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noviembre 5, 2025

Trabajo no remunerado: mujeres migrantes y de región sufren mayores desigualdades


Según las más reciente cifras presentadas por el DANE, la mayor parte de las mujeres en Colombia se encargan de las labores de cuidado no remuneradas.

Las mujeres siguen cargando con las labores de cuidado no remuneradas en el país.

Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), entre octubre de 2024 y marzo de 2025 la población nacional sumó un total de 45,5 millones de personas —sin contar a las y los menores de 10 años—. De ese total, las mujeres representan el 51,7 %, en cabeceras municipales son el 52,7 % y en centros poblados y zonas rurales dispersas, el 48,1 %.

De la cifra general, nada más el 34,4 % de las mujeres cuentan con un trabajo remunerado y trabajan en promedio dos horas menos que los hombres. En cuanto al trabajo no remunerado, las mujeres lo conforman en un 90 %, trabajando en promedio cuatro horas más que los hombres.

La división sexual del trabajo sigue siendo bastante marcada en esta categoría: mientras que la actividad con mayor presencia masculina está relacionada con el mantenimiento, las labores asociadas al 78,7 % de las mujeres tienen que ver con el suministro de alimentos.

Las tareas que siguen en la lista son: limpieza (70 %), mantenimiento de vestuario (37,8 %), cuidado de niños menores de 5 años (12,8 %) y cuidado físico de personas del hogar (16,4 %).

A pesar de ser las encargadas del sostenimiento del hogar en cuanto a todas las labores del cuidado, las cifras publicadas por el DANE muestran un alto impacto en la economía de las mujeres, pues la mayoría no obtienen una retribución económica por largas jornadas de trabajo.

Ser mujer migrante: en el panorama se agudizan las desigualdades

Si de por si las desigualdades ya son grandes entre hombres y mujeres, cuando hablamos de mujeres migrantes, estas se amplifican. De la población total en el país 1,8 millones son migrantes y 51,5 % de estas personas, son mujeres.

Las mujeres migrantes con trabajo remunerado superan en un 3,6 % a las mujeres nacidas en Colombia. Sin embargo, los tiempos de trabajo marcan una diferencia. Tanto hombres como mujeres migrantes, trabajan en promedio una hora más, lo que quiere decir que estas mujeres tienen una jornada diaria de 8 horas y 45 minutos.

En cuanto al trabajo no remunerado, en las labores de cuidado mencionadas en el total nacional, las mujeres migrantes superan a las mujeres nacidas en Colombia, pues representan alrededor del 92,8 % con jornadas diarias de hasta 9 horas y 30 minutos, lo que equivale a un total de dos horas más en comparación con las mujeres nacidas en el país.

En las regiones la situación es aún más compleja

Para la encuesta se tomaron como referencia dos regiones de Colombia: la Orinoquía y el Amazonas. En el total poblacional de las dos regiones —que reúnen alrededor de 3,1 millones de personas— aproximadamente el 50 % son mujeres.

En la Orinoquía, las mujeres se encuentran ligeramente por debajo del promedio nacional, pues el 33,9 % cuentan con un trabajo remunerado de casi 8 horas diarias. Mientras que en la Amazonía, las mujeres se ubican un poco por encima con un 40,2 % trabajando nada más 5 horas y 40 minutos.

No obstante, el 89,7 % de las mujeres de la Orinoquía se encargan de las labores de cuidado no remuneradas, trabajando una hora y media más que el promedio nacional de mujeres. Además, en el Amazonas, el 94,3 % de mujeres con estas labores superan en tiempo tanto el promedio nacional como el promedio de mujeres migrantes, llegando a trabajar casi 10 horas. En gran parte debido a que en esta región, los hombres dedican menos tiempo a las labores de cuidado.

La situación es preocupante. La brecha entre hombres y mujeres, en cuanto a las labores de cuidado no remunerado siguen siento sumamente altas, lo que impide en gran medida que las mujeres puedan consolidar una autonomía financiera o incluso acceder a productos financieros. Además, la formalización de estas labores, aunque avanzó, sigue siendo precaria y nula de garantías para una vida digna.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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