Menú

Entérate

septiembre 27, 2017

Paro del Sur: la primera movilización de la paz


Este miércoles inicia en el sur de Bogotá un paro cívico indefinido. Se trata de la primera gran movilización popular en la capital del país que reúne demandas de diferentes sectores desde la firma de los Acuerdos.

Este miércoles inicia en el Sur de Bogotá un Paro Cívico Indefinido. Se trata de la primera gran movilización popular en la capital del país que reúne demandas de diferentes sectores desde la firma de los acuerdos, su refrendación y,-sobre todo- desde el fin de la vida armada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (Farc-Ep) ¿Cómo imaginamos la protesta social en paz?

Un número importante de organizaciones sociales y colectivos territoriales convocaron este paro. Su propósito surge de las necesidades más básicas de la ciudadanía de las periferias. Uno esperaría entonces que sea bien recibida por el resto de la ciudad, o que las instituciones garanticen el derecho a la protesta.

Si de algo se trata la paz es de eso: permitir la expresión de inconformidad de quienes han estado al margen de las posibilidades. Algo simple, como conseguir que los y las pobladoras de Mochuelo (barrio que tiene como vecino al botadero Doña Juana) tengan un aire respirable.

Uno esperaría que en el momento de la paz -con las Farc-Ep sin armas y cercanos al inicio del cese bilateral entre Gobierno y el Ejérito de Liberación Nacional (Eln)- la movilización fuera el escenario privilegiado para la acción colectiva, la acción política y, claro, para pagar la deuda que tienen hasta el momento los procesos de paz con la participación real de la gente.

No obstante, podemos permitirnos algo de perspicacia, basada en los hechos previos que rodean el paro. ¿Por qué se encuentra militarizado el relleno Doña Juana? ¿Por qué el presidente Juan Manuel Santos anunció desde el año pasado el fortalecimiento de Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y no se ha hablado de los incumplimientos a los acuerdos logrados con las dignidades o la cumbre agraria? ¿Será que la protesta social en la paz será el sustituto del enemigo?

Las demandas de un sistema digno de transporte, la reubicación de Doña Juana, las mejoras en la alimentación escolar, la desmilitarización de la vida y el territorio, entre otras, son el tipo de realidades que se supone “emergerían” con más fuerza al culminar la etapa del conflicto armado con un actor de gran visibilidad como las Farc-Ep.

La ecuación es más sencilla de lo que parece y la opción sigue siendo la misma: la solución política y el diálogo. Sin embargo, es la menos eficaz para mantener la sensación de orden en una ciudad en la que impera la inconformidad con un mal gobierno local que ha hecho todos los movimientos posibles para impedirle a la ciudadanía su derecho a revocarlo.

Una paz real, que convoque a las ciudades (territorios que pueden ser apáticos por la manera diferenciada en que vivieron el conflicto) pasa por que este tipo de jornadas impliquen una apertura por parte de las instituciones. Implica también que los medios de comunicación cumplan la tarea de comunicar desde la polifonía, contando con la voz de quienes viven en carne propia una guerra sin armas contra un modelo de ciudad que parece enamorado del cemento y que amenaza con sacarlos de su lugar.

Para estar en paz, los otrora campesinos que arribaron a las ciudades llenos de esperanzas y miedos no pueden ser revictimizados por la falta de oportunidades, ni por el hambre o por el miedo a quejarse de lo que les hace daño.

Apostar por una sociedad donde la protesta sea respetada y donde se privilegie el diálogo (donde se pueda sacar la violencia de la política) pasa por reconocer que se trata de seres humanos que sin duda requieren como mínimo ser escuchados pero, sobre todo, requieren espacios para interpelar a unas instituciones que muchas veces olvidan que la ciudadanía debe estar al centro de sus proyectos.

Este paro es una prueba de fuego para ver hasta dónde la protesta será el nuevo enemigo, hasta dónde la represión seguirá reemplazando al diálogo, para medirle el aceite a la sociedad y su capacidad de llenar la calle para pedir soluciones a los problemas que les aquejan.

FUENTE: EL ESPECTADOR


Más Noticias