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febrero 7, 2018

Diana Ardila Kopp, la reina del Carnaval Gay que desbarata los estereotipos


Mujer, trans, de 34 años, tatuada y con un discurso político. La reina del Carnaval Gay 2018 inicia su mandato alejándose de los estereotipos de un concurso de belleza y reivindicando los derechos LGBT.

Los policías le abren paso a Diana Ardila Kopp para que encabece la Guacherna Gay del Carnaval de Barranquilla. El evento ya no es clandestino como hace 34 años, y los uniformados, quienes correteaban a los artistas por toda la carrera 44 para “encanarlos” por atentar contra las “buenas costumbres”, ahora cuidan de que no se atente contra su integridad. La reina, montada en tacones de 10 centímetros, se mueve al ritmo de los tambores y arranca el festival. (15 fotos de la Guacherna Gay del Carnaval de Barraquilla)

A lo largo de las iluminadas calles de Curramba, siguen a la soberana micos, venecianos, palenqueras, monocucos, negritas puloy y marimondas. Jairo Polo Altamar, fundador del Carnaval Gay, recuerda que en 1984, cuando se realizó la primera edición, alguien les apagó las luces para atemorizarlos con la oscuridad. “Después de tantos años, los barranquilleros comprendieron que nosotros somos iguales a ellos y que lo que hacemos es artístico”, asegura Polo, padre de dos hijos, abuelo de dos nietos y esposo de Fabián Gómez. (Lea aquí: ¿Y qué es la tal “Guacherna”?)

 

Fabián Gómez y Jairo Polo, fundadores del Carnaval Gay. 

El primer reto del grupo de amigos que construyó el Carnaval Gay fue convencer a los miembros de la comunidad LGBT para que salieran a las calles sin miedo y se mostraran como querían ser. Hasta ese momento, la fiesta se había realizado discretamente en una discoteca de la ciudad. Al comienzo fueron unos 20; resistieron las rechiflas, los insultos y la persecución de la Fuerza Pública que, amparada en un manual de convivencia del departamento, consideraba estas actitudes provocadoras e incitantes y un riesgo para la seguridad. Hoy la historia es otra: son casi dos mil participantes y las leyes están de su lado.

El 29 noviembre de 2017, la Guacherna Gay, así como otras seis actividades del Carnaval Gay, fue declarada por el Concejo como “Patrimonio Cultural e Inmaterial del Distrito”. La Corporación Caribe Afirmativo celebró la decisión como una aceptación de que las tradiciones populares ayudan a respetar los derechos de las personas LGBT y un compromiso para salvaguardar la memoria histórica de esta población. Ese reconocimiento, en palabras de Diana Ardila, era una deuda que la ciudad tenía con esa comunidad, sobre todo con las trans, que en su mayoría se tomaban las calles tratando de gritarle a la sociedad que existían y que no se iban a desplazar. (Lea aquí: “Bololó” y “Espantajopo”, un diccionario para sobrevivir al Carnaval de Barranquilla)

Diana es mujer trans, tiene 24 años, está tatuada, compite en la liga femenina de baloncesto, cree en la santería cubana y su discurso es político. Esto, según ella, la aleja de los estereotipos que encasillan a las reinas de belleza. “Yo acepté este reinado porque quiero reivindicar los derechos de la población LGBT. Mi vida no está enfocada en hacer feliz a los demás, ni reproducir comportamientos patriarcales. No. Soy felizmente desadaptada, porque busco mi felicidad”, afirma.

Unos 1.500 bailarines participaron de la Guacherna Gay el 3 de febrero. 

Siempre quiso estudiar psicología. Para lograrlo fue peluquera y luego funcionaria de la Secretaría de Planeación de Bogotá, la experiencia laboral que más la ha nutrido de conocimientos. A ella llegó durante la administración de Gustavo Petro y se enfocaba en el trabajo con los sectores de poblaciones. A sus compañeros les costó alrededor de seis meses entender que era igual a ellos, que estaba ahí por sus capacidades y no como cuota, que no era una extraña en el ascensor y que podía entrar libremente al baño de mujeres sin que las demás chismearan si orinaba de pie o sentada.

Lamenta que, como ella, las mujeres transgénero tengan tantas dificultades para acceder a la educación por culpa de la discriminación. En una encuesta realizada por Caribe Afirmativo a 187 personas trans de la región Caribe, sólo 11 lograron terminar el bachillerato. El departamento que acumuló la mayoría de casos fue Atlántico. En Córdoba, La Guajira y San Andrés, ninguna de las encuestadas terminó sus estudios de secundaria.

“Muchas de nosotras tenemos que ser trabajadoras sexuales. Es una manera de acelerar el proceso de tránsito, de pagar las cirugías. No podemos satanizar eso, porque cada quien es libre de elegir cómo gana su dinero, pero no nos pueden limitar, queremos oportunidades, formarnos académicamente, mejorar la calidad de vida, y el Gobierno debe brindarnos las herramientas, como se las da a cualquier colombiano”, agrega Ardila.

Tomasita, la niña a la que, según la leyenda, se la comió un caimán en Ciénaga (Magdalena), también desfiló en la guacherna.

Una de las comparsas que acompañan a la reina durante el recorrido es la de las Caimanas. Ellas, que viajaron 72 kilómetros desde Ciénaga (Magdalena), trastocaron la leyenda del caimán cienaguero y la cuentan como si éste fuera trans. Tomasita, la niña a la que supuestamente se come el caimán, baila junto al animal, vestido con falda y top.

Después de una hora de bailar sin pausa, las Caimanas y los más de 1.500 actores de la Guacherna Gay llegaron hasta Siete Bocas. Ahí, la noche del 3 de febrero, Diana Ardila fue coronada y prometió a su comunidad pelear por la igualdad.

* Este artículo fue posible gracias a la invitación de la Corporación Caribe Afirmativo.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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