octubre 14, 2025
Feminicidios: la violencia que no cesa en Atlántico
La violencia contra las mujeres sigue siendo un reflejo brutal del machismo estructural que atraviesa a Colombia. En el Atlántico, las cifras crecen mientras la respuesta del Estado sigue siendo insuficiente.
En Colombia, el feminicidio sigue siendo una tragedia cotidiana que desgarra el tejido social y revela la profundidad del machismo estructural que habitamos. Solo en 2024 se registraron 872 casos de feminicidio y 648 tentativas, cifras que estremecen y que evidencian la urgencia de acciones integrales. Según la Defensoría del Pueblo, entre enero y mayo de 2025 se han reportado 352 feminicidios, 217 tentativas y 29 transfeminicidios.
El Atlántico se ha convertido en uno de los escenarios más críticos de esta violencia. Durante 2024 fue el segundo departamento con más casos en el país, con 81 feminicidios. En lo corrido de 2025, ya se han registrado 43 mujeres asesinadas por razones de género, una cifra alarmante que crece mes a mes y que muestra la ausencia de respuestas estructurales por parte del Estado y de la sociedad.
Esta violencia va mucho más allá del feminicidio de pareja: investigaciones recientes muestran la vulnerabilidad diferencial de mujeres jóvenes asesinadas en el marco de ajustes de cuentas criminales. Sus cuerpos son usados como mensajes de terror entre bandas, confirmando que la violencia machista es tan estructural que se adapta y pervive incluso en las esferas más violentas del crimen organizado.
El caso más reciente estremeció a Barranquilla: Kelly de Arcos, una mujer que regresaba a casa junto a su madre en el barrio Ciudadela 20 de Julio, fue atacada a quemarropa por su expareja sentimental. Siete disparos le arrebataron la vida en cuestión de segundos. No hubo palabras, no hubo discusión previa. Solo el acto brutal de un hombre que, como muchos otros, creyó tener el derecho de decidir sobre el destino de una mujer.
Esa creencia no nace de la nada: se alimenta de siglos de patriarcado, machismo, impunidad y normalización de la violencia. El feminicidio es un fenómeno multidimensional: una red letal donde se cruzan fallas estructurales (como la impunidad), la lógica criminal (ajustes de cuentas, sicariato) y, crucialmente, la violencia cultural normalizada en el discurso cotidiano. No es un evento aislado, sino la punta de un iceberg social.
Esta violencia se construye en hogares donde se enseña que “ella le pertenece”, en instituciones que no protegen a tiempo, en sistemas judiciales que minimizan las denuncias y en una sociedad que muchas veces culpa a la víctima antes que al agresor.
Su raíz está también en prácticas culturales sutiles del Caribe, como el “perrateo” o el humor sexista, formas de violencia simbólica que reducen a la mujer a un objeto de burla. Es la aceptación social de estas ofensas lo que siembra la semilla de la alienación en la víctima, dificultando su resistencia en etapas posteriores y allanando el camino a la agresión física. La broma machista es el primer disparo.
Cada feminicidio es un crimen de odio que envía un mensaje aterrador a todas las mujeres: que sus vidas pueden ser arrebatadas simplemente por decidir amar, dejar de amar o existir en libertad. Pero también es un llamado urgente a transformar las raíces de esta violencia, a exigir políticas con enfoque de género efectivas, justicia sin dilaciones y una educación que forme en igualdad y respeto desde la infancia.
No podemos permitir que el horror se vuelva rutina ni que las cifras sean simples estadísticas. Detrás de cada número hay un nombre, una historia truncada, una familia devastada. La vida de las mujeres no puede seguir siendo una sentencia bajo el control de la violencia machista.
FUENTE: LASILLAVACIA