octubre 23, 2017
“En el acoso la igualdad se tergiversa por intenciones sexuales”: experta
La abogada Isabel Cristina Jaramillo, exdirectora del doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes y pionera en temas de género en Colombia, explica qué es y qué no es el acoso sexual.
SEMANA: ¿Qué es acoso o qué constituye un acoso?
Isabel Cristina Jaramillo: Tanto la legislación laboral como la penal afirman que para que se configure un acoso tiene que haber un hostigamiento sexual que produce angustia y preocupación en la persona que es víctima. Sin embargo, la palabra acoso también se utiliza para referirse a todo avance sexual no deseado y que sea considerado digno de reproche y sanción.
SEMANA: ¿Por qué se confunde el término de acoso con violación o abuso?
Isabel Cristina Jaramillo: La diferencia es que en el acoso en realidad no es tan relevante el consentimiento de la persona como sí lo es la motivación del que está haciendo el avance inadecuado. El acceso carnal violento, en el caso colombiano, se configura cuando hay penetración. En Estados Unidos es distinto porque ellos hablan de abuso sexual cuando no hay consentimiento y no hay penetración, y asalto cuando no hay consentimiento, hay penetración, pero además hay violencia.
SEMANA: ¿Debe haber contacto físico para que se pueda considerar acoso?
Isabel Cristina Jaramillo: Eso es totalmente equivocado. En el debate más amplio hablamos de acoso sexual como todas esas conductas en las que la igualdad se ve tergiversada por unas intenciones sexuales.
SEMANA: Ha habido toda una discusión en torno a la cultura del piropo. ¿Todo piropo es un acoso?
Isabel Cristina Jaramillo: Yo creo que depende del contexto. En la calle es una forma de recordarles a las mujeres que están caminando solas que si usted sale, yo puedo decirle lo que yo quiera porque los hombres que la deberían proteger no están. En la cultura machista, los hombres en espacios públicos se sienten autorizados a disciplinar y sexualizar a las mujeres. Que el jefe le diga a uno un piropo está mal porque uno no debería tener ese tipo de relación con él. Es otra forma de violencia donde le dicen a uno: tú no estás aquí porque tienes algo para aportar, tú estas aquí porque me gustas. Por otro lado, está el piropo coqueto de confianza en una relación de iguales donde hay seducción y no hay agresión. Entonces ¿todos los piropos están mal? No.
SEMANA: ¿Por qué las redes sociales se han vuelto un vehículo tan efectivo para campañas como #metoo #yotambién?
Isabel Cristina Jaramillo: La red social permite generar unos espacios en los que puede haber solidaridad sin que tenga que haber el gran compromiso con la consecuencia de esa solidaridad. Un mecanismo que las feministas siempre han utilizado es que para cambiar la situación hay que hablar de ella y cuando alguien se atreve otras se unen.
SEMANA: ¿Por qué pareciera que los hombres apenas se están enterando del tema?
Isabel Cristina Jaramillo: La educación sexual no es continua, ni intencionada, la dan fuentes poco confiables y los hombres terminan con unas ideas muy raras sobre la sexualidad. El último estudio de demografía y salud decía que los hombres de estrato seis en Colombia son los que más creen que si una mujer les es infiel ellos pueden golpearla. Debería hablarse de dónde están aprendiendo los hombres sobre sexualidad. ¿Quiénes están criando a estos muchachos? ¿Quién les está hablando de sexualidad?
SEMANA: ¿La ley colombiana protege a las mujeres del acoso?
Isabel Cristina Jaramillo: Cuando hablamos de cómo les responde el derecho a las mujeres, tenemos que mirar tanto el legislativo, como el judicial, como el burocrático. Si estas ideas sobre la igualdad de las mujeres y sus derechos a la integridad sexual no son parte de lo que todos aprendemos como abogados, librar estas batallas es muy difícil. La Fiscalía diseñó un protocolo para violencia sexual muy cuidadoso. Sé que la Rama Judicial también ha trabajado con los jueces. Pero si no entendemos que violencia son todas estas maneras en que a las mujeres nos roban nuestra igualdad, pues esa respuesta es mínima frente a lo que se necesitaría para un cambio cultural más grande.
FUENTE: SEMANA