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enero 25, 2018

Virginia Woolf, la escritora premonitoria inagotable


Figura destacada del modernismo literario del siglo XX y pionera del feminismo, la vida de la autora británica, llena de depresiones, fue en realidad su escritura

Orgullosa siempre de haber sido autodidacta, la vida de Virginia Woolf se puede resumir en una de sus obras: Fin de viaje. Escrito 26 años antes de morir, tardó ocho en publicarlo pero puede definirse como el libro sobre la vida de su vida. En él, la reconocida autora británica, refleja sus preocupaciones, las propias y las del momento social que le tocó vivir a principios del siglo XX, sus pasiones, sus desvelos y hasta guarda similitudes con ella en el final prematuro de la protagonista de la obra, que también resultó premonitorio con una carta con palabras similares de despedida. Y todo ello, con un estilo literario en constante experimentación y buscando siempre la identidad propia de unos personajes con gran sensibilidad y nostalgia.

Virginia Woolf está considerada como una de las escritoras más importantes del siglo XX. Su técnica narrativa del monólogo interior y su estilo poético destacan como las contribuciones más importantes a la novela moderna. La publicación de sus cartas, ensayos y diarios una vez fallecida, y a pesar de los esfuerzos de su marido por evitarlo, han significado un legado muy valioso tanto para los futuros escritores como para lectores que buscan obras que se salgan de lo convencional.

Pero toda su atribulada existencia se entiende mejor conociendo la raíz de su vida, en el seno de un ambiente familiar tan culto y liberal como complejo en sus circunstancias, ya que Adeline Virginia Stephen, su verdadero nombre, nació en Londres el 25 de enero de 1882. Fue la tercera de cuatro hermanos. Su padre era sir Leslie Stephen, un destacado crítico literario, historiador y también alpinista famoso. Su madre, por su parte, Julia Duckworth, era miembro de una familia de importantes editores.

Sus hermanos la llamaban cariñosamente “the goat” (la cabra) y todos tuvieron una educación en casa impartida por tutores. Crecieron en un ambiente frecuentado por artistas, literatos y políticos, y con una biblioteca que era considerada el gran tesoro del hogar.

Sin embargo, la complejidad de la vida de Virginia vino dada porque además de sus hermanos tenía tres hermanastros, hijos del primer matrimonio de su madre. Todo indica, y así lo reflejó de manera velada y autobiográfica en una de sus obras, que tuvo que soportar abusos sexuales de dos de ellos y que jamás pudo superar la desconfianza hacia los hombres, decantándose por una inclinación romántica por las mujeres.

Como muestra de la creatividad de la pequeña Virginia, a los nueve años creó una especie de periódico familiar que se tituló The Hyde Park Gate News, haciendo mención a la dirección de la casa familiar, el número 22 de Hyde Park Gate, en el barrio de Kensington, y que distribuía entre la familia.

Virginia Woolf, la escritora premonitoria inagotable

Según las memorias de la escritora, sus recuerdos más intensos de la infancia no fueron de la vivienda de Londres, sino de Cornualles, donde la familia pasó sus vacaciones de verano hasta que tuvo 12 años. En aquella casa de verano, con vistas a la playa de Porthminster y al faro de Godrevy, Virginia Woolf coleccionó sus primeros recuerdos literarios con paisajes y personajes, especialmente el faro de Godrevy, que ambientaron la ficción que escribió años después, sobre todo en su obra Al faro.

Cuando Virginia tenía 13 años, en 1895, su madre murió de forma repentina por fiebre reumática. Desde ese momento, aún adolescente, y pese a su curiosidad por aprender alemán, griego y latín, comenzó a sufrir estados anímicos depresivos que se convirtieron en crónicos y que con frecuencia le hacían cambiar de ánimo, lo que hoy está diagnosticado como trastorno bipolar de la personalidad. Sin remedio, su vida estuvo ya siempre marcada por ese vaivén emocional que influyó de manera decisiva en su obra y que la obligó a pasar algunas temporadas en lo que en aquellos años se conocía como casas de reposo, y que no eran más que psiquiátricos. Esta enfermedad se agravó con la muerte de su hermanastra Stella dos años después y por el fallecimiento posterior, en 1905, de su padre a causa de un cáncer.

Los cambios de humor y las enfermedades asociadas que sufrió influyeron en su vida social pero no así en su productividad literaria, que mantuvo con pocas interrupciones hasta su muerte.

Virginia Woolf en los años treinta. THE GRANGER COLLECTION (AGE FOTOSTOCK)
Virginia Woolf en los años treinta. THE GRANGER COLLECTION (AGE FOTOSTOCK)

Junto a varios hermanos, tras las muerte de sus familiares más queridos Virgnia se trasladó entonces al barrio londinense de Bloomsbury, en la zona oeste de Londres, y la vivienda se convirtió en un centro de reunión de antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los que figuraban intelectuales de la talla de escritores como Forster o Strachey, el economista Keynes, el pintor Grant y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein. Todos ellos formaron el conocido como grupo de Bloomsbury. Esta heterogénea élite intelectual tuvo entre sus objetivos la búsqueda del conocimiento y del placer estético entendidos ambos como la tarea más elevada a que debe tender el individuo, así como un anticonformismo político y moral con lo que les rodeaba.

Virginia Woolf empezó a escribir artículos y críticas regularmente en el periódico The Guardian y para el suplemento literario de The Times, algo que continuó haciendo el resto de su vida. También fue invitada a dar clases en el Morley College, una escuela para mujeres y hombres de la clase trabajadora, donde esporádicamente enseñó literatura e historia inglesa.

A pesar de sus dudas sobre el matrimonio, en 1912 se casó con el economista e historiador Leonard Woolf, a quien conoció en las charlas intelectuales en Bloomsbury, y del que tomó su apellido. Cinco años más tarde ambos fundaron la célebre editorial Hogarth Press, que editaría, entre otras, la obra de la propia Virginia y la de otros relevantes escritores, como Katherine Mansfield o T.S. Elliot.

Su primer trabajo en el campo de la literatura fue con una obra de teatro titulada Melymbrosia, en 1908. Este trabajo fue la base para su primera novela, publicada en 1915 (cuando ya tenía 37 años) bajo el título Fin de Viaje.

Cuatro años más tarde publicó Noche y día, una novela romántica de estilo realista y que se desarrolla a través de cuatro personajes que componen un cuarteto amoroso muy particular, con relaciones cruzadas. En ella Virginia Woolf aborda los cambios sociales experimentados en esos años en Inglaterra, especialmente los que tienen que ver con la situación de la mujer y con los conflictos entre la modernidad y la tradición. Como en todas sus obras, deja caer un velado autobiográfico en el que se cuestiona si es necesario que haya amor dentro de un matrimonio y si todavía puede hablarse de amor en una época en la que ya se ha dejado atrás el romanticismo.

Desde sus inicios en la literatura, Virginia Woolf siempre quiso ampliar sus perspectivas de estilo más allá de la narración al uso, con hilos conductores guiados por el proceso mental del ser humano: pensamientos, consciencia, visiones, deseos y hasta olores. Perspectivas narrativas, en definitiva, inusuales, que incluían estados de sueño y prosa de asociación libre.

En 1922 publica El cuarto de Jacob, la primera gran novela de su editorial Hogarth Press, y en la que empezó a experimentar el estilo literario que perpetuó, con un argumento sin demasiado sentido, lleno de metáforas y simbolismos y en el que los personajes adquieren protagonismo a través de sus monólogos interiores.

Virginia Woolf, la escritora premonitoria inagotable

En 1925 Virginia Woolf logra un gran éxito con La señora Dalloway, posiblemente su obra más conocida. El tiempo en la obra abarca solo doce horas en las que explora la personalidad de la protagonista, Clarissa Dalloway. En ese año también conoció a la escritora Vita Sackville-West, con quien mantuvo una relación amorosa a pesar de que también estaba casada. Aunque la relación terminó sin que se disolvieran sus matrimonios, la amistad continuó durante el resto de sus vidas.

Woolf encontró una musa literaria en su relación con Sackville-West, hasta el punto de que fue su inspiración para la novela Orlando (1928), que supuso un nuevo avance en su estilo y por la que recibió elogios de la crítica por su innovador trabajo, logrando ampliar aún más su popularidad.

En Al faro (1927), Virginia aborda una discusión familiar sobre si realizar o no una excursión a un faro, lo que le sirve a la escritora para liberar todos sus fantasmas familiares y luchas de poder entre el hombre y la mujer al frente de la familia.

Woolf mantuvo su frenesí escribiendo al publicar Una habitación propia en 1929, un ensayo feminista basado en las conferencias que había impartido en universidades de mujeres, y en el que examina el papel femenino en la literatura, planteando la idea de que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia si quiere dedicarse a escribir ficción”. Más tarde publicó su siguiente trabajo: Las olas, (1931), considerada por muchos críticos la mejor y de las más difíciles creativamente hablando. Su última novela publicada en vida fue Los años, (1937), sobre la historia de una familia a lo largo de una generación. El año siguiente publicó Tres Guineas, un ensayo en el que continuó con los temas feministas de Una habitación propia y donde también dirigió su mirada al fascismo y la guerra.

Woolf hablaba regularmente en colegios y universidades, escribía cartas dramáticas, ensayos y hasta publicó una larga lista de cuentos. A mediados de los años 30 era considerada una intelectual, además de una escritora innovadora e influyente y una feminista pionera. Sin embargo, a pesar de su éxito literario, ella continuó sufriendo regularmente episodios depresivos y cambios de humor dramáticos.

Entreactos (publicado de manera póstuma en 1941) fue la última novela que terminó, pero que no pudo corregir antes de su muerte, y también es su narración más amarga, al poner de manifiesto la inestabilidad y lo difícil que resulta asimilar lo vivido, para concluir sobre la inutilidad de la existencia.

El esposo de Virginia, Leonard, siempre estaba a su lado porque era muy consciente de que cualquier mínima señal podía apuntar al descenso de la escritora a una nueva depresión. Así ocurrió mientras ella trabajaba en Entreactos, que su marido percibió que se hundía en una desesperación cada vez más profunda. En ese momento, la Segunda Guerra Mundial se estaba desatando y la pareja decidió que si Inglaterra era invadida por Alemania se suicidarían juntos, temiendo que Leonard, que era judío, corría verdadero peligro. Por si fuera poco, en 1940 la casa londinense de la pareja fue destruida en un bombardeo alemán, lo que abatió más aún a Virginia.

Estos últimos sucesos dejaron sin camino de retorno el descalabro emocional que sufría Woolf, quien, a sus 59 años e incapaz de hacer frente a su desesperación, el 28 de marzo de 1941 se puso el abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se adentró en el río Ouse para acabar con su vida hasta que la corriente se la llevó. Antes de su trágica decisión dejó dos cartas, una para su hermana Vanessa Bell y otra para su marido Leonard Woolf, las dos personas más importantes de su vida, cumpliendo la premonición de su libro Fin de viaje al emplear unas cariñosas palabras a su marido, tal y como hizo la protagonista de su novela antes de morir.

Su cuerpo fue encontrado tres semanas después y su maridó incineró sus restos y esparció sus cenizas en el jardín de la casa en la que vivían.

Con ocho novelas escritas y más de una treintena de libros de otros géneros, Virginia Woolf continúa siendo una de las escritoras más influyentes de la literatura, la autora que más revolucionó la narrativa en el siglo XX y quien más defendió los derechos de las mujeres a través de sus textos.

FUENTE: EL PAIS


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