noviembre 30, 2017
Violencia e impunidad: el desamparo de las mujeres en los Balcanes
La violencia contra las mujeres en Albania y los países de la antigua Yugoslavia parece una epidemia. En ciudades como Kosovo, el 70% de las mujeres ha sufrido violencia conyugal.
«Es su palabra contra la nuestra. No hay nada que hacer». Refugiada en una comisaría de Belgrado, Aleksandra pedía ayuda pero se topó con la pasividad de las autoridades frente a la violencia de género.
Tras dos años de maltratos, Aleksandra, de 33 años, se negó a guardar silencio como le aconsejaba un policía que afirmaba no poder hacer nada por falta de «pruebas de violencia o de abuso».
Presentó una denuncia y, a la espera de un juicio, ella y su bebé dejaron el domicilio conyugal y se refugiaron en una «casa segura» gestionada por la oenegé «Sigurna kuca» en Belgrado.
En Serbia, país con siete millones de habitantes, 33 mujeres fueron asesinadas el año pasado por un hombre de su entorno. En Bosnia, más de la mitad de las mujeres y adolescentes de más de 15 años han sido víctimas de alguna forma de violencia, según el ministerio de Derechos Humanos.
– Sin protección –
Cerca de 70% de las mujeres en Kosovo –1,8 millones de habitantes– han sufrido violencia conyugal, según la Red de Mujeres de ese país en que la violencia familiar, asegura esta ONG, es considerada «como una forma de educación y de disciplina para los niños».
En Albania, entre enero y septiembre la policía contabilizó 3.000 casos de violencia de género en un país de 2,8 millones de habitantes. En 1.643 casos se ordenaron medidas de protección.
«Las mentalidades siguen ampliamente bajo la influencia del modelo patriarcal, con un hombre en posición de dominio sobre una mujer sumisa», dice Ana Ruci de la asociación «Refleksione» en Tirana.
En la ex Yugoslavia, la situación se ve agravada por los traumatismos de las guerras de los años 1990, señalan las oenegés.
«La policía reacciona demasiado lentamente y no es eficaz. Pero la justicia es todavía peor. Los jueces no son sensibles a la violencia conyugal», afirma en Belgrado Vesna Stanojevic, a cargo de una «casa segura».
Esta pasividad motivó la adopción de una ley que prevé sanciones para la inacción de los funcionarios.
Sin embargo, «no hay personal suficiente para ponerla en aplicación», denuncia Tanja Ignjatovic de la ONG serbia Centro de Mujeres Autónomas. La lentitud de los procedimientos y una protección insuficiente incitan al silencio, afirma.
En julio, dos mujeres fueron asesinadas en Belgrado frente a las instituciones donde supuestamente eran protegidas.
A la primera, su marido la golpeó hasta la muerte con una piedra en presencia de sus tres hijos. El asesino acababa de cumplir dos años de cárcel por violencia contra el mayor de ellos.
Unos días después, otro hombre apuñaló a su esposa y estranguló a su hijo de cuatro años en pleno día.
– La juez asesinada –
Desde que su exmarido la golpeó en la calle con una barra de hierro en julio, Merita Doci, de 49 años, sale aterrorizada de su domicilio en Fushe-Kruje, en el oeste de Albania. El agresor se encuentra prófugo pero ella no tiene ninguna medida de protección.
(Lea también: Ocho testimonios de violencia contra mujeres en el marco del conflicto armado)
Por la noche, cuenta esta madre que sobrevive trabajando en una cárcel cercana, hacen guardia por turnos con su hijo mayor. Y dejan un hacha junto a la puerta.
«La policía, los tribunales, el fiscal, nadie hace nada. ¿Cuándo van a intervenir? ¿Cuando esté muerta?», se pregunta.
¿Cómo puede sentirse en seguridad en un país donde fue asesinada la juez Fildes Hafizi?
Esta magistrada había alertado en numerosas ocasiones a la policía y a sus colegas sobre la violencia de su exmarido. Pero en agosto, excarcelado al término de una pena de tres años de prisión por agresiones precedentes, la asesinó con un arma de fuego en pleno día en una calle de Tirana.
«La muerte de una juez, que conocía todos los entresijos del derecho pero no pudo utilizarlos para proteger su propia vida, es una fuente de desaliento para las mujeres», resume la abogada Vjollca Mece, exmiembro de la Corte Constitucional.
FUENTE: EL ESPECTADOR