Menú

Entérate

enero 26, 2018

Bogotá para todas


Si fuera el alcalde, cambiaría el lema de la ciudad por “Bogotá, mejor para todas”, con “a” y no con “o”. Pero antes de decirles por qué, permítanme explicarles las razones por las que no me gusta la opción “para todos y todas”.

Para quienes tenemos una mente un poco “cuadriculada”, el lenguaje y sus vericuetos siempre nos ha parecido algo confuso, incluso ilógico. Nos dan una regla y a continuación sus excepciones. Las normas cambian y lo que ayer era correcto, aquello que nos enseñaron con sangre en primaria, hoy ya no lo es. Pero con el tiempo he venido a entender las profundas raíces sociales del idioma y su carácter de fenómeno vivo y cultural: las normas pueden cambiar y cambian, de hecho.

Y por eso creo que no les faltan razones a quienes quieren que nuestro idioma cambie para ser “más inclusivo”. Hace varias décadas participé en un curso en que éramos unas 40 mujeres y yo; naturalmente los profesores constantemente se referían a nosotros como “todas ustedes” y expresiones similares, a las que yo inmediatamente, medio en broma medio en serio, respondía levantando la mano y corrigiendo al profesor: “Todos”. Digo medio en serio, porque era lo correcto, pero medio en broma porque no se me escapaba lo absurdo de la situación, que mi sola presencia obligara a cambiar el género gramatical sin importar mi insignificancia relativa.

Y también medio en serio porque además de “ser lo correcto”, había una cierta molestia porque no se me tuviera en cuenta, a pesar de estar ahí. Cuando uno no lo ha vivido, es difícil saber qué se siente, pero supongo que puede molestar ser mujer y que el lenguaje arrastre un componente excluyente. Si quieren un ejemplo contundente, me consta que en los vestieres de las salas de cirugía de un hospital había hace unos años estos dos letreros: en la puerta de la derecha “Médicos”; en la de la izquierda “Personal femenino”.

No me gusta mucho esa idea de que porque se cambien las palabras, también cambien las costumbres o los hechos: las “oportunidades de mejora”, no dejan de ser “defectos” por mucho que los maquillemos. Pero también es cierto que por alguna parte hay que comenzar y un lenguaje diferente puede ayudar a cambiar actitudes. No es que por decir “todos y todas” los hombres vayamos a dejar de abusar de las mujeres, pero este hecho no es un buen argumento para no cambiar el lenguaje, ni creo que ninguno de los que proponen el cambio crean que eso vaya a pasar; ridiculizar su reclamo no contribuye a aclarar el tema.

Algo hay que hacer; el lenguaje que heredamos realmente tiene su componente, llamémoslo, machista. Sin embargo, la solución del “todos y todas” no creo que sea la correcta. Primero, antes que incluyente, es excluyente: “todos” incluye a todos, mujeres, hombres, perros y gatos; en cambio al agregar el “todas” ya distinguimos dos grupos y quienes no encajan en esos grupos (y son muchos los que no quieren ser incluidos en ninguno de esos dos grupos) quedan excluidos. Segundo, el empeño de alterar el idioma así, no hace más que dividirnos, en el grupo de los que lo usan y los que no lo usamos; los primeros, naturalmente, se consideran mejores que los segundos y así, este lenguaje de “todos y todas” no solo no nos une e iguala, sino que nos divide y confronta. Tercero, el problema no se soluciona del todo, ya que ahora aparece la dificultad del orden, “todos y todas” o “todas y todos”, de no fácil solución; por ejemplo, aprendimos a decir “damas y caballeros”, (nos sonaría horrible “caballeros y damas”) y sin embargo en ese orden las damas van primero por cortesía, una cortesía de tinte machista. Todo un enredo, en especial si insistimos en verlo así.

Pero algo hay que hacer, reitero. Y me parece que lo más sensato es cambiar una regla gramatical, aquella que dice que “El masculino es en español el género no marcado, y el femenino, el marcado” siendo el género no marcado “suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo”.[1] Y el cambio que propongo, como ya se lo imaginan, es hacer del género femenino también un género no marcado (contrario a lo que pretenden algunos que es marcar también el masculino).

Por ejemplo, en este momento sino uno dice “Todos los profesores” se refiere a los hombres y las mujeres, pero si dice “Todas las profesoras” se refiere solo a las mujeres; y si quiere referirse solo a los profesores hombres, la expresión “Todos los profesores” no le sirve, debe decir algo como “Todos los profesores hombres”. La propuesta es que “Todas las profesoras” se refiera a las mujeres y los hombres, y que si se quiere señalar solo a las profesoras se tenga que decir algo como “Todas las profesoras mujeres”. Un cambio, es cierto, y que suena extraño, pero mejor que “Todos los profesores y todas las profesoras”.

Así “Bogotá, mejor para todas” sería válido porque abarcaría tanto a mujeres como a hombres, a todos y a todas. Creo que sería un cambio lento, pero posible, que remediaría una situación que no satisface del todo (la de una mujer que no cuenta, que parece estar lingüísticamente en un segundo lugar), pero que no nos metería en el callejón sin salida en que nos estamos adentrando: el de tener que repetir como locos y locas todas las palabras en masculino y en femenino.

A todas un feliz año.

*Ph.D., profesor de Inalde Business School

FUENTE: EL ESPECTADOR


Más Noticias