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octubre 13, 2017

Violencia y mentira institucionalizadas


Violencia y mentira institucionalizadas

¿Qué pasa? Nos estamos formando en cómo mentir, tierra fértil para esta pandemia del ocultamiento, la mentira, la ladronitis y carencia de toda ética que tenemos en la institucionalidad y también en la sociedad.

“La policía no mata” dijo el presidente Juan Manuel Santos, mientras las pruebas se acumulaban en Tumaco luego de la masacre de seis campesinos y una población horrorizada no solo por los tiros indiscriminados sino por las promesas inclumplidas tras la firma de los Acuerdos con las Farc.

En 1932, Albert Einstein preguntó al padre del psicoanálisis si había algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra, a lo que Sigmund Freud respondió con “El porqué de la guerra”.

Adentrarnos en las profundidades del ser humano o en sus catacumbas nos da responsabilidades individuales por las que cada quien debiera responder y ¿quién asume las colectivas? ¿Quién da la orden? Y antes que ello quién o quiénes trazan las estrategias?

¿Hasta dónde nos llevarán esos amos de la violencia porque “el discurso de la guerra es el discurso del amo”, recordó hace muchos años en una conferencia en Madrid, España Juan Ignacio Cortijo, en las Jornadas de trabajo sobre “Clínica de la violencia”.

Los gobernantes y quienes manejan el poder cargan consigo la frase de Maquiavelo “el arte de la guerra es el único estudio al que deben dedicarse los príncipes, por ser propiamente la ciencia de los que gobiernan” y en este afán que se instaló en Colombia desde la década de 1990, muchos actores del conflicto armado han buscado una guerra que acabe con su enemigo pero ahora parece que no es “presentable” la política de tierra arrasada.

Con el convencimiento del avance que representa la dejación de armas por las Farc, trabajamos millones de colombianos, millones de mujeres bajo las amenazas y pérdida de vidas que en un año subió el 80%.

Pero como ya todo acto de violencia no se le puede atribuir a las Farc, queda siempre la posibilidad de la disidencia. ¿Tendrá la Policía disidencia? O quizá ¿son inmunes a tales veleidades del corazón?

Todas las personas que en Colombia han tenido poder tendrán algo que contar por la dinámica de la guerra, por su abuso de poder, por su rabia contra el mundo, por su afán de más poder…por…siempre por…pero que digan la verdad. Acaso Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe, Óscar Naranjo y muchos y muchas más, están por encima de esta guerra? Tenemos la disposición de contar con los días y sus largas noches para escuchar. La Comisión de la Verdad tiene una enorme y profunda responsabilidad para que no queden en palabras huecas “la no repetición”.

La institucionalidad y en este caso la Policía, no es muy dada a reconocer acciones que afectan su imagen como la ocurrida en Tumaco ni las que acontecen al interior de sus filas. El asesinato en septiembre de 2013 de Lucenis Navija Fabres, ocurrió en sus propias instalaciones, en el Centro de Conciliación Familiar, a manos del subintendente Rafael Soto Quemba expareja de ella y padre del bebé.

Al programa Ni reinas Ni cenicientas de Canal Capital le fue imposible lograr una entrevista en 2014 con el entonces director de la Policía, Humberto Guatibonza y hacer seguimiento al hecho. https://www.youtube.com/watch?v=1R1-G7Ndfbo

Los y las integrantes de las instituciones integran desde su nacimiento una familia y pasan por un colegio. ¿Qué pasa? Nos estamos formando en cómo mentir, tierra fértil para esta pandemia del ocultamiento, la mentira, la ladronitis y carencia de toda ética que tenemos en la institucionalidad y también en la sociedad. ¿Qué atención, lineamientos y seguimientos promovemos en la educación pública o privada?

¿Seguiremos con la destrucción física del otro o de la otra como una extensión del concepto de guerra? ¿Qué está haciendo la Policía y el Ejército para entender y asumir que no tenemos un enemigo interno? El ejemplo histórico entre España o de España y Cataluña, muestra al mundo que si las heridas no cicatrizan y seguimos en la segregación y la exclusión no podremos hablar de proceso de paz. Hacer esta afirmación duele. Muchas verdades duelen. ¿De qué reconciliación hablamos?

Esperemos que la salida no sea únicamente castigar a los policías que procedieron a actuar en Tumaco. Si no llegamos al meollo de las acciones, nunca tendremos salida al final del túnel.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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