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septiembre 29, 2025

La desigualdad laboral de género debilita el futuro económico del país


Más participación femenina aliviaría el gasto público y aceleraría la productividad nacional.

En Colombia, las mujeres han dado pasos decisivos para abrirse un lugar en el mercado laboral, aunque la brecha de género persiste y se convierte en un lastre para el crecimiento económico; según advierte un reciente estudio del Banco de la República, que analizó la evolución de la participación en la fuerza laboral entre 1984 y 2024 y proyectó distintos escenarios hacia 2035.

No obstante, más allá del eterno debate sobre la importancia de que las mujeres tengan mayores oportunidades de crecimiento y desarrollo, personal y profesional, para estos expertos la conclusión es contundente y apunta que cerrar la brecha de género en la participación laboral no solo es una deuda social, sino también una estrategia económica indispensable.

En uno de sus Borradores de Economía, publicado hace algunos días, el Emisor muestra que entre 1984 y 2014 el país experimentó un notable aumento en la participación laboral agregada, gracias al ingreso masivo de las mujeres al mercado de trabajo y que, debido a esto, la brecha, que en 1984 alcanzaba el 40%, se redujo a la mitad en dos décadas, impulsada por el mayor acceso a la educación, la caída en las tasas de fertilidad, los avances en salud reproductiva y una sociedad que poco a poco se fue abriendo a nuevos roles femeninos.

Sin embargo, resaltan que desde 2004 la tendencia se estancó y que hoy, la diferencia entre hombres y mujeres en participación laboral se mantiene cercana al 18%, un rezago que no solo refleja inequidad, sino que limita la capacidad de crecimiento del país.

En este sentido, Francisco Lasso y Mario Ramos, autores del informe, no se quedaron solo en las cifras del pasado y proyectaron qué ocurrirá en los próximos años bajo tres escenarios, uno marcado por el envejecimiento de la población, otro de continuidad con las tendencias recientes y un tercero en el que la participación femenina se incrementa de manera significativa.

Con todo esto, el resultado más llamativo es que, si Colombia lograra reducir en un 50% la brecha de género hacia 2035, el PIB potencial crecería de forma sostenida 0,41 puntos porcentuales adicionales cada año, acumulando un aumento de 4,5 puntos porcentuales frente al escenario base.

Traducido a términos más cercanos, significa que la economía colombiana podría producir mucho más de lo que hoy está proyectado, simplemente si más mujeres entraran y permanecieran en el mercado de trabajo, resaltando que la desigualdad no solo es un asunto de justicia social, también es una pesada ancla que frena la competitividad del país.

El análisis también revela que los factores que explicaban la brecha hace cuarenta años ya no son los mismos, dado que en 1984, las diferencias educativas representaban más de 10 puntos porcentuales de la brecha de género en la participación laboral y para 2024, ese efecto prácticamente desapareció, luego de que la educación dejara de ser un factor diferenciador y las mujeres incluso superan a los hombres en matrícula universitaria.

En este sentido resaltaron que la brecha actual no está en las aulas, sino en elementos menos visibles como normas sociales, roles familiares, disponibilidad de servicios de cuidado y condiciones de inserción laboral que todavía penalizan la maternidad.

El músculo femenino

Otro hallazgo clave del estudio es el efecto de los ciclos económicos sobre la participación laboral; punto en el que sugieren que en Colombia, cuando la economía entra en recesión, la participación femenina tiende a aumentar más que la masculina, generando lo que se conoce como el efecto de “trabajadoras añadidas”.

Ante la pérdida de empleo o ingresos del jefe de hogar, muchas mujeres que estaban por fuera del mercado deciden ingresar para sostener a sus familias y en contraste, en países desarrollados predomina el efecto de trabajadores desalentados, es decir, personas que abandonan la búsqueda de empleo cuando las condiciones son adversas”, explicaron.

Para ellos, la diferencia entre un escenario y otro radica en la existencia de sistemas de protección social en los que, mientras en Europa o Estados Unidos los subsidios de desempleo amortiguan los choques, en Colombia y en otras economías emergentes son los miembros secundarios del hogar quienes asumen la carga.

Aunque este fenómeno evidencia la resiliencia de los hogares colombianos, también refleja la precariedad de las condiciones laborales para las mujeres, no se trata de una participación estable, sino forzada por las crisis. Allí, el estudio subraya que esta sensibilidad femenina al ciclo económico es mucho mayor que la de los hombres y que, aunque ayuda a amortiguar los choques, no garantiza trayectorias sostenibles en lo formal.

Un país más viejo

En todo esto hay que decir que la discusión sobre el futuro de la participación laboral está atravesada por otro factor determinante y es el envejecimiento poblacional. Según el Banco de la República, el bono demográfico, que no es otra cosa que ese período en el que la población en edad de trabajar crece más rápido que los dependientes, ya terminó en 2021.

Es por eso que a partir de ahora, el país enfrentará una proporción creciente de adultos mayores que reducirán la tasa de participación agregada y advierten que en este escenario, la inclusión femenina cobra todavía más relevancia dado que es la llave para compensar el impacto negativo del envejecimiento y evitar que la economía pierda dinamismo.

Ahora bien, el costo de no hacerlo no es menor, ya que en el escenario base, con tendencias similares a las actuales, el PIB potencial converge a un crecimiento anual de 3,33% hacia 2034 y en cambio, si se logra aumentar significativamente la participación femenina, el crecimiento potencial alcanzaría 3,74% anual.

Más allá de los números, el informe hace un llamado a mirar las implicaciones sociales y fiscales de este fenómeno, acotando que una mayor participación femenina no solo incrementa la producción, también fortalece las finanzas públicas.

Para los analistas, más mujeres trabajando significa más cotizantes a salud y pensiones, lo que aliviaría la presión sobre un sistema que hoy muestra señales de agotamiento y en la que apenas una cuarta parte de los trabajadores logra pensionarse y cerca de la mitad de la población depende del régimen subsidiado de salud.

Así mismo, el aumento de las contribuciones podría traducirse en menores impuestos al consumo o a la nómina, reduciendo distorsiones y mejorando la competitividad.

“La diversidad que aportan las mujeres en el mercado laboral introduce nuevas habilidades, visiones y dinámicas de innovación que enriquecen la productividad. Las mujeres son un insumo complementario en la producción económica, no un simple reemplazo de la mano de obra masculina”, concluyeron.

Así las cosas, el informe publicado por el Banco de la República deja claro que las políticas públicas pueden marcar la diferencia y que, por ejemplo, invertir en sistemas de cuidado, promover esquemas de formalización laboral femenina, combatir la discriminación y crear incentivos a la corresponsabilidad familiar no solo corrige inequidades históricas, también se traduce en más crecimiento, más recaudo y más bienestar.

De esta forma, la brecha de género ya no puede ser vista únicamente como un asunto social, sino como un obstáculo macroeconómico que requiere atención urgente y un debate amplio de los diversos sectores de la sociedad.

DANIEL HERNÁNDEZ NARANJO
Periodista de Portafolio

FUENTE: PORTAFOLIO


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