septiembre 19, 2017
La imborrable sonrisa de Jaime Beltrán
Este 18 de septiembre, el día que cumpliría 60 años, Héctor Jaime Beltrán volvió a unir a su familia. A pesar de las fracturas y divisiones que generaron su desaparición hace casi 32 años, cuando se convirtió en uno de los 11 desaparecidos del holocausto del Palacio de Justicia, sus padres, esposa, hermanos, hijas y amigos se reunieron para recibir en una ceremonia sus restos, algunos calcinados y hechos polvo. Su cuerpo, o lo que quedaba de él, fue hallado hace tres meses en Barranquilla en la tumba del magistrado auxiliar Julio César Andrade. (Lea también: Entregan restos de Jaime Beltrán, desaparecido del Palacio de Justicia)
El 6 de noviembre de 1985 Beltrán, quien trabajaba como mesero en el Palacio de Justicia, salió de su casa luego de hacerle una promesa a su esposa, Pilar Navarrete: regresar sana y salva la foto de sus tres hijas disfrazadas de “brujitas” que le mostraría a un congresista que le ayudaría a conseguir una casa. “Le dije que si la perdìa no volviera. Esa foto era mi tesoro preciado. Jimmy repetía una a una las palabras de la promesa. Nunca imaginé que después de más de 31 años regresaría como nunca quise encontrarlo, en huesos calcinados. Siempre tuve la ilusión de verlo entrar a la casa caminando”, recordó Pilar. (Vea: Las fotos que recuerdan a Jaime Beltrán, víctima del Palacio de Justicia)
El pasado viernes 15 de septiembre Pilar Navarrete tuvo la cita más dura e importante de los años de lucha por buscar la verdad y los restos de Jimmy. En la Fiscalía la esperaban para mostrarle por primera vez los restos de su esposo. “Todo empezó el jueves en la noche. No podía dormir. No podía imaginar cómo sería ese momento. Tenía claro que era él, porque la vida no puede ser tan cruel de que todo resultara un engaño. Esperaba que los restos me hablaran y así lo hicieron. Era la primera vez que en tantos años, y después de muchos procedimientos similares, unos huesos me hablaron”, dijo.
Para ella, sus cuatro hijas, sus seis nietos, sus cuñados y sus suegros, era la tranquilidad de saber que habían encontrado a Jimmy. “No sé exactamente qué le pasó. Pero ya sé que no era como pensaba en un principio, que durante dos años estuvo encerrado en las mazmorras y golpeado por los militares. Me mataba el alma pensar que había sido torturado, como nos dijeron durante algunos años. Aún quedan dudas de qué pasó, pero hoy ya tenemos sus restos y una tumba que llorar”, contó.
Renace una familia
“La desaparición nos separó, pero sus restos nos unieron. Todos los procesos de desaparición rompen a las familias, y eso sucedió con los Beltrán Fuentes. Durante estos años hablábamos y nos echábamos la culpa por lo que estaba pasando. Su madre estaba sumida en el dolor, sus hermanos intentando salir adelante con sus vidas, y su padre y yo exigiendo la verdad de lo sucedido. Hoy nuestra relación se reconstruyó, y gracias a que los restos de Jimmy aparecieron, volvimos a juntarnos todos en una mesa como antes, a recordarlo y a no olvidar que somos una familia”, fueron las palabras de Pilar Navarrete al celebrar este momento.
Para ella sus hijas son la principal muestra de orgullo. Junto con sus nietos fueron el motor que impulsó su lucha y cruzada por encontrar a los desaparecidos del Palacio de Justicia. “Tenemos la satisfacción del deber cumplido. Mis hijas saben que yo fui la que escarbó la tierra para encontrar a su padre. Me lo dicen en cada momento. Aunque sean grandes, siguen siendo mis niñas, que lograron crecer y criar a sus hijos sin odio y rencor. Y ese es el mensaje de reconciliación que ellas le envían a las futuras generaciones. No podemos tener odio con todos los militares, sino simplemente exigirles que cuenten la verdad de lo sucedido”. (Puede leer: El daño nunca se supera: Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos)
Fotos, herramienta para sanar
“Mi mayor reparación fue la labor que hizo la Unidad de Víctimas al restaurar 42 fotos de Jimmy. Antes tenía sólo una, la que cargaba siempre en las marchas y eventos, y hoy tengo 42. Imprimí 24 y las puse en portarretratos, porque a mí me encantan las fotos. Es la mejor forma de guardar recuerdos. Así fue que mantuve viva la memoria de mi esposo, porque no hay nada más bonito que dejar los buenos y malos momentos retratados en una fotografía”, dijo Pilar Navarrete, mientras recorría con su vista la sala de su casa, el lugar sagrado que está inundado de retratos de Jaime Beltrán y en el que junto a sus hijas pasan horas recordándolo.
Entre esa decena de fotos que la Unidad de Víctimas recuperó estaban algunas que jamás había visto y estaban guardadas en los anaqueles de la familia Beltrán. Desde un fotoestudio que le hicieron de bebé a su esposo en Sahagún (Córdoba), su tierra natal, y un recuerdo de su primera comunión, hasta las últimas imágenes de cuando estaba vivo. “Mi cuñada tenía las últimas fotos que le tomaron a Jaime antes de desaparecer. Fueron en el bautizo de las niñas. La que más me gusta es una en la que me tiene cogida de la cintura. Me impactó su sonrisa, no cambia”, manifestó.
Paradójicamente, fue su dentadura lo único que no quedó hecho polvo. “Su mandíbula tenía la muela picada, el diente dañado. Ese era Jimmy, no lo dudé un segundo. Aún nos queda por saber realmente por qué murió”, contó Pilar Navarrete. Fue tal la unión que logró el regreso de Jimmy en la familia que su hermana, Clara Beltrán, fue quien diseñó las tarjetas de invitación a la ceremonia. Eran negras, con flores pintadas en los bordes y una foto de Jaime Beltrán cargando a una de sus hijas.
“Nos quitaron la oportunidad de tenerte, te arrebataron de nuestro lado. Te buscamos, te encontramos y, aun así, te extrañaremos siempre. Tus alas, por fin están abiertas y listas para que puedas volar. Pero el daño que recibieron jamás podrá sanar. Hoy se cierra este capítulo de incertidumbre, por fin sabemos dónde estás”, fue el mensaje con el que padres, esposa, hijas, nietos, hermanos y hermanas de Jaime Beltrán invitaron a más de 180 personas para cerrar este capítulo de dolor. “Queríamos estar en el patio del Palacio de Justicia, el lugar donde realmente encontraron a Jimmy, y recordar que lo sucedido esos días no fueron simples errores como ha dicho el Estado. Se cometieron graves crímenes y se deben asumir responsabilidades”, reclamó Pilar.
Tras la ceremonia de entrega oficial de los restos de Héctor Jaime Beltrán, en la que sus nietos recordaron la lucha que por tres décadas han sostenido las víctimas del Palacio de Justicia y en la que se remembraron los horrores de lo sucedido ese noviembre de 1985, quedan dos tareas por hacer. La primera, construir un collage con todas las fotos de Beltrán que se pondrá en el garaje de la casa de Pilar Navarrete. Y la segunda, acompañar a la familia del magistrado auxiliar Julio César Andrade, porque en una tumba con su nombre en Barranquilla estaban los restos de Jaime Beltrán.
La búsqueda continúa
“Mientras unos aparecen, otros desaparecen”, fue la desoladora frase que dijo el pasado 3 de junio Pilar Navarrete cuando se enteró de que los supuestos restos del magistrado Andrade eran los de su esposo. Desde entonces no dudó en advertir que la familia Andrade se convirtió también en su familia, porque la lucha que había librado por tanto años no acababa a pesar de la tranquilidad que le daba haber encontrado a Jimmy. “Los Andrade estuvieron con nosotros en la entrega. Diana, Gabriel y Sergio, los hijos del magistrado Andrade, son mi nueva familia. A ellos les agradezco con mi vida exhumar la tumba de su padre y habernos entregado a Jimmy. Por eso es tan importante este acto lleno de simbolismo”. (Vea: “Estoy reviviendo otra vez la toma”: Gabriel Andrade, víctima del Palacio de Justicia)
Esa unión de dos familias comenzó el 18 de febrero de 2016, día en que se exhumó en Barranquilla la tumba de Julio César Andrade. Un año y cuatro meses después la alianza se selló cuando el Instituto de Medicina Legal confirmó que Beltrán, el costeño alegre que trabajaba como mesero en el Palacio de Justicia, era quien estaba sepultado y que de Andrade no había rastro alguno. Para Pilar Navarrete esas demoras en la investigación y la falta de compromiso y voluntad política del Estado para buscar a los desaparecidos es lo que provoca que las víctimas sigan viviendo en una interminable pesadilla y no puedan cerrar las heridas.
FUENTE: ELESPECTADOR