noviembre 27, 2024
Feminicidios, la otra pandemia
Todavía hay muchas mujeres reacias a denunciar las agresiones por miedo a sus propios agresores y el grado de presión sobre ellas es tal que desconfían de la protección que puedan facilitarles las autoridades.
El mundo está enfrentando lo que a su estilo es una nueva pandemia: la violencia contra las mujeres y las niñas se ha convertido en una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas y generalizadas del mundo. Así lo ha dicho la ONU, con motivo de su campaña Únete, que propone 16 días de activismo que comenzaron el lunes con la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, y concluirán el 10 de diciembre, coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos Humanos.
El grito de batalla de este año es: “Cada 10 minutos se asesina a una mujer. #NoHayExcusa. ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres”. Y desde aquí también nos unimos a este grito porque, tristemente hay que decir, Antioquia registra el mayor número de feminicidios de Colombia.
Algo sin duda va muy mal en esta cultura contemporánea que en lugar de eliminar prácticas abominables repite esa silenciosa crueldad de la violencia de género.
A escala mundial, casi una de cada tres mujeres han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida. Estas agresiones suelen tener desenlaces mortales: alrededor de 51.100 mujeres y niñas de todo el mundo murieron a manos de sus parejas u otros miembros de su familia en 2023.
De ahí la necesidad urgente de intentar concientizar a la sociedad y poner todos los medios al alcance para erradicarla. Porque esta es una violencia que deja marcada de por vida a quienes la sufren, que si se practica se reproduce y que, desgraciadamente, aumenta cada día en todas partes, incluido también nuestro país.
En lo que va del año, en Colombia se han registrado 198 feminicidios, de los cuales 30 se confirmaron en Antioquia. Esto ubica a nuestro departamento como el de mayor número de registros, seguido por Valle del Cauca, con 26, y Bogotá, con 21. La mayoría de estos delitos son cometidos por las parejas o exparejas sentimentales de las mujeres víctimas, quienes al parecer se convierten en objeto de posesión de hombres con un sentido de la masculinidad totalmente trastornado.
En el caso de Colombia, las parejas o exparejas son los culpables del 68% de los casos, pero también hay padrastros, familiares cercanos y vecinos, lo que hace evidente que, en una triste paradoja, los entornos más cercanos a las mujeres sean los más peligrosos para sus vidas.
Las cuentas que se hacen directamente en Antioquia son incluso mayores; aquí se habla ya no de 30 feminicidios este año sino de 92 presuntos feminicidios, casi 18.000 casos de violencia intrafamiliar y más de 4.000 casos de delitos sexuales. Sean 30 o 92, cualquiera de las dos cifras nos pone ante una dolorosa realidad: familias rotas, pérdidas de vidas, mujeres cruelmente maltratadas, niños y adolescentes con una profunda marca emocional para siempre en sus vidas.
Por eso todo esfuerzo para combatirla es bienvenido. La buena noticia es que se trata de un fenómeno en el cual no nos tenemos que quedar de brazos cruzados, sino que cada uno de nosotros puede convertirse, en su hogar, en su trabajo o en su comunidad, en un agente transformador.
Aplaudimos iniciativas como la de la Gobernación de Antioquia con la campaña #NoEsNormal, que busca hacer pedagogía en los 125 municipios, con el fin de prevenir y poner en conocimiento de la ciudadanía los mecanismos que tiene para atender los hechos.
La Alcaldía de Medellín, a su vez, tiene la campaña “Yo me comprometo” para prevenir y desnaturalizar estas violencias, así como cuatro mecanismos activos de protección. Entre otros, es pionera en la Línea 123 Agencia Mujer, que funciona 24/7 y hasta un vecino, de manera anónima, puede alertar, y los hogares de acogida que albergan a las mujeres en riesgo de feminicidio.
Pero falta mucho por hacer. No nos llamemos a engaños. Los datos no recogen la dimensión real del drama. Todavía hay muchas mujeres reacias a denunciar las agresiones por miedo a sus propios agresores y el grado de presión sobre ellas es tal que desconfían de la protección que puedan facilitarles las autoridades policiales y judiciales.
Y como si fuera poco, lamentablemente, el lunes todos fuimos testigos de cómo el presidente Gustavo Petro aceptaba poner como su asesor al polémico Armando Benedetti, el mismo al que todo el país no solo había escuchado maltratar intensamente y de manera grosera a la directora del Dapre, Laura Sarabia, sino que además carga sobre sus hombros señalamientos de violencia contra sus parejas.
Campañas como esta de la ONU son la oportunidad para evangelizar en el respeto por las mujeres y en cómo resolver de manera tranquila las diferencias. Ojalá el presidente Gustavo Petro tomará nota y no premiara con importantes puestos a quienes reproducen o están en la picota pública por supuestos hechos contra las mujeres y los derechos humanos.
Así como es deber del Estado proteger la vida de las mujeres, todos debemos sentirnos responsables de los valores y la educación que estamos transmitiendo a las nuevas generaciones. Si en algo podemos cambiar la sociedad es cada uno aportando con nuestro ejemplo: ninguna diferencia puede ser tan grande como para llegar a la agresión o a la violencia.
FUENTE: EL COLOMBIANO