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octubre 9, 2025

Caribe y Pacífico, las regiones donde las mujeres son más susceptibles a la pobreza


Según el Dane, las regiones más apartadas del país siguen mostrando los mayores datos de pobreza monetaria y pobreza monetaria extrema.

La reciente actualización del Dane sobre la pobreza monetaria y monetaria extrema, con enfoque de género en Colombia confirmó que este flagelo no se distribuye por igual en las regiones, ni entre hombres y mujeres y que los debates que se han dado en el país sobre la autonomía de los departamentos y municipios, o sobre el empoderamiento femenino, requieren una visión más profunda frente a sus orígenes.

De acuerdo con la autoridad estadística, los mayores niveles de pobreza siguen concentrándose en los mismos territorios y sobre los mismos grupos; dejando a las mujeres, las comunidades indígenas y afrodescendientes, y los hogares migrantes; como los principales protagonistas en este tema.

Así mismo, evidencia que las brechas estructurales se mantienen, especialmente en las regiones Caribe y Pacífico, donde las mujeres jefas de hogar enfrentan las mayores dificultades para superar la línea de pobreza.

Mujeres, las más golpeadas

A nivel nacional, la pobreza monetaria en 2024 afectó al 28,4% de los hogares con jefe hombre y al 36,1% de los hogares con jefa mujer, lo que significa una brecha de 7,7 puntos porcentuales. En términos simples, las mujeres colombianas tienen una probabilidad significativamente mayor de vivir en condiciones de pobreza, incluso cuando trabajan o son cabeza de familia.

Las diferencias son todavía más profundas en las ciudades del Caribe y del Pacífico; donde el Dane encontró que Quibdó registró la brecha más alta entre hombres y mujeres, con 17,5 puntos porcentuales de diferencia, seguida por Riohacha (16,4), Valledupar (15,4), Cartagena (15,3), Florencia (15,1) y Popayán (13,4); mientras que Bogotá fue la capital con menor brecha de género, con 3,4 puntos porcentuales.

Por otra parte, en el agregado nacional, la brecha de pobreza monetaria entre sexos se replica en la pobreza extrema, dado que mientras que los hogares con jefe hombre registraron una incidencia de 9,8%, los dirigidos por mujeres alcanzaron 14,0%, con una diferencia de 4,2 puntos porcentuales.

El panorama se agrava en las zonas rurales y en departamentos históricamente rezagados como el Chocó, por ejemplo, donde la brecha de género en pobreza extrema llega a 18,8 puntos porcentuales, una de las más altas del país. De igual forma, en Cauca, aunque los niveles de pobreza extrema son menores, la desigualdad entre hombres y mujeres persiste, con 2,5 puntos de diferencia.

El reporte también muestra que, en términos de pobreza monetaria general, los mayores contrastes se presentan en Caquetá (17,7 puntos.), donde las mujeres jefas de hogar enfrentan casi el doble de probabilidad de vivir en pobreza frente a los hombres; confirmando una especie de “feminización de la pobreza”, ya que los hogares liderados por mujeres soportan condiciones económicas más precarias debido a desigualdades laborales, barreras educativas y responsabilidades de cuidado no remuneradas.

Desigualdad étnica: una deuda histórica

El análisis del Dane también aborda el componente étnico-racial, y los resultados revelan que la pobreza sigue teniendo color y territorio; dado que en 2024, el 59,8% de la población indígena en Colombia se encontraba en condición de pobreza monetaria, frente al 42,6% de la población afrodescendiente y al 29,5% de las personas que no se autorreconocen como pertenecientes a un grupo étnico.

Dicho de forma simple, la brecha entre indígenas y población no étnica fue de 29,2 puntos porcentuales, mientras que la diferencia entre afrodescendientes y población no étnica fue de 13,6 puntos; generando un patrón que se repite en buena parte de los departamentos de la costa Pacífica, el suroccidente y el Caribe, que concentran las mayores desigualdades.

Acá vale mencionar que Chocó, con una incidencia del 96,3% entre la población indígena y del 59,4% entre la afrodescendiente, presenta la brecha más alta del país, con 56,2 p.p. de diferencia frente a quienes no se autorreconocen étnicamente. En Boyacá, donde el 85,7% de la población indígena vive bajo la línea de pobreza, la brecha llega a 13,6 p.p., mientras que en Córdoba y Santander las diferencias superan los 14 puntos porcentuales.

Cuando se analiza la pobreza extrema, las brechas se amplían aún más, ya que el 38,1% de los indígenas y 18,9% de los afrodescendientes viven en pobreza extrema, frente a solo 9,8% de la población sin autorreconocimiento étnico; mientras que la brecha indígena alcanza 28,3 puntos porcentuales, y la afrodescendiente, 9,1 puntos.

En esta parte, las mujeres, nuevamente, concentran los niveles más altos de vulnerabilidad si se resalta que los hogares indígenas encabezados por mujeres, la pobreza monetaria fue 4,9 puntos porcentuales superior a la de aquellos dirigidos por hombres y que entre afrodescendientes, la brecha sube a 15,1 puntos.

Pobreza en tránsito

El tercer componente del informe aborda la situación de la población migrante, un grupo que, en la última década, ha transformado la composición demográfica y laboral del país. De acuerdo con los datos del Dane, en 2024 la pobreza monetaria entre migrantes fue de 42,5%, lo que equivale a una brecha de 10,9 puntos porcentuales frente a la población no migrante (31,6%) y en el caso de los migrantes venezolanos, la incidencia ascendió a 48,0%, con una diferencia de 16,4 puntos.

La situación es aún más crítica cuando se observa la jefatura del hogar, dado que los hogares liderados por personas migrantes presentan una pobreza del 43,2%, y los encabezados por migrantes venezolanos, del 50,0%, es decir, 18,4 puntos más que los hogares no migrantes.

Allí, las mujeres migrantes siguen siendo las más afectadas. En 2024, la pobreza 
monetaria entre mujeres migrantes fue de 45,4%, frente al 39,6% de los hombres. En el caso de los migrantes venezolanos, la diferencia fue similar, con 50,5% en mujeres y 45,3% en hombres.

El mismo patrón se repite en la pobreza extrema, donde se observa que entre los migrantes, el 15,8% vive en esta condición, comparado con 11,6% entre los no migrantes. En los hogares migrantes venezolanos, la cifra asciende a 18,4%, con una brecha de 6,8 puntos porcentuales respecto a los no migrantes.

Por último, el Dane también señala que los hogares con jefatura femenina migrante presentan una incidencia mayor de pobreza extrema (20,1%) que los liderados por hombres (13,4%), lo que refleja una brecha de 6,7 puntos porcentuales; confirmando que la población migrante, especialmente la proveniente de Venezuela, sigue enfrentando una precariedad mayor en términos de ingresos, empleabilidad y acceso a servicios básicos, incluso después de varios años de residencia en el país.

De esta forma se abre nuevamente el debate en el que, pese a la estabilidad de las cifras nacionales y los avances metodológicos en la medición de la pobreza, las brechas de género, etnia y migración siguen siendo estructurales y territoriales. Más allá de un dato estadístico, esta realidad representa hogares con menos ingresos, niños con menor acceso a educación, y comunidades que aún esperan las oportunidades que la prosperidad del país promete, pero no alcanza a cumplir.

DANIEL HERNÁNDEZ NARANJO
Periodista de Portafolio

FUENTE: PORTAFOLIO


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