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abril 28, 2022

Las Polleronas y su lucha contra la minería en el Chocó


Una asociación de mujeres en Cantón de San Pablo impulsa emprendimientos culturales, de reciclaje y de agricultura que, además, protegen al río de los efectos de la minería devastadora.

Desde Cantón de San Pablo, un municipio que está junto al río San Pablo, entre Quibdó e Istmina, en el centro del departamento de Chocó, Bertha Quinto dice con alegría que ella y sus compañeras de Las Polleronas no se quedan atrás de ese movimiento mundial del que hacen parte millones de mujeres que avanzan hacia el empoderamiento femenino. “No estamos por fuera del mundo”, asegura.

Bertha habla de la Asociación de Mujeres Cantoneñas Las Polleronas, organización conformada en 1995 por una treintena de mujeres chocoanas que buscan romper las barreras de género y la falta de oportunidades en el departamento, que, aunque es generalizada, suele ser mayor para las mujeres. “Nos organizamos para buscar apoyos cuando se creó el municipio del Cantón de San Pablo”, dice Josefina Hurtado Mosquera, a quien todas conocen como Manuela.

Seguimos moviéndonos, luchando a ver cómo se generan oportunidades”

Bertha Quinto, una de sus fundadoras, es especialista en gestión de procesos psicosociales y referente de género del municipio. Ella dice que lo que querían desde el comienzo con la asociación era generar “alternativas para las mujeres cantoneñas”. Asegura que han tenido problemas administrativos con las alcaldías, pero eso no las desanima: “Seguimos moviéndonos, luchando a ver cómo se generan oportunidades”.

Desde su fundación, la organización ha intentado rescatar las tradiciones de la cultura chocoana y en especial aquellas de las cuales son depositarias las mujeres, como las danzas, el arrullo y los alabaos, cantos funerarios típicos de las comunidades afrocolombianas. Es justamente de ahí de donde sacaron el nombre de su organización: Polleronas, tomado de la falda larga y colorida que se usa en las danzas tradicionales llamada pollera.

Las mujeres de la asociación han trabajado en el arreglo de las calles, el embellecimiento del pueblo y también cantan alabaos en los velorios e incluso consiguieron un proyecto para construir la única sala de velación del pueblo. Pero entre 2016 y 2019, ante el escaso apoyo institucional, decidieron emprender por su cuenta, como lo describe Bertha: “Muchachas, acá nos toca a nosotras mismas”.

Fue así como en 2019 emprendieron un proyecto de reciclaje que ya les ha permitido vender algunos cargamentos de cartón, chatarra y plásticos a compradores mayoristas del Chocó y Medellín. La sede de la Asociación es una pequeña casa cerca a la Alcaldía del Cantón de San Pablo, que está llena hasta el techo de cajas, botellas y trastos viejos recogidos por las mujeres para venderlos.

El reciclaje, dicen, ayuda a mantener limpio el municipio, contribuye a la implementación de la sentencia T-622, que declara el río Atrato como sujeto de derechos y además genera ingresos para las mujeres, pero ahora les hace falta una compactadora con la cual podrían hacer más eficientemente su trabajo. Reconocen que no tienen suficiente apoyo. “Nos toca trabajar con las uñas”, declara Josefina Hurtado, quien además de liderar la Asociación tiene formación de enfermera.

“La parte política nos tiene decepcionadas”, dice Hurtado al referirse a la poca voluntad de las administraciones públicas, aunque en tiempo de elecciones “todos nos buscan”.

El trabajo de la Asociación se desarrolla ahora en varios frentes: la recuperación de los cantos tradicionales o alabaos, la agricultura, la recuperación de las áreas degradadas por la minería y más recientemente el reciclaje. Hoy tienen 35 asociadas que colaboran con las actividades.

Las Polleronas han emprendido en la agricultura con cultivos de yuca y achiote o bija, que es como le dicen en el Chocó a esta semilla que se utiliza para fabricar adobos y tinturas industriales y artesanales. Estos cultivos las han llevado a enfrentarse con los mineros que tienen intereses en el municipio, pues ellos invaden las tierras cultivables al lado del río San Pablo, destruyendo las playas y orillas con retroexcavadoras.

“Hicimos manifestación, pero cuando sacábamos una máquina llegaba otra”

La única playa libre de minería está junto al casco urbano y ha logrado mantenerse intacta gracias a las protestas de Las Polleronas, quienes se han enfrentado a la Alcaldía y a otros actores para defender el territorio e impedir el ingreso de maquinarias para la extracción de minerales. Han hecho marchas y denuncias contra los mineros. “Hicimos manifestación, pero cuando sacábamos una máquina llegaba otra”, asegura Josefina Hurtado, “hemos suspendido tres frentes [de excavación] hasta el momento”.

La asociación hoy tiene 35 asociadas. / Yeison Andrés Moreno

La asociación hoy tiene 35 asociadas. / Yeison Andrés MorenoFoto: OriKA

“Con la minería llegan otras cosas como la destrucción de la moralidad y los actores armados”

“No estaríamos así de destruidos si el Consejo Comunitario fuera fuerte”, asegura Josefina Hurtado y explica que antes la minería “era un trabajo de playa, arábamos y ahí conseguíamos el oro”, pero luego llegaron mineros foráneos, como los brasileños, que trajeron retroexcavadoras. “Las máquinas trabajan en una tierra donde la mano nuestra no llega, ese oro nunca lo íbamos a sacar, y con la minería llegan otras cosas como la destrucción de la moralidad y los actores armados”.

Por eso Las Polleronas han intentado restaurar áreas degradadas por la minería con sus cultivos. En total han recuperado treinta hectáreas con cultivos de yuca, plátano, pancoger y achiote, que antes fueron zonas mineras.

Ante el hecho de que el municipio Cantón de San Pablo no quedara incluido en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, acceder a proyectos es más difícil. No obstante, aseguran que el “Cantón sí existe” y el Gobierno Nacional debería posar su mirada sobre este territorio.

“No queremos que nos regalen las cosas”, dice Josefina, la líder natural de esta asociación, al explicar que las mujeres solo necesitan un pequeño impulso para echar a andar sus proyectos, con los que además están en capacidad de generar empleos. “Somos mujeres berracas, tenemos capacidad de convocatoria, somos mujeres resilientes, consideradas como ambientalistas y con nuestro trabajo aportamos a la disminución del cambio climático y la contaminación ambiental”.

FUENTE: EL ESPECTADOR


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