marzo 16, 2018
Aída Merlano… y los que faltan
La compra y venta de votos ha sido una práctica histórica en la política colombiana. Lo que no es usual es ver que la justicia actúe y por eso en buena hora el caso de la representante Aída Merlano y ahora senadora electa puede convertirse en emblemático. Sin embargo, temo que nos quedemos en eso sin ir por los demás porque ella no es la única que llega al Congreso por la vía del billete.
En la casa de la senadora electa que fue allanada encontraron dinero en efectivo, armas y una panilla detallada en la cual se llevaba un seguimiento de cada votante. La política de la vida real, los votos contados de la maquinaria que valen dinero contante y sonante. $40.000 en este caso, según reportó el fiscal, más $5.000 como subsidio de transporte.
Aída Merlano puede ser el chivo expiatorio para quemar en la pira de la indignación del momento, pero esta historia es el ejemplo de lo que ha pasado tras bambalinas a lo largo de muchos años en varios de los partidos que se han repartido el poder. La práctica de comprar y vender votos por plata, por tejas o cemento es de siempre. Una realidad de la que se habla en voz alta o en voz baja y que se ha asimilado ya como la forma tradicional de hacer política. Videos ciudadanos mostraron lo que pasaba el domingo con los billetes que pasaban de mano en mano a la salida de los puestos electorales. Mucho más tendrá que hacer la Fiscalía para judicializar a los responsables de esos delitos electorales. Si bien se sabe que hay por lo menos 12 investigaciones más, no es fácil que caigan todos y es probable que a muchos que hicieron lo mismo que Aída Merlano los veamos como grandes protagonistas de la política sin pagar por sus culpas.
El fiscal general de la Nación Néstor Humberto Martínez tiene razón al decir que la responsabilidad penal es individual, pero la sociedad le debe cobrar a los partidos políticos que tienen miembros delincuentes. Ahora la duda es sobre la suerte de la curul de Aída Merlano. Ya comenzó el toma y dame de la minucia jurídica porque ella no se ha posesionado como senadora y algunos argumentan que por eso no podría aplicarse la figura de la silla vacía para quitarle al partido la curul. Ella es ahora representante a la Cámara, pero esa condición termina en un par de meses y si la argucia funciona el partido Conservador podría mantener la curul en el Senado obtenida de manera fraudulenta el domingo. Como siempre, muchos asuntos terminan enredados en el artículo, el parágrafo y el inciso.
Mientras los partidos no asuman sus responsabilidades jurídicas y políticas y encuentren la manera de lavarse las manos frente a sus miembros delincuentes, es imposible cambiar la política. Y si los ciudadanos siguen creyendo que los $40.000 pesos que les dan un día de elecciones compensan lo que estos personajes les roban, es difícil evitar más casos como el de la señora.
Sería injusto decir que toda la política se hace así porque algunos se han lanzado a las aguas turbias de las campañas con banderas limpias y dan esperanza. También este caso por lo menos nos permite creer que la justicia puede actuar si lo decide, aunque muchos creen que no importa lo que se haga pues siempre habrá quien venda su voto y quien lo compre. En mi ingenuidad creo que como sociedad tenemos la obligación de recuperar la democracia para los ciudadanos. Viene otra elección crucial y ya los negociantes de votos suman y restan. Los colombianos de a pie que tienen un poder inmenso en su voto pueden empezar a decir no a los corruptos. Cuando se decidan a participar de otra manera esos millones que critican todo el día a los políticos, de pronto habrá una luz de esperanza. Mientras tanto le ponemos velas a la Fiscalía y rogamos para que vaya más allá del caso de la “honorable” senadora electa. Son muchos más, señor fiscal.
FUENTE: EL ESPECTADOR