noviembre 2, 2017
Las mujeres, la paz y la seguridad, un pilar fundamental de los asuntos mundiales
Discurso de la Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, en el Debate Abierto del Consejo de Seguridad sobre las Mujeres, la Paz y la Seguridad
Fecha: martes, 31 de octubre de 2017
Phumzile Mlambo-Ngcuka
Como todos los años, el Informe del Secretario General sobre las Mujeres, la Paz y la Seguridad celebra los avances y buenas prácticas y establece su misión, visión y recomendaciones. También pone de relieve una serie de tendencias y reveses alarmantes.
Me alegra estar hoy en esta cámara con una activista colombiana que representa al amplio número de mujeres colombianas que dieron una oportunidad real a la paz en su país, elemento esencial de algunos de los avances que hemos logrado. Las Naciones Unidas han alabado sus logros y están siguiendo su ejemplo, ayudando a aplicar un acuerdo de paz con más de un centenar de disposiciones sobre la igualdad de género. A modo de ejemplo, la misión de las Naciones Unidas en Colombia colabora regularmente con organizaciones de mujeres, y tiene un porcentaje récord de mujeres entre sus observadores militares del 11%, mucho mayor que lo que hemos visto hasta ahora, en tanto que entre su personal civil las mujeres representan el 48 %.
Lamentablemente, Colombia es una excepción en la práctica mundial, pero una excepción que puede servirnos como guía.
Si bien la ausencia de mujeres de las mesas de negociaciones de la paz ya no es percibida fácilmente como algo normal, no deja de ser algo común. Cada año hacemos un seguimiento de la participación general de las mujeres en los procesos de paz dirigidos por las Naciones Unidas; hacemos un seguimiento de la inclusión de conocimientos especializados en materia de género y de disposiciones sensibles a las cuestiones de género en los acuerdos de paz, y del requisito de consultar con las organizaciones de mujeres de la sociedad civil. En todos estos indicadores, el resultado fue ligeramente inferior al del año anterior.
En la Conferencia de Paz de la Unión que tuvo lugar en Myanmar en 2016 —antes de la crisis actual— había siete mujeres y 68 hombres entre los delegados. En las recientes conversaciones de paz sobre la República Centroafricana, organizadas por la Comunidad de Sant’Egidio, no participó una sola mujer. En los seis años de guerra civil en Siria, y a pesar de los ingentes esfuerzos realizados por las Naciones Unidas y el Enviado Especial, la participación de las mujeres en las conversaciones de paz sigue siendo insuficiente, y a menudo se limita a una función consultiva.
Esta marginación política se extiende más allá de las conversaciones de paz.
Sólo 17 países han elegido a una mujer como jefa de Estado o de Gobierno. Esto incluye un solo país que sale de una situación de conflicto, Liberia, en el que acaba de finalizar la presidencia de Ellen Johnson Sirleaf después de dos mandatos que tuvieron como base la celebración de elecciones democráticas y la transferencia pacífica del poder. Eso es algo que hay que celebrar.
La proporción de parlamentarias en países afectados por conflictos y que salen de situaciones de conflicto se ha estancado en un 16 % en los últimos dos años.
El uso de cuotas y medidas especiales de carácter temporal sería de gran ayuda. En Somalia, por ejemplo, la representación dio un salto a cerca del 25 %, comparado con el 14 % de las elecciones anteriores. En las elecciones locales en Mali a finales del año pasado, las mujeres representaron el 30 % de los cargos electos en Bamako, Gao y Tombuctú, cuatro veces por encima del resultado anterior.
Las atrocidades cometidas contra las mujeres y las niñas en los conflictos armados están siendo documentadas más exhaustivamente que nunca.. Los tribunales nacionales e internacionales de crímenes de guerra, las comisiones de investigación, los amplios reconocimientos de violaciones de los derechos humanos y los esfuerzos de documentación dirigidos por la sociedad civil, las y los peritos investigadores y periodistas prestan mucha más atención a la violencia sexual y de género que nunca.
La comunidad internacional tiene pruebas más que suficientes de estos crímenes perpetrados en Siria, Sudán del Sur o la República Centroafricana. En algunos de estos hemos acumulado la más extensa documentación de la violencia sexual y de género en la historia. Lo que no tenemos son consecuencias para los perpetradores y en favor de la justicia, la dignidad y en apoyo a los sobrevivientes. No podemos permitir que continúe la impunidad.
La comunidad internacional presta asistencia a cientos de miles de sobrevivientes que participan en programas que no existían hace una o dos décadas, pero hay otros muchos que quedan fuera de este alcance debido a la falta de recursos, acceso y seguridad.
Muchas organizaciones, incluida ONU Mujeres, participan en este esfuerzo colectivo. Agradezco la labor fundamental que lleva a cabo el UNFPA en favor de la salud reproductiva de las mujeres y sobrevivientes de la violencia por razón de género en algunas de estas complejas situaciones de emergencia.
Las consecuencias que tienen las guerras sobre las mujeres y las niñas superan la violencia sexual. En los conflictos y desastres naturales, la desigualdad de género complica los de por sí muchos obstáculos al acceso a alimentos, agua, saneamiento, higiene, sanidad, educación, empleo, vivienda e identidad jurídica.
En Yemen, se calcula que el matrimonio infantil aumentó del 32 % al 52 %, y una minoría significativa de niñas se casó antes de cumplir 15 años. El porcentaje de hogares encabezados por mujeres se triplicó durante la actual crisis, y estos hogares tienen ingresos significativamente menores y mayor inseguridad alimentaria. El porcentaje de mujeres analfabetas en Yemen se proyecta que alcance los dos tercios, lo cual borra con suma rapidez logros tan arduamente alcanzados en los ámbitos de la educación y alfabetización que costaron decenios de esfuerzos y dedicación.
En Nigeria, la tasa de mortalidad materna es casi diez veces superior en la región noreste, que está afectada por el conflicto, que en la región suroeste. A menudo esto sucede como consecuencia de la destrucción o el cierre de centros médicos como consecuencia de la inseguridad.
Una serie de ONG internacionales que ofrecen servicios especializados sobre salud reproductiva y manejo clínico de violaciones ha abandonado recientemente la República Centroafricana porque no podían proteger a sus trabajadores de ayuda humanitaria.
Un hospital de maternidad en Hama, Siria, fue atacado al menos diez veces y, finalmente, fue sacado de servicio en abril de este año.
Hace sólo unos meses celebramos la liberación de 82 de las escolares Chibok, que después de más de tres años en cautiverio han pasado de niñas a jóvenes. Se les está brindando apoyo en forma de amplia terapia psicológica, atención médica, apoyo educativo, cuidado de niños y ayudas para su mantenimiento y para las visitas familiares. Hace dos semanas, este Consejo tuvo la oportunidad de escuchar las palabras de una de las sobrevivientes, y todas las personas presentes en el salón se mostraron visiblemente emocionadas por su testimonio. Tenemos que hacer algo para encontrar a las niñas que siguen desaparecidas. En un momento en que los secuestros en masa, el tráfico, el reclutamiento forzoso y la radicalización son tácticas comunes de grupos extremistas violentos, tenemos mucho que aprender sobre la rehabilitación y la reintegración de las retornadas y de sus hijos.
Este Consejo ha debatido la reforma de las operaciones de mantenimiento de la paz en varias ocasiones en el curso del último medio año. Las operaciones de mantenimiento de la paz son una de nuestras herramientas más importantes, y son el rostro de esta organización en muchos rincones del planeta. Hemos venido pidiendo la incorporación de más mujeres en las operaciones de mantenimiento de la paz desde hace 17 años, y los números siguen siendo todavía muy bajos. Hemos tratado de acabar con la explotación y el abuso sexuales por parte del personal que participa en las operaciones de mantenimiento de la paz durante un período similar, pero no hemos estado a la altura del desafío. Afortunadamente, el Secretario General está tomando muy en serio esta cuestión, como bien indican los acontecimientos actuales. Si no podemos enfrentar este desafío, nuestra eficacia y nuestra reputación irán sufriendo un serio menoscabo.
Acojo con beneplácito todas las medidas puestas en marcha para cambiar esta situación, las cuales se indican en el informe. Animo a las Naciones Unidas y a los Estados Miembros a que consideren la posibilidad de utilizar todos los instrumentos a su disposición, desde condiciones hasta incentivos económicos, para lograr estos objetivos.
Es alentador ver que se han reducido las denuncias de explotación y abuso sexuales en la República Centroafricana, que se han introducido mejoras recientes en el apoyo y la asistencia a las víctimas, y que se ha ido instaurando una cultura de rendición de cuentas.
Sin embargo, es motivo de desaliento ver que los puestos de asesoramiento en cuestiones de género se pierdan o reduzcan debido a recortes en el presupuesto de las operaciones de mantenimiento de la paz. Los recortes no deberían afectar primero a los asuntos de género cuando se trata de gestionar un presupuesto. En este momento necesitamos más conocimientos y capacidad de trabajo en cuestiones de género en nuestras misiones y en los equipos en el país, no menos.
Para poner un ejemplo, las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad están de acuerdo en la importancia del análisis de género y conflictos. Tenemos el compromiso de colaborar con el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz y otros asociados de las Naciones Unidas a fin de garantizar que este análisis se vea reflejado en la planificación, los mandatos, los presupuestos y la retirada de la misión. Es igualmente fundamental para nuestro trabajo de prevención, ya que la igualdad de género es uno de los indicadores más confiables de la paz.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz superó de nuevo el objetivo mínimo del 15 % en 2016 y asignó el 19,2 % de los fondos para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres como uno de los objetivos principales. Esto es algo que debemos celebrar. Hago un llamamiento a todos los donantes para que premien la trayectoria del Fondo para la Consolidación de la Paz en lo relativo a la financiación y el respaldo a la innovación en la consolidación de la paz desde una perspectiva de género, y para que sigan apoyando este instrumento vital del trabajo de las Naciones Unidas. Este instrumento funciona de manera adecuada.
Los donantes deberían adoptar la norma del 15 % en los acuerdos de cooperación bilateral y multilateral, lo mismo que los fondos fiduciarios de asociados múltiples en entornos frágiles y afectados por conflictos, tal como se propuso en Liberia tras la retirada de la misión.
Con más recursos, el Fondo de las Mujeres para la Paz y la Ayuda Humanitaria, el único fondo de las Naciones Unidas dedicado exclusivamente a las mujeres, la paz y la seguridad, podría apoyar a organizaciones de mujeres en muchos más lugares, desde la República Democrática del Congo hasta Iraq, y desde Somalia hasta Palestina. Las mujeres de esos países no deben quedar abandonadas si tenemos instrumentos para apoyarlas.
Las defensoras de los derechos humanos son blanco de ataques, y aún no hacemos lo suficiente para protegerlas. Necesitan el apoyo de este Consejo y de todos nosotros. Lo menos que podemos hacer es proteger su espacio para expresarse y elevar la voz.
Encomio la iniciativa de este Consejo de invitar regularmente a mujeres de organizaciones de la sociedad civil para que les informen cuando hablamos de un país específico, y hago un llamamiento a todos los miembros a apoyar esta nueva práctica, un compromiso que estableció el Consejo en la resolución 2242.
Del mismo modo celebro otras innovaciones en la labor del Consejo, como son la aprobación de la primera resolución dedicada exclusivamente a los casos de explotación y abuso sexuales, la trata de seres humanos y la violencia sexual y su intersección con el extremismo violento, así como la labor del Grupo Oficioso de Expertos sobre las Mujeres, la Paz y la Seguridad.
No obstante, este Consejo puede y debe hacer más para depositar todo su peso político en aras de la aplicación de este programa.
Para concluir, podemos consolidar los progresos que hemos alcanzado.
El informe anual presenta muchos ejemplos de la voluntad de la comunidad internacional para crear alianzas y formar coaliciones en favor de la protección y el empoderamiento de las mujeres. Se han elaborado listas regionales de mediadoras. La Red de Dirigentes Africanas es un ejemplo de la cooperación cada vez mayor entre las Naciones Unidas y la Unión Africana en torno a esta cuestión, que también ha recibido el apoyo de Alemania. Sesenta y ocho países y territorios han adoptado planes de acción nacionales, y 63 países forman ahora parte de la nueva red de puntos focales nacionales sobre mujeres, paz y seguridad.
Sabemos que si contamos con más recursos podemos hacer más, como hemos visto en el caso de la Oficina de Apoyo a la Consolidación de la Paz (OACP). Hemos ampliado nuestra labor de prevención del extremismo violento a más de 25 proyectos en varios países y regiones. Más de 60 países, organizaciones internacionales y regionales y organizaciones no gubernamentales se han unido en el Llamado a la Acción en la Protección contra la Violencia de Género en Situaciones de Emergencia.
Ciento veintidós países votaron en favor de aprobar un tratado histórico sobre la prohibición de armas nucleares, y grupos dirigidos por mujeres recibieron el Premio Nobel de la Paz por sus incansables acciones de campaña y organización. Este es otro gran motivo de celebración.
Hay algunas señales alentadoras para la justicia de género en los tribunales internacionales. Hace sólo unos días, el tribunal de la CEDEAO estableció un importante precedente: su primer fallo sobre la violación del Protocolo de Maputo, que tiene una disposición importante que aborda la igualdad de género en África.
La agenda en torno a las mujeres, la paz y la seguridad continúa ampliando su huella en la elaboración de políticas a nivel mundial. Es hoy un pilar fundamental en los asuntos mundiales. No obstante, sus partidarios y defensores están animados por la convicción de que este es apenas el principio; yo comparto esa convicción.
El coro de voces que se muestra consternado por la persistente marginación política de las mujeres en la toma de decisiones se expresa con fuerza creciente. El número de personas decididas a encontrar nuevas soluciones para el sufrimiento humano causado por el conflicto es cada vez mayor.
Esta agenda nos une porque la gente de todo el mundo, cada día, mira hacia las Naciones Unidas en reclamo de paz, igualdad e inclusión.
Señor Presidente, le agradezco esta oportunidad.
FUENTE: http://colombia.unwomen.org/