer que una mujer formada en Ciencias reconozca formas diversas de producir conocimiento y la importancia de las ciencias humanas y sociales en la formación de los valores y principios éticos del estudiantado.
Esto no es muy común en un contexto que en general acepta sin cuestionamientos el supuesto carácter abstracto y deslocalizado del conocimiento e ignora que los conocimientos son y están situados en forma geo-histórica. Consideramos que su propuesta puede generar mayor autonomía y mayor responsabilidad ética en la comunidad docente y estudiantil para establecer qué tipo de conocimiento quiere y requiere producir sin estar supeditada a las problemáticas que se plantean por fuera de ella y de sus fuentes de autoridad intelectual.
Por último, más allá de afirmar en forma retorica que Dolly Montoya Palacios es la primera mujer rectora de la Universidad Nacional, la esperanza de muchos sectores de la universidad y de la sociedad colombiana es que este hecho signifique responder en forma diferente a los diversos retos y proyecciones en el largo plazo que implica dirigir la principal universidad pública del país. Promover “procesos desde la base” e intercambios constantes entre los distintos estamentos universitarios para construir en forma participativa una Institución regida por la equidad supone entre otras cosas no ignorar la persistencia de las desigualdades de clase, étnico-raciales y de género en el acceso a los distintos niveles de formación y áreas de conocimiento de la Universidad, y el carácter androcéntrico y eurocéntrico de sus culturas académicas.
Una de las tareas que consideramos necesaria en la agenda de nuestra primera rectora es poder revertir la tendencia a la disminución del acceso de las mujeres a la Universidad Nacional, un proceso particular a la UNAL que todavía no ha sido suficientemente analizado. La Universidad Nacional debe combatir con energía la reproducción de las desigualdades educativas de género provenientes de los anteriores niveles educativos y poner en práctica los lineamientos de la “política institucional de equidad de género y de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres”.
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Esperamos que en su administración podamos construir sobre lo construido al respecto en distintos espacios institucionales y llenar de sentido el lugar protagónico que puede ocupar la Universidad Nacional, como principal centro de Educación Superior del Estado colombiano en los cambios y transformaciones de las relaciones de género en la universidad colombiana, y la presencia de una mujer en su dirección.